Capítulo 3: La doctora.

15 0 0
                                    


Capítulo 3: La doctora.

Las teorías de Einstein suponían un gran problema a la hora de plantear viajes espaciales. Si viajásemos a las estrellas más cercanas al sistema solar, sin poder superar la velocidad de la luz sino, simplemente, igualándola, nos llevaría años, como mínimo. El viaje espacial se comenzó a plantear de distintas formas durante la conquista del sistema solar y en el año 2087, Charity Parson descubrió al mundo su nueva visión galáctica: la teoría del viaje a través de los agujeros de gusanos: Parson descubrió un método con el cual podía llegar a crear agujeros de gusanos. No fue hasta 2115 que su hijo pudo poner en practica estos conocimientos, dado que le era imposible realizar el experimento en la Tierra. Dos décadas después, la forma de controlar el destino del agujero fue expuesta en un congreso y medio año después, el primer viaje espacial fue logrado con éxito.

Eliza Mallory Stone, Historia de las nuevas estrellas.

Los dos siguientes días, los pasó en su habitación, descanso, leyendo y jugando al ajedrez con Alice, la cual, siempre resultaba una adversaria imposible de vencer, a pesar de que había modificado sus parámetros para que, en vez de que le venciese en menos de treinta jugadas, lo hiciese en más de cien. Aun así, le resultaba imposible plantarle cara más allá de eso, a pesar de todo el tiempo que se pasaba pensando en su siguiente movimiento. Alice, por supuesto, lo movía de inmediato. Fue, precisamente, cuando estaba pensando una jugada para hacer jaque descubriendo su defensa, que Alice lo interrumpió... lo cual no era nada usual.

― Paulo, la señorita Clay desea verle ―le dijo.

― ¿Dónde está? ―preguntó, concentrado.

― A cuarenta y tres centímetros de tu puerta.

― Dile que entre ―dijo, apunto de mover un caballo para comerse una torre. Dejó la ficha en su posición original, en el último instante, sin saber a ciencia cierta si se trataba de un cebo o no. Renata abrió la puerta lo suficiente como para asomar la cabeza, sin llegar a hacerlo.

― ¿Se puede? ―preguntó, con amabilidad.

― Entra, entra ―dijo Paulo.

Renata vestía ropa que le venía demasiado grande: reconoció al instante una de sus camisetas. Los pantalones también eran suyos. Lucia el pelo castaño suelto, el cual le llegaba por debajo de los hombros.

― Solo te quería dar las gracias... por lo del otro día ―dijo ella, entrando a su habitación, con cautela.

― No hay de que ―dijo él, sin darle importancia―. ¿Estás mejor?

― Si. Más descansada. Mejor... Aunque un golpe así no se supera con... bueno, no importa.

― Espera, espera ―dijo Paulo, dejando un momento el ajedrez de lado―. ¿Dijiste que te llamas Renata? ¿Renata Clay?

― Doctora Renata Clay, si ―dijo ella, asintiendo con una cordial sonrisa.

― Tu nombre me suena mucho...

― Doctora Renata Clay ―anunció Alice―. Doctorado por la Universidad Redwald de Lochacre. Doctora en ingeniería, viajes interdimensionales, estudios elementales de los Ker, vida extraterrestre...

― ¿Y se puede saber qué hacías aquí? ―dijo Paulo, asombrado.

― Un amigo de la ciudadela me recomendó para la investigación que hacían en la Pronor sobre los Ker. Eché los papeles y al día siguiente, mandaron un transportador a por mí ―Renata se sentó en el borde de la cama―. Al principio, la idea era quedarme poco tiempo, pero una cosa llevó a otra y al final me quedé diez años. Los datos que sacábamos en las primeras semanas eran... desconcertantes. Nunca había visto nada igual. Poco a poco, con la ayuda del gobernador del sector y un poco de ayuda de la ciudadela, fuimos consiguiendo todo el material que necesitábamos para que nuestras investigaciones diesen resultados...

Amanecer AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora