"Las personas son veloces para juzgar a los demás pero lentas para corregirse a sí mismas".
-Anónimo.
15 de mayo.
La alarma taladra mis oídos junto a los gritos de mi padre tras mi puerta. Me pongo de pie mientras bostezo y rasco mi nuca. Hoy, es un odioso lunes.
Caminó hasta el baño escuchando los berrinches de Anna. Me meto a la ducha y salgo a los quince minutos completamente limpia, de pies a cabeza. Me cepillo los dientes frente al espejo, observando las estúpidas ojeras que llevo desde hace un mes. Salgo a mi armario y me pongo un pantalón de mezclilla tiro alto, un crop top manga corta blanco y mis converse del mismo color. Vuelvo al baño para cepillar mi cabello y atarlo con una pequeña liga.— ¡Elizabeth llegarás tarde!— grita mi padre. Salgo de mi habitación tras haber tomado mi chaqueta azul marino característica del instituto y mi bolso. Bajo deslizándome por la barandilla de las escaleras y observo como a Ryan casi le da un infarto.
—Ya estoy lista. Ya me voy.
—El desayuno— Liam señala la cocina y yo voy hasta ella a regañadientes. No me gusta desayunar. Siempre es lo mismo, panqueques, tostadas, huevos revueltos, tocino y jugo de frutas, cualquier fruta.
— ¿Puedo tomar cereal?— pregunto. Intentando cambiar la rutina.
—No será suficiente, el desayuno es la comida más importante del día. Y debido a tu principio de anemia, no puede faltarte ninguna comida— habla Ryan seriamente.
—No llegaré a tiempo ni con mi auto si me quedo a desayunar—reprocho. Odio la impuntualidad.
—Yo te llevaré en la Harley— me dice Liam mientras mete un poco de huevo revuelto a su boca.
Dejo el bolso en una silla de mala gana y me siento a desayunar, lo que me lleva veinte minutos, dejándome con solo diez para llegar al instituto.
—O nos vamos ahora o te dejo sin descendencias Miller— le amenazo. Liam ríe mientras sale de la casa detrás de mí.
Subimos a su Harley y salimos de la residencia.
En el camino observo a las personas, tan absortas en sus pensamientos; a los niños, tan dentro de su mundo de fantasía e inocencia.
Oh... Cuanto deseo volver a tener cinco años y seguir creyendo que las nubes son de algodón de azúcar y que la luna era de queso y me seguía.
La niñez... La mejor etapa, la que todos quieren desechar para volverse adultos, tener novios y salir de fiesta, luego, cuando llegas a la adolescencia pasa a ser la más anhelada. Luego de que te rompen el corazón y tu mente se estanca con todos los trabajos y problemas de la existencia, no hay cosa que se desee más que volver un momento atrás, para estar nuevamente sin preocupaciones, sin problemas existenciales, sin chicos asesinando las mariposas en tu estómago; con ganas de seguir viviendo, de descubrir, de experimentar, de crear, de aprender.
Mi niñez no fue la mejor de todas. Entre en una nueva familia a los tres años y todo fue bueno hasta que cumplí los cuatro. Entrar al preescolar, aprender bien el inglés, tocar a la perfección a Mozart, y cantar cual Zayn Malik. Como dijo o escribió, E. L James a través del controlador obsesivo Christian Grey: "Resulta difícil crecer en una familia perfecta cuando tú no eres perfecto".
Soy demasiado conformista, si en navidad te nacía regalarme una simple pulsera con pepas de plástico, iba a atesorarla con mi vida; pero los Miller no son así. El primer regalo que recibí fue un piano, un jodido piano ¿Qué iba a hacer una niña de tres años con un piano? Claro, este era de un tamaño apropiado para mí. Pero mi otra familia era de bajos recursos por lo que el dinero, para mí, no es más que un trozo de papel que te ayuda a llevar la vida de una forma mejor. ¿Cómo vivían antes si no tenían ni un solo billete?
