18. El Quemacuerpos y la Desolladora

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Hacia algún tiempo que no vestía de protocolo, y era la primera vez que vestía un traje de Teniente. Recordé la primera vez que pude enfundarme el uniforme oficial de la TP, con esa hombrera de neoacero y aleación de unobtanium para proteger los puntos vitales. Todavía era ignorante y creía que eso podía protegerme de un corte de una auténtica espada cuántica, pobre iluso.  De todas formas ese día me sentí tan orgulloso como si ya fuera una leyenda de verdad, prácticamente me daban ganas de cantar y bailar como las fulanas del décimo sector. Que pronto saborearía la amargura del éxito. La soledad del krieger. El peso del precio y los sacrificios. Ahora todo eso ya me importaba una mierda, no había llegado hasta aquí para quedarme a medio camino.
Meister andaba delante mío, a tan solo un paso, indicando la posición jerárquica de cada uno.

—Te sienta realmente bien tu nuevo uniforme —dijo.

—No estoy echo a esto, me siento más cómodo con el de combate.

—Lo sé, estas galas son de mirame y no me toques, el traje tradicional de bushi sigue siendo mucho más ameno.—dijo riéndose.

—No dejamos de ser otro tipo de metacorporación al fin y al cabo, nunca entenderé porque kriegers como nosotros tenemos que usar tanta parafernalia.

Klaus Stark estalló en carcajadas y por primera vez ví algún tipo de parecido con su Hermano de Armas, Kazuya Nairobi.

—Si hubieras vivido las Guerras de Sangre agradecerías un poco de sofisticación, aunque estoy seguro que esa época te hubiera encantado, ruda y precaria como ninguna. Lo que valía era tan solo seguir vivo hasta la siguiente batalla, ni protocolos ni uniformes inútiles.

—Hubiera forjado una leyenda digna de ti, Meister.

—No lo dudo Sargento Schneider, el que corta. Sobrevivir a los días que vendrán, no tendrá menos mérito.

—No quisiera parecer superficial, pero una parte de mi esta ansiosa.

—No debes pensar así, has sido adiestrado para eso. Y por si eso fuera poco, lo llevas en la sangre.
Es lo que somos, kriegers.

Meister se paro para mirarme, como aquélla vez.
La vez que me cortó la mano.

—Nunca nos sentimos más vivos que en el fragor de la batalla.

Subimos a la planta siguiente. Al lado nuestro pasó un escuadrón de aspirantes que se cuadraron con respeto, reconocí a tres de ellos. Estuvieron en la masacre  del clan Kitsune. ¿Cuantas misiones habrían llevado a cabo? No habían pasado muchas horas, ¿una? ¿quizas dos?

La única manera de endurecer a los aspirantes es darles una misión tras otra, hasta que el Consejo crea que estén listos para afrontar su Primera Orden.

El ancho y largo pasillo estaba franqueado por altos mandos, todos iban a asistir a la reunión.
Nos esperaba la élite al completo, las viejas leyendas que habían participado en las Guerras de Sangre y las nuevas, todas nacidas bajo el mando de la Trapiguard Inc. Solo quedaban unos pocos que habían formado parte de la Vieja Guardia, considerados Leyendas Innatas, nunca ningún Krieger de la nueva ola había sido considerado como una Leyenda Innata. Las Leyendas Emergentes, de los que formaba parte, nunca habían sido consideradas para ascender a Innatas, excepto dos Kriegers, el Coronel Garin Sugawara, el quemacuerpos, y la Teniente Hildegard Nietzche, la desolladora, ambos Kriegers de clase Alfa, demasiado jóvenes  para haber vivido las últimas Guerras de Sangre pero que si participaron en las recientes  Crisis Corporativas y el Conflicto Droide. No había coincidido con ellos en ninguna misión, aunque la Teniente Nietzche dejó claro su desprecio hacia mí. Era discípulo directa de Stark, como yo, y parece que cuando Meister se encargó de mi instrucción, sintió algún tipo de desidia por ocupar yo el lugar, que hasta entonces, le había correspondido a ella.

La desolladora se acercó enseguida. Su rostro mostraba algún desgaste por los fuertes rayos ultravioleta del sol exterior. Aunque su melena rubia y su rostro juvenil aún resultaban agradables.

—Cuanto tiempo Coronel Mayor.—casi sin mirarme me saludó a mi— tenía ganas de verlo Meister Stark.

—Teniente Nietzche...

—Teniente Coronel ahora, Meister.

—Vaya mis disculpas, Teniente Coronel Nietzche, me alegro de que tu última misión fuera del perímetro fuera un éxito, sin duda lo merece.

—Gracias, Meister Stark.—giró su cabeza como si yo hubiera aparecido de repente— Imagino que el pupilo predilecto roba mucho tiempo al Coronel Mayor, a este paso el cachorro nunca dejara la madriguera. Debe darle mucho trabajo para no estar informado del resto de ascensiones.

—Seguimos apostando mucho por él. ¿Verdad, Sargento Schneider?

—No tengo demasiado interés en tus hazañas Teniente Coronel Nietzche, sin embargo, si me interesa saber que has visto ahí fuera.

—Oh vaya, ¿asi que estas sediento de escuchar aventuras?—dijo con un atisbo de burla.

—Siempre que puedan considerarse aventuras, el pasear en un lugar despoblado.

La Desolladora se me acercó a un palmo de narices, sus ojos eran casi negros, quizás se los había cambiado para soportar la corrosiva luz exterior. Mi memoria le adjudicaba unos ojos grises como el neoacero. Su perfume no era desagradable, al contrario de sus formas.

—Puede que seas Sargento, pero sigues siendo krieger de clase Beta. Tengo derecho a preguntarte lo que quiera, pero tu no tienes derecho alguno.

—Puede que el Sargento Schneider no sea Alfa, Teniente Coronel Nietzche—era el Coronel Sugawara quien intervino, con la condescendencia de la que solía hacer gala— pero a día de hoy, considero que es el único krieger Beta que tiene capacidad para convertirse en Alfa. Y solo por sus méritos merece todo nuestro respeto.

—Estoy totalmente de acuerdo, Coronel Sugawara —sentenció Klaus Stark.

La Desolladora, puso morros pero se contuvo, no sin más hablaba El Quemacuerpos, el krieger que consiguió destruir a toda una generación de droides defectuosos de Masamune Inc.
Dicen que el solo neutralizo y quemo unos diez mil en tan solo unas horas, otros, que fueron mas de cien mil. Desde entonces lo bautizaron así.
En cualquier caso, esa generación desapareció, como si nunca hubiera existido.

—Coronel Mayor, Sargento Schneider es un placer volver a veros. No dejan de escucharse vuestros nombres tanto en la élite como en la plebe. Aunque hemos pasado algún tiempo aislados de los entresijos de NeoDeltoya intento mantenerme informado.

—Ha pasado mucho tiempo, Coronel Sugawara.

—Ya lo creo Schneider, el que corta. Te has convertido en un hombre. Y sin duda, ya hay quien te coloca como sucesor directo de Klaus Stark, el ensordecedor.

— ¡Vaya! El Coronel Sugawara ya quiere retirarme —y nos reímos todos excepto la Desoladora.

—Eras un chico muy testarudo, destacabas entre los aspirantes. Bueno, ¿y tienes pensado que hacer con la Rache?

Por lo visto era cierto que el Coronel Sugawara seguía de cerca mi trayectoria, todos los altos mandos tenían acesso a los datos de nuestras batallas. Pero que las repasarán era otro cantar.

—Todavía no he decidido que hacer con ella, pero lo justo sería entregarla al Consejo para futuros Kriegers que la merezcan.

—Yo no me lo pensaría entre una Blitz de segunda generación y una Rache, pero es algo muy personal. —dijo el quemacuerpos.

—Eberhard Süskind fue un gran krieger, si lo hubieras conocido quizás, tu elección seria otra. —dijo Stark.

—Tus motivos son evidentes Sargento Schneider, tu Blitz significa mucho para ti, aunque tarde o temprano, deberás sustituirla.

—Es la hora. —Meister y los demás mandos formaron una fila y nosotros justo a su derecha.

Coronel Sugawara se giró y me hizo un gesto de aprobación. Las puertas de la Sala de Reuniones del Consejo se abrieron. La reunión que decidiría la situación de la ciudad entera.

Primera OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora