Alguien se estaba moviendo por el pasillo, Eva podía notarlo. No era Erik, que seguía dormido en la cama de al lado, ni tampoco sus padres, podía escucharlos soñar. Christian se había quedado dormido en una de las habitaciones, también podía notarlo. Se escurrió fuera de la cama lentamente, sin casi hacer ruido, no más que el roce de las sábanas. Antes de salir de la habitación, miró una última vez a su hermano, y cerró la puerta tras ella.
El pasillo estaba oscuro, pero ella podía ver perfectamente en la negra noche. No había nadie ahí. Pero, sin embargo, si que había alguien en al puerta de la habitación del fondo, la más pegada a las escaleras. Hacía tiempo que Eva había decidido no usar sus poderes mentales contra la gente, pues era como invadir su privacidad, por lo que no supo quien era la persona de la puerta hasta que estuvo junto a ella.
Luk-ian estaba apoyado sobre el marco de la puerta de raíces, escrutando el interior con aire aburrido. No pareció ver a Eva cuando se acercó, pues tenía los ojos entrecerrados y desviados hacia otro lugar, y Eva puedo apreciar quien estaba en el interior.
Kiara, la niña del cabello blanco, dormía en una pequeña cama en el centro de la habitación. En las otras cuatro camas no dormía nadie, y la niña parecía la bella durmiente sobre el lecho, con el cabello esparcido sobre la almohada, perfectamente tumbada, recta y las manos sobre el estómago.
—¿Qué haces aquí?— le preguntó Eva a Luk-ian. El chico se sobresaltó al encontrarla allí. Se irguió sobre si mismo y se repeinó el cabello. Tenía ojeras azules bajo los ojos verdes pino, que le brillaban sobre la piel blanca azulada.
Se relajó al estudiarla mejor y ver que era ella, y volvió a apoyar la espalda en la puerta.
—Esperar— contestó, simplemente. Sus miradas no se separaban ni un momento, y a Eva le sorprendía que no quisiera apartarla. Pero a los pocos segundos vio como titilaba su iris, y notó, en lo más superficial de su mente, que esperaba que ella quitara la mirada antes que él.
Le concedió eso, mientras volvía a preguntar, con la vista fija en Kiara.
—¿Espera el qué?
—A que Kiara empiece a gritar— dijo, y se volvió a cruzar de brazos. Eva lo estudió mejor por el rabillo del ojo. Tenía un gran parecido con Shail, en la forma de moverse, en su voz y sobre todo en que parecía muy humano, para ser una mezcla. La sangre de su padre había sido dominante en él, y Eva intentó imaginárselo si no hubiera sido así. Sin pelo en la cabeza, con el rostro azul, y la mirada de Zaisei, de compasión.
—¿Grita?— preguntó, bastante sorprendida— ¿Sabe hablar?
El chico sonrió, y posó la mirada en la niña.
—Si, sabe hablar, que lo haga es otra cuestión— le contestó, en susurros. Eva no se había dado cuenta de que estaban hablando en susurros.
—¿Por qué no habla?
—¿Tendría ganas de hablar si tu madre te hubiera abandonado para unirse a la gente que te quiere muerta, y tu padre hubiera tenido que marcharse para lidiar una guerra contra ella?— le dijo, con una sonrisa cruel en los labios. El chico era mucho más alto que ella, pero eso nunca le había preocupado a Eva para enfrentarse a cualquier persona, pensó, aunque no entendía por qué lo había pensado.
—No, posiblemente no— contestó, con su típica voz helada—Pero no parece triste, sino como si… como si no tuviera lengua o algo.
El chico la miró atónito, y se inclinó sobre ella. Su cabello, un poco largo, se le cayó sobre los ojos, pinchándole.
—Creía que podías leer mentes— le dijo, sin apartar su mirada— Creía que los sheks podían leer mentes.
—Podemos leer mentes— le contestó, ruda y fría. A veces le molestaba que la gente hablara de lo que era su raza como si ya todos estuvieran muertos. Ella estaba viva, su padre estaba vivo, y un montón de sheks en otros mundos estaban vivos.— Pero a mi no me gusta usarlo, ¿lo usarías tu para invadir la privacidad de la gente?
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Memorias de Idhún IV: De luz, hielo y fuego.
Fantasía(Continuación (mía) de la trilogía de Memorias de Idhún, por Laura Gallego García) Eva y Erik tienen que descubrir solos todos los secretos que sus padres les han estado ocultando, y tarde o temprano, darán un paso hacia otro mundo. Un mundo que n...