Antes, todos eran unidos, en clanes o en lo que fuera, pero todos se ayudaban unos a otros sin importar que, sin esperar recibir nada a cambio, sin embargo, a través del tiempo, todo ha cambiado y este mundo cada vez está peor.—Ya hemos llagado Eliza— sus palabras me hacen salir del trance. Lo suelto lentamente antes de bajar de su moto.
—Más te vale que esté llegando a tiempo o te mataré Frederick— le advertí mientras me quitaba el casco.
—Solo hemos tardado cinco minutos Rose— dice divertido observando su reloj. Y si, para él debe ser divertido que una chica de 1.68 esté tratando de intimidarlo.
Le saque la lengua como la adolescente madura que soy y entre al edificio de la secundaría Miller. Sí, mi padre es dueño de la secundaria donde estudio y es la mejor de todo Washington.
—Liz, hoy tenemos una reunión a las ocho en punto, que no se te olvide— Danna me guiñó un ojo antes de doblar a la derecha y dejarme sola por el pasillo de la izquierda.
Danna Wells es la capitana del equipo de porristas, y yo estoy en él. Literalmente, sin mí no hacen nada, y no es por presumir pero soy la mejor del equipo. Los doce años en gimnasia al final si sirvieron para algo.
—Miller— murmuró Joe O'Brien. Jugador estrella del equipo de fútbol americano de la secundaria Miller.
Joe O'Brien es otro prototipo de deportista de secundaria, arrogante, seductor y estúpidamente atractivo. Ojos cafés, cabello castaño, hombros anchos, brazos musculosos. Todo en él estaba bien, como si hubiera sido creado por la misma Afrodita, incluso los pantalones a la cadera le caían de maravilla. Pero lo que tiene de atractivo físicamente lo tiene de retrasado mentalmente.
—O'Brien— murmuré de la misma forma.
— ¿Cuándo podremos hablar como dos personas normales?
—Cuándo tú seas catalogado como una.
— ¿No soy normal?
—Para nada. Las personas normales se dan cuenta cuando no las quieren en un lugar.
— ¿No me quieres aquí tan lejos? ¿Prefieres tenerme más cerca?—se acercó. Estuve a punto de soltar una bofetada en su dirección de no ser por el brazo que se interpuso entre nosotros y lo empujo lejos de mí.
—Ella te ha dicho indirectamente que no te quiere aquí O'Brien—habló seriamente Dylan.
Dylan Wolfe, el mejor amigo que podrías desear y solo mío desde primero de secundaria.
Dylan, a pesar de ser otro prototipo de deportista de secundaria, es el único que rompe un poco el molde. Castaño, de penetrantes ojos cafés. Con un cuerpo de infarto y una mente que merece un premio.
Dylan es de esa clase de persona con la cual provoca sentarse a hablar sobre cualquier tema, esa persona puede cambiar y hacer que cambies de opinión sobre un tema en concreto, con la que eres capaz de crear una rara anécdota sobre la creación del mundo y la evolución humana.—La estrellita del baloncesto vino a defender a su porrista favorita— canturreo Joe mientras el resto de su equipo se acercaba.
Esto es lo peor de los deportistas del Institute Miller. Su competitividad. Los futbolistas piensan que los basquetbolistas son unos tontos por preferir el baloncesto antes que el fútbol. Y los basquetbolistas creen idiotas a los jugadores de fútbol americano por preferir lastimarse en el campo antes que un sano deporte de contacto mínimo. Yo, por mi parte, opino que todos son unos tontos por juzgar erróneamente a una persona por sus gustos.
"No juzgues un libro por su portada".
No juzgues a una persona si aún no conoces su manera de pensar.— ¿Vamos a idiomas?— pregunté. Es mi clase favorita.
—Sí. Hoy toca italiano— sonrió. Dylan nació en Italia pero se vino a Estados Unidos antes de cumplir los dos años de vida, por lo que le emociona saber cosas sobre su país natal.
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En multimedia: Dylan Wolfe.
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Rose Elizabeth.
Short StoryLa vida de Elizabeth Miller había sido realmente fácil (Por no decir perfecta) desde que cumplió los cinco años de edad, cuando se acostumbró a su nueva y adinerada familia. La familia Miller había querido una niña desde un año antes de la llegada d...