Capítulo 10: La larga espera.

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            Capítulo 10: La larga espera.

Habían pasado seis minutos desde que Paulo había caído en el vacío. Estaba allí, tumbado, con los ojos cerrados, sin llegar a enterarse de nada de lo que sucedía allí afuera.

Solamente quedaban tres naves de la confederación. Manejaban más drones de los que podían controlar y se notaba en todos sus movimientos, en sus alocados disparos, en su carente estrategia. Estaban desbordados; cada vez parecía que habían más Keres. Pero el problema principal no eran ellos, si no Tiavos que, cada segundo que pasaba, se acercaba a ellos, destrozando todo a su alrededor. A las naves de Frank tampoco les parecía ir muy bien: un par de ellas ya había sido destruidas por los Keres. El resto ya no podía mantenerse alejado de la batalla; con la masiva destrucción de la flota de la confederación, los Keres se habían centrado en el siguiente gran objetivo: ellos.

Renata se sentía tan impotente... No podía hacer nada allí. No sabía controlar los drones, ni podía dirigir la nave. El silencio se había apoderado de la nave cuando Renata pidió a Alice que quitara el volumen. El único ruido eran los resoplidos de Sully, que movía los mandos como si estuviese espantando a unas moscas molestas. Alice no había pronunciado ni una sola palabra desde que Paulo se marchó al vacío.

Renata sostenía el cuchillo con el que Paulo se había cortado la mano, el cual, había caído al suelo. Lo miro una, dos y diez veces. Observo la pequeña mancha de sangre en el filo y observo a Paulo, intermitentemente.

― Lleva demasiado tiempo ahí dentro ―dijo Renata.

Nadie le contesto.

Renata daba vueltas por la habitación, observando la batalla. Todo parecía ir a peor: los drones se volvían locos convirtiéndose en presa fácil de los Keres que se lanzaban hacia ellos, montándolos como un caballo, golpeándolos con los puños y sacando todo lo que llevaban dentro. No paso mucho tiempo hasta que les atacaron a ellos, así que Alice destino más de la mitad de los drones que controlaba a su defensa. En momentos, las pantallas de enfrente se llenaban de un muro de drones que disparaban sin cesar a las hordas de Keres que se abalanzaban sobre ellos. No era necesario darle instrucciones a Alice de por donde se aproximaban los Keres, ella lo sabía. El tiempo pasaba demasiado despacio. Al par de minutos, Renata se acercó a Sully.

― Lleva demasiado tiempo ahí ―le repitió.

― ¿Y qué le hacemos? ―le contestó mientras movía los mandos.

Renata no contestó. Se alejó de él, dejándolo hacer bien su trabajo y volvió a donde se encontraba Paulo, fuera de él. Le acaricio la cara, le zarandeo y finalmente probo dándole un guantazo. Nada lo inmutaba. Parecía estar durmiendo. La única diferencia es que tenía el rayo agarro con fuerza. También había probado a intentar separarlo del cristal, pero sus dedos estaban tan aferrados que parecía otra parte más de su cuerpo. Nada funcionaba. Una cosa tenia seguro Renata: si Paulo se quedaba más de quince minutos pegado al rayo, no volvería nunca del vacío. Y todos los que habían hecho la unión con un Ker habían muerto o vuelto locos. No podía soportarlo: tenía que hacer algo.

Una locura cruzó sus pensamientos. Si la carga neuronal era demasiado grande, el rayo no tendría otra opción que colapsar. Miro una última vez a Sully y se cortó la mano por el mismo sitio donde lo había hecho Paulo. Se sentó en el suelo, apoyada en la silla donde reposaba Paulo y, temblando, rozo la mano de Paulo.

Nunca su corazón había latido tan rápido. Cuando le rozo la mano, retiró la suya de inmediato y se la llevó al pecho, cerca del corazón, manchando su ropa de rojo. Esta vez fue más directa. No sabía que le esperaba. Nunca se había drogado y mucho menos había tenido alguna experiencia con aquello. Toco el rayo con la punta del dedo, limpia de sangre: estaba caliente. Separó el dedo y, sin pensarlo, agarró el cristal con la mano, llena de sangre.

Amanecer AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora