Capitulo 39

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Tom despertó con el sonido de Evan tarareando y el aroma del desayuno. Se sentó en su cama, se estiró y bostezó.

Miró el diario que estaba en su mesita. Era un simple libro que había comprado en una tienda muggle hacía un par de años. Mucha gente no pensaría en mirar en un libro tan simple y poco interesante y esa era la razón por la que lo había comprado.

En el libro escribía sus planes. Planes sobre las cosas que quería cambiar del mundo. Planes sobre cómo debía ir la siguiente reunión con sus seguidores. Planes para sus estudios. Planes para todo.

Claro que sabía que no era seguro tener un libro así. Se estremeció al pensar en lo que sucedería si el profesor Dumbledore ponía sus manos en el libro. Por ende se había asegurado de que eso nunca sucediera.

Había hechizado su bolsillo para que nade pudiera sacar el libro de allí excepto él. En un mundo de magos y brujas también había ladrones rondando en los pasillos de Hogwarts. Había también hechizado el libro para que absorbiera todas las cosas que escribiera sólo respondiendo si escribía algo en Pársel.

Los ojos de Tom se abrieron cuando recordó de repente qué día era.

En cosa de segundos estuvo levantado y vestido con una de sus túnicas más relajadas. Después de todo no saldrían ese día.

En la puerta de su habitación se detuvo y miró por su ventana. Ya que su habitación estaba al lado de la de Evan ambos tenían la misma vista de Hogwarts. Se sentía bien el poder ver Hogwarts. Podía ver el lugar que consideraba su hogar desde su verdadero hogar.

Sin querer perder más tiempo Tom dejó su habitación.

Volvió dos segundos después y se dirigió al escritorio donde estaba el regalo de Evan. Gentilmente, como si fuera a romperse, tomó el regalo envuelto en papel plateado y lo guardó en su bolsillo.

Mirando alrededor de la habitación una última vez asintió para sí mismo. Era imposible ver que había tenido un invitado en su habitación. Tom siempre se aseguraba de que su dormitorio estuviera ordenado. No podía soportar el desorden, y de esa forma siempre podía saber si alguien había estado en su pieza.

No creía que Evan se entrometería en sus cosas pero había aprendido en el orfanato que no era seguro dejar cosas donde otros podían encontrarlas. Los niños en el orfanato y el profesor Dumbledore le habían enseñado eso, cuando el viejo le había contado sobre el mundo mágico.

Asegurándose de que el regalo estaba a salvo en su bolsillo, Tom dejó su habitación y se dispuso a bajar las escaleras sabiendo que Evan estaría esperándolo.

Mientras bajaba el tarareo de Evan se volvió más evidente y Tom frunció el ceño. No era una melodía que reconociera. No recordaba haberla oído en el mundo mágico o en el mundo muggle. Y sinceramente dudaba que la música Americana fuera tan diferente de la Británica.

Durante el tiempo que había vivido con Evan, Tom había notado varias cosas... extrañas, sobre el otro mago, a falta de una mejor palabra.

Negó con la cabeza para aclarar sus pensamientos. Evan no era un viajero del tiempo. Aunque había oído un rumor sobre el departamento de misterios tratando de hacer una especie de giratiempo que permitiría que la gente visitara el pasado. Pero no era algo posible en el futuro cercano.

En la puerta de la cocina se detuvo y se apoyó en el marco. No pudo evitar observar cómo Evan preparaba un completo desayuno inglés para ambos. El mago usaba una mezcla de métodos mágicos y muggle para preparar la comida y parecía no notarlo.

Tom frunció el ceño al mirar a Evan. Aunque el joven lo escondía bien se movía como si estuviera sintiendo dolor. Se veía más pálido de lo normal y sus manos temblaban ligeramente cuando tomaba algo.

El comienzo del comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora