Capítulo 4: Sponki

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Capítulo 4: Sponki.

No se tiene constancia del primer contacto humano con un Ker, como forma de vida autónoma. Se creé que sucedió en algún momento entre el año 2090 y 2120. Desde la estación espacial Cosmos, comenzó la evacuación a escala mundial de la Tierra cuando se dio a conocer la imposibilidad de contener la creciente amenaza Ker en América y Europa. El apoyo de la estación lunar, Atron fue clave para el rápido éxito de evacuación, pero no muy tarde después, el virus se extendió por todo el sistema solar. Las naves de combate Lisnor y Mosad, las más avanzadas de la nueva república en aquella época fueron claves para que la especie no avanzase más allá de la órbita lunar. Fue el comandante Arnold Vogel en el año 2198 el que ordenó la inmediata destrucción del satélite terráqueo como medida de contención ante los Ker que resultó todo un fracaso. Para el siglo XXII, la evacuación del sistema solar fue llevado con éxito con las teorías la doctora Charity Parson.

Eliza Mallory Stone, Historia de las nuevas estrellas.

Pasaron días hasta que, por fin, Paulo volvió a hablar con Renata. Paulo mataba el tiempo en el puente o en su habitación, jugando al ajedrez o leyendo algún libro. Otra gran parte del tiempo se lo pasaba ejercitándose o metido en la realidad virtual, jugando a juegos de guerra: simulaba batallas espaciales o guerras antiguas en las cuales se ponía en la piel de un soldado parisino durante la segunda guerra mundial. Cuando se hartaba de mejorar su puntería, dejaba las gafas de realidad virtual a un lado y se ponía música para pintar o ver alguna película.

Renata por su parte, se interesaba más en los libros que descubría. Encontraba el formato físico maravilloso: nunca había visto un libro impreso en papel. Se había pasado media vida estudiando enfrente de varias pantallas o en un espacio de realidad virtual donde se sumergía en su despacho en mitad de un bosque con alegres sonidos de pájaros piando o el fluir de un rio cercano. Lo primero que hizo Renata al abrir el libro fue sumergir su cara entre las paginas para olerlo y llenarse de su fragancia a papel viejo, el cual, le pareció maravilloso. También pasaba el tiempo charlando con Alice sobre las misiones que había llevado a cabo con Paulo. Aunque dijese que no, parecía un mercenario en toda regla.

― ¿Hace cuánto que conoces a Paulo? ―preguntó Renata, mientras elegía otro libro para comenzar a leerlo.

― Cuatro años, siete meses y cinco días. Él mismo reprogramo algunas de mis características, debo de decir, mejorándome increíblemente.

― ¿También sabe programar? ―preguntó, extrañada

Por lo visto, Paulo era un genio en todo lo que se proponía. Sabia programar, arreglar él mismo fallos de la nave, disparar, manejar la nave en situaciones excepcionales...

― En un viaje nos topamos con los restos de un asteroide ―le contaba Alice―. Le informe a Paulo que iba a rodearlos, pero él insistió en querer atravesarlos. También insistió en querer navegar el solo sin ningún tipo de ayuda. Si tuviese que tener miedo a la muerte, esa habría sido una de esas ocasiones. Paulo parecía pasárselo tan bien como un niño jugando con un juguete nuevo. Tal vez sea por no tener vuestro mismo raciocinio, pero yo no encuentro divertido querer morir ―Renata rio, divertida―. Paulo te llama. Dice que vayas al puente en cuanto puedas.

Renata se tensó al instante.

― ¿Qué he hecho ahora? ―dijo ella.

― Nada. Espero.

Renata salió de su habitación temerosa, vestida con ropa ligera, resistente y térmica, como ya estaba acostumbrada. Sin embargo, no se esperaba que Paulo fuese tan previsor como guardar ropa de mujer en las habitaciones. Lo encontró en el puente, como de costumbre, comprobando datos y haciendo cálculos, con la ayuda de Alice.

― Hola ―saludó ella, al entrar.

― Nos aproximamos a Meabut ―dijo él, sin mirarla―. Desde la Pronor investigabais a los Ker, ¿verdad? ¿De dónde recogíais las muestras?

― Nos las traían en naves militares, casi siempre. ¿Pasa algo?

― No tienes ninguna constancia de que los Ker hayan llegado a Meabut.

― No, ninguna... ¿Qué ha pasado? ―repitió ella, alterada.

― Acabamos de dejar atrás la Sponki. Sera mejor que lo veas tu misma ―dijo él, al fin, dándose la vuelta para mirarla.

Paulo se levantó del asiento y sin decir más, salió del puente. Renata la siguió hasta las escaleras que conducían arriba. La segunda planta no se podía considerar como tal ya que, simplemente, solo había un observador.

El observador consistía en una habitación con el techo lleno de pantallas de alta definición que emitían, en tiempo real, grabaciones del exterior. Renata se llevó las manos a la boca cuando vio la Sponki, a escasos kilómetros de ellos. De la estación solo quedaba el casco y un par de propulsores apenas dañados. El resto se componía de metal abrasado, cuerpos flotantes y chatarra espacial.

― Alice ya ha escaneado la estación. No hay nada vivo allí dentro. Ni humano, ni Ker ―dijo Paulo con la más fría de las voces.

― ¿Qué significa esto? ―fue lo único que llegó a decir ella.

― Que estamos perdiendo la guerra ―dijo Paulo.

― No... no. ¿De dónde han salido? La federación los debería de tener controlados... ¿Qué hacen los Ker en Ximia? Estamos en un cuadrante muy alejado... No puedo creer nada... ―Renata estaba al borde del llanto.

― Llevo varios días intentando establecer comunicación con la estación, ahora ya sabemos porque nadie respondía. La cosa es peor en la superficie ―dijo Paulo, dejando el observatorio y a Renata con su llanto silencioso.

― ¿Cómo puede ser peor? ―preguntó ella, recomponiéndose, saliendo disparada detrás de Paulo―. No me digas que...

― No. Tengo un viejo conocido en un bar de los suburbios de Rionbi. Al parecer es una de las pocas ciudades que aún quedan en pie allí. Las demás han sido prácticamente devastadas. Se ordenó la evacuación hace días, pero un gran porcentaje de la población o es demasiado pobre, o quiere morir en su ciudad o... están locos y quieren morir luchando contra algo que no conocen ―Paulo suspiró, cansado―. Dejare la nave en órbita y dejaré a Alice al cargo. Te quedaras aquí mientras bajo allí abajo y...

― ¡No! ―protestó ella, al instante―. ¿Crees que puedo quedarme aquí? ¿Esperando a la muerte? Hace años que no toco tierra. Aún si son en estas condiciones, me da igual. Quiero enterarme de lo que está sucediendo. Además, tengo amigos viviendo allí, tengo que ir a verlos.

Paulo la miró, sopesando posibilidades. Alzó una ceja y se encogió de hombros.

― Es tu vida. Pero si te bajas, no volverás a subir a bordo ―Renata no supo que decir ante la amenaza. Cuando Paulo cerró la puerta del puente, ella aún tenía la boca abierta

― ¡Bien! ¡Estoy deseando bajar de esta asquerosa nave! ¡Y más si comparto mi oxigeno con... alguien... como tú, asquerosa rata de cloaca! ―le gritó a la puerta.

Amanecer AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora