Kirtashes

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Ante los ojos de Jack aparecieron un montón de recuerdos que no tocaba desde que tenía 18 años, recuerdos que mejor no haberlos despertado.

A menos de diez pasos del grupo se encontraba el primero de ellos: una serpiente de escamas negras, erguida sobre su columna, escrutando hacia los visitantes, sacando su lengua, como si se burlara de ellos. Pero Jack pudo apreciar perfectamente que esa mirada, aún siendo penetrante, azulada, y asesina, no era la mirada cautelosa, juguetona y calculadora que recordaba hace tanto tiempo.

Pero si no te fijabas, era igual.

Y quizás por eso Jack no se lanzó sobre ella como habría hecho antes, sino que se quedo quieto, clavado en el sitio, embobado, mirando la hermosura letal de esa criatura. Pero otros no hicieron lo mismo.

Pudo apreciar perfectamente como Christian, el híbrido entre shek y humano, se lanzaba hacia delante, a la carrera, sin mirar atrás, ya en medio de la transformación. Eso fue lo que despertó al dragón, y que tiempo después le hizo gracia, pues ni el shek pudo reconocer a los de su propia especie.

—¡Kirtash!— gritó, haciendo que el aire temblara. El shek, que ya se había transformado casi por completo, no quiso reparar en él, y se dirigió medio volando medio arrastrándose hacia la criatura que se alzaba ante ellos.

El shek contempló a la criatura, que le devolvía la mirada desde esos ojos para nada divinos. Jack notó como Christian se estremecía, como todos sus anillos temblaban por un momento, y la mirada fugaz y feliz que había nacido en su rostro de serpiente se esfumaba tan rápido como llego.

Porque todo el mundo se había dado ya cuenta de que, por suerte y desgracia, esa criatura no era real.

—Jean, apágalo, ¿quieres?— habló Shail junto a Erik y Eva, hacia una chica en la que Jack no había reparado.

Sus facciones la delataban como ganti, mitad varu mitad humana, una extraña combinación, puesto que estas razas no se llevan tan bien como quieren aparentar. La chica, que había contemplado la escena con un rostro enfermizo, reaccionó para acercarse a la criatura y tocar algo que Jack no pudo ver. Pero en los instantes siguientes, el portentoso shek negro que hasta hace un momento parecía tan vivo como Christian, cayó suavemente sobre la roca de la cueva, cerrando los ojos, dejando salir la magia que lo había dado vida. Ahora solo parecía madera y pintura.

—¿Qué es esto, Shail?— pregunto Victoria, que parecía enfadada mas que sorprendida. Shail no pudo contestar, porque justo en ese momento, Christian se estaba transformando de nuevo en humano, llamando la atención de toda la masa de gente que había en esa cueva. Jack supuso que la mayoría de ellos jamás habían visto un shek, no tan de cerca desde luego. Y no uno como Christian, que podía tomar la forma que quisiera.

—Parecía tan real…— oyó que murmuraba el shek, posiblemente para si mismo. El dragón tragó saliva, esperando ver en el rostro de Kirtash alguna sombra de rencor o enfado, pero al girarse solo vio alivio, y descanso.

—Es justo por lo que estáis aquí— explicó Shail, mientras posaba una mano sobre el hombro de Erik y de Eva. Al chico no pareció importarle, pues seguía mirando fijamente, con los ojos enrojecidos hacia la criatura de madera, pero Eva no fue tan educada. En cuanto el mago la tocó, esquivó su contacto, quizás por instinto, o quizás por enojo. Jack no lo sabía.

—Explícate— pidió Jack, reuniéndose junto a él y a Victoria. Los hijos del mago habían desaparecido de un momento a otro. Ya solo se encontraba ahí la familia de la tierra y el mago Shail.

—Es más difícil de explicar de lo que creéis— dijo una voz a sus espaldas. Los cinco presentes se giraron a sus espaldas, y los ojos de Jack se posaron en una mirada bicolor, alto porte y un cuerpo demasiado musculoso para ser humano, pero no lo suficiente para pertenecer a los Shur-ikali.

Memorias de Idhún IV: De luz, hielo y fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora