Ya habían pasado tres días desde que Eva se había transformado, y aún no había despertado. Christian les explicó que era normal, él había estado cinco sin moverse, durmiendo, en un sueño reparador. Las células de Eva se había disparado, helándose por dentro a causa de su parte shek, y tardarían en estabilizarse.
En todo ese tiempo, Erik no se había separado de ella. Se quedaba todas las noches a dormir en su misma cama. No había ido al colegio ni se había movido de esa habitación, a excepción del baño. Su madre le traía la comida a la cama, y el la engullía con la mirada fija en el rostro de su hermana.
Christian también se había quedado con ella. Él solía venir por las noches, cuando Erik ya estaba dormido, y siempre se preguntaba la misma cosa: ¿Por qué no se repelían? Christian ya había observado el aura de Erik, y tenía el mismo metabolismo que Eva, pero en dragón, y lo suficiente como para que el odio fluyera entre ellos, pero nada, ellos se amaban, eso quedaba claro, aunque sabía que en el fondo Erik pensaba que debería odiarla, pero algo muy fuerte taponaba ese pensamiento, la imagen de Eva convirtiéndose en serpiente, y eso lo tranquilizaba, sabiendo que nunca la podría dejar sola, era su hermana.
Christian los envidiaba. En el fondo, le gustaría poder llevarse así con Jack, o con cualquier persona que no fuera una serpiente. Pero no lo había conseguido. Si que sentía un extraño afecto por Erik, no tan fuerte como el de Eva. Pero era algo, algo que nunca sintió con Jack.
Erik tenía un brazo sobre el pecho de Eva en ese momento, y respiraba con regularidad, al igual que Eva. Por primera vez, Christian había tenido serias pesadillas, pesadillas en las que Eva moría durante la transformación, y se despertaba sobresaltado, sobre la silla junto a la cama de Eva.
Esa noche fue igual. Abrió los ojos, respirando a toda velocidad, y observó que todo había sido un sueño. Erik seguía en la misma posición, abrazando a su hermana. Miró a su alrededor. La única luna del cielo terrestre estaba llena, y su luz alumbraba en la penumbra. Sobre la mesa estaba el IPod de Eva, perfectamente enrollado entre sus cascaos. Se estiró sobre la silla y lo cogió.
Encendió la pantalla, y algo lleno un vacío en su interior al ver que la canción última que había escuchado era Beyond, y no pudo evitar la tentación de ponerse los cascos y escucharla una vez más.
La música llenó su mente, como la primera vez que la había escuchado en la tierra, y supo que el también quería crearla. Así es como se hizo cantante. La letra le recordó a tiempos pasados, más de veinte años atrás, casi, cuando vio por primera vez la luz en la mirada de Victoria, y supo que quería pasar el resto de su vida con ella.
Tan metido estaba en la letra, que no escuchó ni presintió la mano que se posó lentamente sobre su hombro. Sobresaltado, se quitó un auricular, y se daba la vuelta, para mirar a aquellos preciosos ojos castaños que le habían enamorado.
—Hola, criatura— le dijo, apagando la canción y dejando el IPod en la mesa de nuevo.
—Hola— contestó ella. Christian pudo ver que había estado llorando, las lágrimas aun bañaban sus mejillas, y sus ojos estaban rojos.— Por favor, ven a dormir conmigo.
El shek desvió la mirada hacia la cama, donde Eva estaba totalmente quieta, solo su pecho se hinchaba imperceptiblemente. Se sintió tentado de rechazar la propuesta y quedarse con su hija toda la noche, pero después se dio cuenta en la forma en la que Erik la abrazaba, para que no se fuera lejos, y se tranquilizo.
—De acuerdo— contestó. Se levantó de la silla, cogiendo a Victoria de la mano, mientras esta lo guiaba hacia su habitación. Supuso que Jack se habría ido a dormir a la habitación de invitados, aunque en ese momento le importaba bien poco.
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Memorias de Idhún IV: De luz, hielo y fuego.
Fantasía(Continuación (mía) de la trilogía de Memorias de Idhún, por Laura Gallego García) Eva y Erik tienen que descubrir solos todos los secretos que sus padres les han estado ocultando, y tarde o temprano, darán un paso hacia otro mundo. Un mundo que n...