CAPÍTULO 19

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Aún estaba perdida en la intensa sensación del orgasmo que acababa de alcanzar, gracias a sus caricias en mi parte más íntima, cuando tocaron la puerta, miré asustada a Abraham y me dio una gran sonrisa y un ligero beso en los labios.   

-Yo abro, no te preocupes.- Dijo y se levantó del sillón.

Yo me quedé ahí, para evitar que el repartidor me viera y cuándo Abraham cerró la puerta me enderecé, aún me incomodaba que me viera desnuda y más si él estaba completamente vestido, puso la caja de pizza sobre la mesa del comedor mientras yo me levantaba y caminaba.

-¿A dónde vas, bonita?

-A ponerme algo encima.

-¿Para qué sí te lo voy a quitar?- Exclamó divertido y sensual.

-Bueno, no voy a comer desnuda mientras tú estás vestido.

-Eso se arregla fácil, me puedo quitar la ropa.

-No te atrevas, es algo que quiero hacer yo con mis propias manos.

-Siendo así, no moveré un sólo dedo y te obedeceré.

Le sonreí y entré a mí habitación, me puse una polera larga; me senté al lado de Abraham que estaba en el sillón mirando la televisión, me dio un pedazo de pizza y él tomó otro. En eso, pasaron un comercial de preservativos, en el cual aparecía Antonio vestido como médico promocionándolos.

-¿Seguro que no eres dueño de la empresa?

-No, ese anuncio lo pagó mi hermano para realizar una compaña de enfermedades de transmisión sexual y de paso cada mes le regalan una caja de condones y pues él no es como yo, entonces me la regala a mí.

-Ahora entiendo porqué siempre estás preparado.

-Sí supieras cuanto dinero me he ahorrado.- Respondió riendo.

Terminamos de comer y fui a la cocina a botar la caja de pizza y guardar en el refrigerador unos cuantos pedazos que sobraron mientras él veía el noticiero. Regresé y me senté en sus piernas, él me abrazó por la cintura y yo recargué la cabeza en su hombro, comencé a darle pequeños besos en el cuello y él suspiró, fui desabrochando su camisa. Apagó el televisor y me cargó para llevarme a la recámara, cerró la puerta con su pie y se sentó en la orilla de la cama conmigo aún sobre él. Terminé de quitarle la camisa, le besé el torso en tanto le desabrochaba el cinturón y el pantalón, finalmente lo bajé al igual que su ropa interior.

-Te dije que te haría feliz, ésta noche es sólo para ti- Exclamó retirando la polera que cubría mi cuerpo.

Admiró mi cuerpo desnudo, como si fuera una obra de arte, tomó mis manos, entrelazó nuestros dedos y posó sus labios sobre los míos, un beso dulce que comenzó a tornarse salvaje mientras apretábamos nuestras manos como si quisiéramos fundirlas en una sola. Después con un hábil movimiento, me hizo acostarme en la cama, tomó una de mis piernas, empezó a besarla desde el tobillo, en tanto una de sus manos bajaba por ella acariciándola despacio, subió besando hasta mi pantorrilla y allí se entretuvo un rato, cada beso y cada caricia elevaban mi pulso y aceleraban mi respiración, era tan cierto eso de que sabía donde tocarme y cómo hacerlo, sentir su tacto me excitaba y él se deleitaba con el sabor de mi piel.

Llegó a mi muslo y se concentró en él, besando, lamiendo e incluso dejando su marca en mi pierna, sentir su aliento me erizaba la piel, con cada segundo que transcurría más añoraba sentirlo dentro de mí. Ahora su atención se posó sobre mi abdomen, yo doble una de mis piernas, él la acarició con la yema de su dedos con cierto ritmo errático, la sensación me hizo arquearme y volvió a repasar mi pierna, en éste punto mi respiración estaba totalmente descontrolada y los jadeos escapaban con más frecuencia.

¿Tienes tiempo para mí? (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora