Capítulo 6: Reencuentro. Parte 2.

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            Capítulo 6: Reencuentro. Parte 2

Ya casi estaba todo recogido. Casi.

― Necesito que se carguen estos datos antes de marcharnos ―decía Fer, desesperado, esperando a que una barra subiese un poco más.

― No hay tiempo ―decía Renata.

Vic por su parte, tecleaba rápidamente en la pantalla que le proyectaba un orbital que flotaba a su lado. Su cara se ponía blanca por segundos.

― Estoy leyendo informes. Están cerrando el tráfico aéreo.

― ¿Qué? ¡No! ―Renata no lo podía creer. Lanzó un orbital y en cuanto la pantalla se proyectó comenzó a buscar noticias.

― Es imposible ―escuchó decir a Fer, desde la habitación―. Acaban de decir que evacuemos, ¡no pueden decirnos ahora que nos quedemos en casa! Joder... Un rango cinco... ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿No lo tenían controlado?

― Es cierto ―dijo Renata, llevándose la mano a la boca, estupefacta―. Están cerrando fronteras y prohibiendo cualquier nave. El ejército quiere atacar...

― ¿Atacar? ―Fer salió de la habitación―. ¿Atacar a eso? No se puede atacar a eso. Se puede huir ―dijo, volviendo a entrar―. ¡Que le den! Ya se cargará, no me importa perder mil créditos de nada y dejar aquí los ordenadores...

― Cariño... ―dijo Vic, al borde de las lágrimas.

Fer fue a abrazar a su esposa con fuerza, donde ella se permitió derramar un par de lágrimas. Él le besó la cabeza cinco veces y le acaricio la espalda, tranquilizándola.

― Ya veréis como es un malentendido.

― Seguro ―dijo Renata, sin llegar a creerlo―. Vámonos ya, ¿vale? ¿Tenéis todo lo que necesitáis? ―Victoria se recompuso, restregándose los ojos.

―S-sí. Todo. Vámonos...

Los tres salieron de la casa directos a un coche con un gran maletero que solo llenaron hasta la mitad. Renata se sentó atrás y se abrochó el cinturón. Victoria se sentó en el asiento del conductor y Fer, a su lado.

― Que le den al piloto automático ―dijo ella, agarrando el volante y pulsando varios botones con una rapidez asombrosa―. Nos vamos de aquí, cueste lo que cueste.

El coche se elevó y Vic condujo por los aires a la máxima velocidad. Al igual que ellos, otros seis coches iban detrás de ellos directos al hangar. Renata miraba las noticias, cada vez más desoladoras: el rango cinco, bautizado como Tiavos se dirigía hacia Meabut con una velocidad asombrosa por lo visto, con un número desorbitado de Keres acompañándole. No tardaría más de una hora en llegar al planeta.

― Dioses... ―susurró Vic.

Habían llegado al hangar. Un millar de personas intentaban acceder para coger sus vehículos, pero entre el hangar y las personas se interponían tres filas de soldados armados hasta los dientes, apuntando hacia la multitud. Desde allí arriba podía observar cómo la gente arrojaba todo lo que tenía a los escudos de los soldados, que repelían todo. La primera fila de soldados apuntaba a la multitud, la segunda portaba escudos y la tercera apuntaban a los vehículos que sobrevolaban el espacio aéreo encima de ellos.

― Entonces es verdad... ―dijo Fer, desolado, incrédulo.

― Volvamos a casa... ―dijo Vic, sin más palabras.

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