Capítulo 7: una pequeña incursión.

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            Capítulo 7: Una pequeña incursión.

Una vez que todo estuvo montado en la nave, despegó inmediatamente.

― Once minutos ―anunció Alice.

― Bien... ―dijo distraído Paulo, observando un mapa en tres dimensiones de la ciudad en el que se mostraba todo a la perfección: hasta el último árbol estaba reflejado en el holograma.

Renata observaba por la ventana, con el corazón en la garganta. Paulo no les había dicho donde se dirigían, pero desde luego, no estaban saliendo del planeta y mucho menos, del sistema. Volaban por las lejanías de la ciudad, justo en el perímetro donde el mapa que miraba con tanto entusiasmo Paulo, acababa. Pero, incluso desde allí, uno podía divisar centenares de naves de combate salir del planeta, un millar de drones de combate y un par de colosos. Conforme avanzaban más, más grandes se hacían los puntitos. A Renata le dio una corazonada. Se levantó y fue a buscar a Paulo.

― ¿Paulo? ―dijo, observando lo que tenían delante―. ¿No será eso...?

― Lo es ―dijo Sully―. La base militar más grande de este planeta. Más que nada porque somos lo único que existe en este planeta... ―añadió en voz baja.

― ¿Y qué hacemos aquí? ―la nave se fue deteniendo poco a poco.

― Coger unas cosas prestadas ―dijo Paulo, comprobando su traje.

Llevaba un exoesqueleto con un jet que le permitiría volar durante unos breves minutos y planear. También observo las extensiones del brazo que le permitirían levantar más de diez veces su peso. Sully también lo llevaba puesto.

― ¿Robar? ―preguntó escandalizada Victoria, desde atrás. Fer y ella se acercaron a escuchar, curiosos.

― Yo no lo diría así ―dijo Sully, pensativo―. Pero tú sí, claro.

― ¿Le vais a robar al gobierno que nos está ayudando a no morir? ―preguntó extrañado Fer―. Además, la seguridad debe de ser demasiado fuerte...

Sully y Paulo comenzaron a reírse mientras cogían unos fusiles y unas herramientas que parecían más unas versiones arcaicas de fusiles que herramientas.

― Ya lo hemos hecho un par de veces, he de admitir ―dijo Paulo, colgándose el fusil a la espalda, al igual que el otro fusil raro―. Además, todas las naves que no hayan salido ya, no saldrán.

― Estamos en estado de excepción, total emergencia, muerte instantánea ―dijo Vic, sobrepasada―. ¿Pensáis que cualquier cosa que no pueda disparar o estrellarse contra un Ker no va a estar allí afuera?

― Si. El armamento del gobernador ―dijo Paulo, sonriente, buscando el casco.

― El gobernador aún no ha abandonado la ciudad. No le dejan. O tiene esperanza ―dijo Sully.

― O está ciego― añadió Renata.

― Por ley tiene que haber si o si una última fuerza que pueda sacar al gobernador de la ciudad sin problemas, ante cualquier disturbio o... extinción.

― Vale, ¿dónde está mi traje? ―preguntó Renata.

Absolutamente todos se le quedaron mirando, anonadados.

― No, no, tu no vienes ―dijo Sully.

― No, no, tú no te vas ―dijo Vic.

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