«La única ventaja de jugar con fuego es que uno aprende a no quemarse.»
-Oscar Wilde.Llegue a mi casa a las 16: 45. Rebeca había dejado comida en el horno por lo que me serví. Pasticho. La octava maravilla del mundo.
- ¿Dónde estabas?- la voz de mi padre me hizo dar un pequeño brinco del susto. Matt tiene razón, estoy muy sensible.
-Estaba hablando con Matthew.
- ¿Y él es?- arqueo una ceja sentándose frente a mí.
-El chico con el que estoy saliendo- me encogí de hombros antes de ponerme de pie y sacar una lata de Coca-Cola del refrigerador.
-No tomes de eso.
-Puedo tomar todo lo que este en el refrigerador- destape la Coca-Cola y tome un largo sorbo sin dejar de observar sus ojos azules.
¿Desde cuándo soy tan valiente?
- ¿Aún estas enojada conmigo?
-Más que enojada. Me siento decepcionada, defraudada y engañada. Son emociones mucho peores que el enojo- alce una ceja observándolo ya que él lo hacía.
-Hablas como ella...- susurró.
- ¿Cómo quién?
-Como ella... Como Katherine, como tu madre.
- ¿Ha?
-La conozco, y siempre habla con términos que muy pocos entienden. Tiene buen léxico. Se desenvuelve fácilmente... Como tú. Eres toda ella en personalidad...
-Pero mi físico es de mi familia paterna. Idéntica a mi padre pero con los ojos de la abuela ¿No?
- ¿Cómo sabes eso?
-Tengo mis medios. Lo que he averiguado, es que tengo hermanos, que mi padre, Steve, me apoyaba con el baile y la música aunque no estaba a mi lado, que murió por Leucemia, que mi madre me ama, que me puso el nombre de su flor favorita, que uno de mis hermanos se casará, que no nací el catorce de febrero y que mi madre es profesora en una universidad de Estados Unidos... Ah, casi lo olvido. Nací en Grecia y soy de descendencia rusa e italiana- sonreí satisfecha por su expresión de sorpresa. Terminé la Coca-Cola y subí a mi habitación.
Hice mis deberes y me acosté un rato. No quería leer la siguiente carta de S. R aunque probablemente sea otra pista sobre él o ella.
Me quite los zapatos y me lance a la cama, una siesta no le hace daño a nadie.
Sentimientos.
- Aunque históricamente, hemos vinculado nuestros sentimientos al corazón, la verdad es que el órgano que dirige y controla todo eso es el cerebro, el corazón solo refleja, con latidos acelerados, lo que sucede allá arriba- expliqué.
No tengo ni la menor idea de cómo terminamos hablando de los sentimientos en la cena.
-Y yo que creía que eran del corazón- murmuró Anna haciendo reír a Ethan.
-El sistema límbico es quien se encarga de la mayoría de nuestras emociones y motivaciones- le explico Ethan.
-También es el responsable de, como escoger que recuerdo serán almacenados y en que parte de nuestro cerebro- seguí yo-. Todo viene del cerebro, incluso las sensaciones.
-El tálamo es muy importante para ellas.
- ¿Ese no se relaciona más con la percepción y regulación del movimiento?- preguntó Anna.
-Sí pero se conecta con otras partes del cerebro y la médula espinal. Así que está implicado en todo eso- Ethan hizo un raro gesto con su mano mientras sostenía su tenedor.
-Si llegas a poner ese tenedor en mí, la sensación y emociones no serán de las más lindas- murmuró Anna haciéndome reír.
Mi padre y Liam se habían quedado en la empresa. A las siete de la noche, Ethan me despertó diciendo que tenía hambre y no sabía dónde estaban las cosas en la cocina. Hicimos tres pizzas junto con Anna. La favorita de Annie y la favorita mía y de Ethan, resultó ser la misma.
-Yo ya no puedo más. Tengo tarea de idiomas, el español me tiene vuelta loca. Permiso- Anna se puso de pie.
-Avisa si necesitas ayuda- dijimos Ethan y yo a coro por lo que reímos.
- ¿Cuántos años tienes?- pregunté tomando otro trozo de pizza.
- Veintiuno. Ya sé que tienes diecisiete.
-La verdad es que aún tengo dieciséis- murmuré revolviendo la gaseosa de limón.
- ¿No se supone que ya cumpliste años?
-Se supone. Pero mis padres pusieron como día de mi cumpleaños el día en que llegue aquí.
-Y ese no es el día de tu cumpleaños.
-Nop.
Hablar con Ethan era realmente agradable y divertido. Con él tenía las conversaciones que tanto había deseado tener con Liam pero cuando no me cuidaba estaba muy ocupado, antes con el instituto, seguido de la universidad y ahora la empresa. Suerte que yo no estudiaré para trabajar en ella.
- ¿Qué tal Matthew? ¿Es un buen novio?- preguntó burlón. Me sonroje al recordar lo que Andrew escribió en la carta de hoy.
-En este momento no estamos muy bien que digamos- hice una mueca.
- ¿Te hizo algo?
-No, nada de eso. Solo que es muy inseguro, tal vez demasiado.
-Eso es algo que nos pasa a todos. Yo estaba muy inseguro sobre qué hacer el primer día en que fui a la empresa pero la verdad es que sabía exactamente que debía hacer y cómo hacerlo. Al ser humano se le entrego el gran privilegio de la duda, nadie se ha quedado sin él. Incluso Newton tenía dudas y ambos sabemos que Newton fue uno de los hombres más inteligentes de la historia, ¡Cambio nuestra forma de ver la física! Pero todo lo que hizo y descubrió fue gracias a la duda... Deja que las tenga, y que las aclare, estará bien. Posiblemente se dé cuenta de que eres lo mejor que le ha pasado pero también existe la posibilidad de que sea tan idiota como para dejarte ir.
- Uau... Que filósofo me salió el niño- me burle.
-Eso es culpa de mi padre. De más nadie- rió pero su risa era melancólica.
- ¿Le paso algo?
-Murió de Leucemia. No es una enfermedad fácil de sobrellevar, en algún momento ella te llevara a ti- susurró. Me puse de pie, caminé hasta él y lo abrace. Porque veía que era lo que necesitaba, un abrazo. Tal vez no sea tan reconfortante porque apenas y me conoce.
Cuando estas triste, no hay nada mejor que sentir la compañía de alguien, sentir que te valoran y que cuentas con el apoyo de una persona. Algo así como todo lo que un abrazo puede expresar.
Porque aunque lo neguemos, todos los seres humanos necesitamos un poco de contacto físico, del cariño que expresa el contacto físico.
Instintivamente besé su frente, era lo que hacía cada vez que Anna se ponía triste por nuestra madre.
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En multimedia: Ryan Miller.
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Rose Elizabeth.
Historia CortaLa vida de Elizabeth Miller había sido realmente fácil (Por no decir perfecta) desde que cumplió los cinco años de edad, cuando se acostumbró a su nueva y adinerada familia. La familia Miller había querido una niña desde un año antes de la llegada d...