"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd."
-Alphonse de Lamartine
13 de mayo.
Mi escritora favorita dice que la muerte no es más que la siguiente aventura. Creo en eso, pero depende de qué punto lo veas, si eres aquella persona que se fue, existe la posibilidad de que lo sea, en cambio, si eres aquella persona a la que dejan en el mundo de los vivos, podría ser la cosa más espantosa y despiadada del mundo.
Un rapero venezolano dijo: No se muere quien se va, se muere quien se olvida.
Cuando una persona realmente importante para ti, cruza la fina línea que separa a la vida de la muerte, duele, duele como mil infiernos, duele no poder hacer nada, duele no haberte despedido.
Sientes como tu vida cambia en el mismo momento en que recibes la triste noticia, cambiaran tus costumbres, tus mañanas, tardes y noches, incluso cambiara tu forma de pensar.—Eli, es hora de irnos— me dijo Liam.
Me puse de pie alisando los pliegues de mi vestido negro sin apartar los ojos de la lápida de mi madre.
Lucía Isabella Miller García.
Nuestro primer amor...
Enero, 1969- Abril, 2017
—Estoy seguro de que ella también te extraña— tomó mi mano y me condujo de regreso a su auto.
Mi madre murió el 13 de abril de este año, hace exactamente un mes. Pero no solo murió ella, también un futuro hermano, del que nadie estaba enterado. Me pidió que no le hicieran autopsia, no quería que profanaran su cuerpo con él dentro. No quería que nadie supiera de su existencia porque no era hijo de mi padre.
—Freddie, ¿Crees que ella este bien?
—Claro que lo esta pequeña, está en un lugar feliz.
Y ahí viene otra duda, ¿Cómo saberlo? ¿Cómo saber si está bien y en un lugar feliz? Nunca hemos estado allí, nadie ha ido y vuelto de ese lugar como para contar como es. ¿Qué tal si lo de la mitología griega es real? ¿Todos iremos al infierno por arrancarle el pétalo a una delicada flor? O tal vez y solo tal vez nuestras almas sean perdonadas y podamos entrar al reino de los cielos.
De camino a casa todo es silencioso, al llegar, lo es más. Mi madre era la que le daba vida a esta casa, gracias a ella podría llamarla hogar.
Subí corriendo hasta mi habitación, le pase pestillo a la puerta y fui a mi armario. Tomé una maleta y comencé a poner mi ropa ahí, me tomaría días, pero no creo poder seguir viviendo en esta casa. No con tantos recuerdos.—Liz, necesito hablar contigo— mi padre toco la puerta de mi habitación. Me quite el vestido y tomé un albornoz para luego ir y entre abrir la puerta.
—Papá, estoy a punto de darme una ducha, ¿Puedes esperar?— pregunté. En este momento, no me apetece hablar ni con Bolita de Algodón.
—Solo te haré unas preguntas, son necesarias y será rápido, por favor— decidí dejarlo pasar por la simple razón de que nunca antes me había pedio algo como un favor, siempre era una orden.
Siempre he pensado en por qué los padres son así, tan interesados en su trabajo, tan perfeccionistas, obsesivos y controladores. Pero lamentablemente aún no encuentro una razón en concreto, o al menos no para el mío.
— ¿Pueden ser rápido? Quiero salir un rato.
— ¿A dónde?
—No lo sé, manejare un rato el auto o tal vez la bicicleta, ya veré que hacer.
— ¿No quieres estar aquí?
—Para nada.
— ¿Quieres que nos mudemos?
—Sería lo mejor... ¿Quieres hacer ya las preguntas y dejar los rodeos?
— ¿Sabías algo que tu madre no quería que yo supiera?
— ¿Por qué me preguntas eso?
—Porque eres la que menos se llevaba con ella, nunca estabas en casa, nunca compartíamos la mesa. Sin embargo, Anna ya ha dejado de llorarla pero tú no— me observó profundamente, como tratando de adivinar lo que pasaba por mi mente en ese momento.
Tiene razón, Anna, mi hermana de 12 años era la más apegada a mamá, sin embargo ella ya dejo de llorar por su partida. Yo, teniendo 17, aún lloro, sin haber pasado con ella nada más que mi cumpleaños, su cumpleaños, día de las madres y navidad.
En ese momento no sabía que decirle, mi madre me había hecho prometer y jurar solemnemente que no se lo diría a nadie, y que yo jure solemnemente es como practicar el juramento inquebrantable. Ya se estarán dando cuenta de quien hablo cuando digo, mi escritora favorita.—Estoy esperando una respuesta Rose— utilizó mi primer nombre. ¡Joder! ¿Saben lo que eso significa? ¡Significa que va enserio!
—Sí, sé algo que ustedes no— mordí mi labio inferior—, pero le jure solemnemente que no se lo diría a nadie.
—Rose...— murmuró observándome y yo no hice más que sostenerle la mirada. No quiero aumentar su sufrimiento.
—Lo siento Ryan, pero sabes lo que significa para mí un juramento de esa forma. Ahora te pido amablemente que te vayas de mi habitación porque quiero tomar una ducha en paz.
En cuanto salió de mi habitación con la cabeza gacha, volví a poner el pestillo y fui directo al baño.
Me quite el albornoz y me observe en el espejo. Estoy más delgada, mis ojos verdes ya no destellan como antes, y el rojo de mi cabello cada vez está más opaco.
Entre a la ducha, un baño de agua tibia siempre es relajante, y mucho más si lo que necesitas es pensar.
¿Qué habría pasado si mi madre siguiera viva y mi padre se hubiera dado cuenta del embarazo? ¿La habría dejado? ¿Nos habría apartado mucho más de su vida o nos habríamos unido?
Salí de la ducha sintiéndome observada, voltee hacia la ventana. No había nadie. Me enrolle en una toalla para luego cerrar esa ventana y salir del baño.
Fui a mi armario y me puse un short de mezclilla de tiro alto, una camisa de mangas largas blanca con rayas negras y mis Adidas. Deje mi cabello suelto. Tome mi IPad, audífonos y llaves para luego bajar.— ¿A dónde irás?— preguntó Liam.
—No lo sé. Pasearé en la bici. No me esperen para cenar.
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En multimedia: Rose Elizabeth.
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Rose Elizabeth.
Short StoryLa vida de Elizabeth Miller había sido realmente fácil (Por no decir perfecta) desde que cumplió los cinco años de edad, cuando se acostumbró a su nueva y adinerada familia. La familia Miller había querido una niña desde un año antes de la llegada d...