Capítulo 5: Meabut. Parte 2
La nave sobrevolaba a cinco mil metros de distancia del cielo grisáceo que se cernía sobre Rionbi. La ciudad había sido cercada por kilómetros de escudos de energía cinética y plásmidos en un muro de energía que se levantaba cientos de metros. El espacio aéreo estaba totalmente controlado y todas las naves que quisiesen aterrizar debían de pasar un estricto control que llevaba por lo menos cinco minutos.
La ciudad estaba sumida en el caos: la gente se tomaba la defensa por su propia mano y obraba su justicia. El ejército ―poco y mal armado―, defendía las calles y los organismos de mayor importancia. La mayoría de los ciudadanos se refugiaba en sus casas, temerosos de que, en cualquier momento, algún loco armado pudiese entrar en su casa. Muchos edificios ya habían sido saqueados, explotados y destruidos en su completa totalidad. Los servicios de emergencia estaban desbordados y la mayoría de ellos sufrían ataques cada dos por tres de vándalos que se tomaban el estado excepcional como un juego. Por suerte, los hangares estaban bien protegidos.
Hacía días que Renata no había visto a Paulo. Se había encerrado en su habitación y no había salido desde entonces. La única compañía de la que disfruta era Alice, con la que muchas veces, tenía discusiones muy interesantes. Pero el día que discutió con Paulo...
Lo primero que hizo fue tirarse a la cama, bocabajo, a llorar. No se podía creer que la Sponki hubiese sufrido el mismo destino que la Pronor. En ambas estaciones había tenido compañeros muy buenos y con los que, al final, había trabado buenas amistades. Y ahora estaban todos a la deriva, flotando o siendo víctimas de lo que sea que los Keres hiciesen con los cadáveres ―comerlos, devorarlos, ofrecérselos a algún dios maligno... Tampoco se podía creer la frialdad de Paulo. Su manera de proceder, de hablar con ella, lo mucho que se cerraba en sí mismo. ¿No acaba de admitir que el planeta se encontraba en sus últimas? ¿Y la pensaba abandonar allí? Desde luego, Paulo no era alguien que tuviese corazón.
El día de la llegaba a Rionbi, Renata ya lo tenía todo claro.
― Paulo desea informarte de que aterrizaremos en breves ―le informó Alice.
― Ya lo sé ―dijo ella, distraída, observando el techo.
Cuando empezó a notar como la gravedad artificial arrastraba a la nave, Renata se levantó y se encamino hacia la compuerta, pero, por algún motivo, se quedó parada en frente de la puerta que daba al puente. Solo tuvo que esperar unos minutos antes de que Paulo saliese de allí.
― Muchas gracias por salvarme en la Pronor. Encima de mi cama te he dejado una tarjeta, lo cual debería de cubrir el pago por la comida y el rescate. No es mucho, pero por favor, acéptalo. Adiós ―cuando se dio la vuelta, las palabras volvieron a salirle de la boca, sin que ella lo desease―. Sea lo que sea que te haya pasado, deberías de dejar de huir y afrentarlo ―se escuchó decir. Sin esperar una respuesta, Renata se marchó de la nave, no sin decir antes en voz baja «Adiós, Alice».
El hangar estaba casi vacío. Observo la dársena donde se encontraba la nave, la C-12. Normalmente estaría abarrotado hasta por lo menos, la letra «Q». En ningún momento había pensado en que los ciudadanos ya habrían evacuado la ciudad. Por lo visto Paulo tenía razón: Rionbi se moría. Paso muy poco tiempo antes de comprobarlo.
Las calles estaban en una situación precaria. Desde allí abajo podía divisar algunas columnas de humo salir de lejanos edificios. Podía escuchar gritos aislados y la mayoría de los comercios presentaban grandes pérdidas: cristales rotos, escaparates destrozados, mercancías tiradas por los suelos... En más de una ocasión presencio un pequeño tiroteo de un grupo de militares hacia uno de los enormes edificios. Una alarma no paraba de escucharse por toda la ciudad.
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Amanecer Azul
Science FictionTiempo dificiles... La confederación se esta viendo desbordada por el ataque de los Keres, seres que, parece ser que solo quieran matar y destruir a su paso. La confederación asegura que los tienen bajo control pero cuando Paulo encuentra a Renata...