Capítulo 11: El vacio. Parte 2.

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            Capítulo 11: El vacío. Parte 2.

Blanco.

Negro.

Todo daba vueltas.

Todo era blanco.

Todo era negro.

Un torbellino gris.

Una luz, al final.

Todo era negro.

Todo era blanco.

Una voz le susurraba, le hablaba en un idioma que nadie llegaría nunca a conocer, ni a entender. Un idioma que nadie podría haber llegado a escuchar. El miedo se apoderaba de su cuerpo, poco a poco. Desde un principio, el vacío le había inundado, se había apoderado de su ser, de su cuerpo, de sus sensaciones y de sus temores. Ahora solo estaba el remolino blanco, negro, gris. Colores que no comprendía, idiomas que no hablaba, odio, sufrimiento, ira, compasión... Comprendió todo lo que no conocía y todo lo que nunca nadie llegaría a conocer. Tuvo un orgasmo lleno de miedo, de temor, de ira, de odio. Cada poro de su cuerpo gritaba de placer y de intensa, intensa ira. Ira por todo. Ira por el mundo. Ira por el universo. Por la galaxia. Por el amor, el odio, el vacío, la plenitud, la sabiduría, la indiferencia, las sensaciones, ira...

¿Por qué estaba tan lleno de odio? ¿Por qué estaba tan lleno de resentimiento?

Su piel se puso de gallina justo cuando empezó a gritar. Gritos que nadie escuchaba. Sin darse cuenta, estuvo llorando toda una eternidad en la que solo sentía sensaciones muy opuestas: miedo, odio, placer, amor. Recordó muchas cosas que no sabía. Aprendió otras muchas que ya conocía. Y después de cada una de ellas, volvía a encogerse y volvía a llorar, a gritar, a llegar al máximo placer para que justo después llegase la máxima expresión de miedo.

Todo, absolutamente todo, era negro.

Todo, absolutamente todo, era blanco.

Todo estaba lleno de colores que no veía.

Todo estaba lleno de sabiduría.

Todo, absolutamente todo, lo amaba.

Todo, absolutamente todo, lo despreciaba.

Su corazón estaba divido. No existía nadie. Ni siquiera él. Estaba en un vacío lleno. Solo existía él y todo lo que le rodeaba. ¿Qué hacia allí? ¿Quién era él? Uno entre miles de trillones. Recordó cada rincón que había conocido y nunca había viajado. Se acordaba de las playas negras Cylti, los edificios volantes de Tima y las gigantes canteras de Hattis. También se acordó de la torre de Usti, el mercado de Rionviuq y de millones de rostros que nunca llego a conocer. Pero cada una de sus facciones estaban allí. Ken Robles era un militar de Cylti, el mismo que nunca le indicó donde se alojaba. Rex Hicks era un ladrón con el que se topó en la misma ciudad y Eda Rogers fue la mujer más bella que había conocido en su hospedaje en Gaf. Araceli Leal era una pequeña niña que se perdió cerca del Bosque Azul, en nueva Hasr y Sathe era el seudónimo de un supuesto brujo que lo timo leyéndole las manos en Rionviuq, cerca de su gigante mercado.

Todo estaba lleno de alegría, inocente alegría.

Todo estaba lleno de amor, puro amor.

Todo estaba lleno de decepción, enorme decepción.

Todo estaba lleno de miedo, gigante miedo.

Amanecer AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora