Capítulo 11: El vacío. Parte 1.

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            Capítulo 11. El vacío. Parte 1.

Blanco.

Negro.

Todo daba vueltas.

Todo era blanco.

Todo era negro.

Un torbellino gris.

Se escuchaban por doquier miles de voces lejanas y cercanas. Cada una le susurraba o le gritaba. Cada una un idioma distinto. Desde un principio, el vacío la había inundado y se había apoderado de sus recuerdos y compartía con ellos momentos que nunca había vivido... y a la vez, sí. Todo estaba tan confuso... Allí había mucho amor. Mucho resentimiento. Mucho miedo. Sobretodo miedo y amor. Recordó lugares que nunca había visitado y besos que nunca había dado. Recordó caricias que nunca había sentido y temores que nunca había sufrido. Su mente estaba en blanco, pero no podía de dejar de pensar. El frío contrastaba con el calor que sentía en los huesos y todo dio una vuelta de tuerca. Ahora era el calor el que contrastaba con el frío que sentía en los huesos y no pensaba nada mientras su mente estaba llena de reflexiones que nunca le habían preocupado. Era suficiente para volver loco a una persona.

Y caía. Caía, lentamente. Lentamente, como una pluma que se desprende de un águila que sobrevuela los cielos. Y cada vez que caía sentía de nuevo el calor y el frío mientras recordaba, con lágrimas en los ojos, aquellos hermosos lugares que se había perdido, aquellos hermosos besos que nunca le dieron mientras que las voces le seguían hablando, desde todos los sitios que la rodeaban.

Caía.

Lentamente.

Con suavidad.

En un torbellino de luces.

Con pequeños matices negros.

Había muchos matices negros.

¿Dónde estaba?

¿Importaba?

No.

Porque caía.

Rápidamente.

Hacía el vacío.

Renata abrió los ojos. Lo primero que hizo fue vomitar, aunque nada salió de su boca. Intento gritar, pero no tenía voz. Intentó golpearse en el muslo, pero no sentía ni dolor ni los golpes emitían sonidos.

Estaba flotando. Todo a su alrededor era blanco. Como si estuviese en el espacio... No. Era más bien como en el agua. Algo se movía a su alrededor. No sintió peligró, así que supo, que no debía de temer. Sin embargo, se dio la vuelta.

Un agujero negro se aproximaba a ella. Un agujero negro gigante que tragaba la luz, pero no la arrastraba a ella. O tal vez sí, pero no lo notase. Toda la luz se apagaba... En un abrir y cerrar de ojos, todo se volvió oscuro, tan oscuro como el carbón o una noche sin estrellas. Parpadeo.

Estaba de pie en la calle. Todo se movía despacio a su alrededor, menos ella. El mundo se había ralentizado. Todas las personas que le rodeaban parecían tener un aura gris a su alrededor, un reflejo de sí mismos, como si cada persona tuviese una estela. Renata observo alrededor para orientarse... hasta que lo vio.

El edificio Ingmer. La que fue sede de la confederación. Eso solo quería decir que estaba en Yust. Renata meneo la cabeza. No podía ser. Claro que no podía ser...

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