La fé del desesperado

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Buenasss. Como siempre vengo a pedir disculpas por la tardanza. Os juro que cada vez que actualizo me prometo a mi misma ser constante con las próximas entregas, pero no hay manera. Esta parte es muy muy larga (4466 palabras en Word) así que en realidad cuanta como dos, jaja. No voy a hacer promesas esta vez, así que sólo os pido que sigáis atentos, porque pretendo terminar esta historia antes del 2021, jurao. 

Dadle mucho amor, idhunitas. Creo que os gustará. 

¡Continúa la aventura!



I

La lluvia nublaba su vista, ya solo distinguía formas y sombras confusas.

Eva había calculado mal cuánto le llevaría cruzar el Bosque de Awa, incluso a aquella velocidad. O a lo mejor se había perdido, no conseguía decidirse por una. Todos los árboles le parecían iguales, pero incluso en ellos reconocía patrones. La mayoría le querían sonar de algo, las rocas en el camino parecían familiares, aunque una roca es una roca, al fin y al cabo. Intentó orientarse con las estrellas, buscando algo que le apuntara al este, donde sabía que se encontraba el Oráculo, pero no conocía aquellas constelaciones, y hasta las lunas la confundían. No había ningún olor en el ambiente que le resultara familiar, las colinas y los claros se mezclaban en su cabeza, mientras todo lo demás le daba vueltas.

Sin embargo, era ese dolor, ese sentimiento agonizante, lo que la mantenía con vida.

"Me estoy muriendo", era todo lo que podía pensar. En efecto, podía notar como sus músculos comenzaban a dormirse, quizás por el esfuerzo, aunque no recordaba aquel dolor de cuando bailaba llevado al extremo. La piel le quemaba y sus pies descalzos sufrían con cada roce de la arenilla. "No, este dolor es mortal", su cabeza intentaba decirle algo, pero había una parte de ella que parecía no reaccionar, como si estuviera dormida.

Aun así, continuó andando.

La niña intentaba cargar con ella lo mejor que podía, pero tendían a tropezar cada diez pasos. A veces murmuraba cosas en un idioma que Eva no podía comprender, o quizás su mente estaba tan perjudicada que no quería intentarlo. Pero la niña no la abandonaba en ningún momento, ni siquiera cuando Eva se desplomaba gritando en el suelo. Al rato comprendió que no estaba lloviendo, sino que sus propias lágrimas le nublaban la vista.

El bosque seguía. Ya deberían haber llegado, o al menos algún centinela del Oráculo debería haberlas avistado ya.

Al final la niña la reposó contra un árbol y ella misma se recostó contra el suelo, cogiendo aire con todas sus fuerzas.

—No vamos a llegar...— susurró Eva, y empezó a notar que la respiración se le entrecortaba. "Qué sensación más extraña". Eva nunca se ponía enferma, las heridas le duraban dos días como mucho, su mente siempre estaba despejada, alerta. Lo único con lo que podía comprar aquel dolor era aquella noche de hace mil años, cuando su cuerpo se rompió y liberó a su esencia mística, el shek negro y alado.

—Claro que sssi— respondió la niña, enderezándose súbitamente— Llevamosss horasss andando, a algún sssitio tendremosss que llegar.

Una suave risa resonó en la cabeza de Eva. De haber estado en otra situación, probablemente tendría muchas preguntas y conversaciones que compartir con aquella extraña niña tan diferente a ella. Pero ahora sólo había dolor.

—¿Te la intento quitar?— preguntó la niña, tímidamente.

Eva la miró, apartando la vista del cielo estrellado. Vio miedo en sus ojos, o terror, pero también vio una fortaleza casi celestial que la protegía. Esa niña había vivido mucho para su corta edad, y allí estaba, aún luchando. "Como yo".

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⏰ Última actualización: Sep 14, 2020 ⏰

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Memorias de Idhún IV: De luz, hielo y fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora