Recuerdo que...
Todo empezó por un sueño...
Un sueño que resultó ser una pesadilla...
Y a veces quisiera rendirme...
Pero sé que él me quiere con vida...
Y es ahí cuando recuerdo que debo seguir...
Para ser esclava de mis sentimientos...
Ya q...
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POV. lectora.
Miré que la mujer era un poco mayor, sus ojos eran oscuros al igual que su cabello, y su vestimenta sencilla, un vestido de colores opacos.
Intenté levantarme con la ayuda de mis manos pero mi cabeza permaneció como la misma mierda pegada en el suelo, y de paso que mis muñecas estaban encadenadas tras mi espalda; quise hablarle, aunque mis labios no me obedecían, la observé y ella también lo hizo, pero de una forma diferente, lo hacía con odio ante mi persona; provocando que existiera un silencio absoluto.
—¿D-donde es-stoy? —le cuestioné.
—...¿Sabes cuántas personas murieron por traerte viva?... ¡¿Lo sabes?! —me exigió tristemente.
—Déjala, no vale la pena. —Oí una voz que se acercaba.
—Comandante Erwin... —agregó.
—Así que esta es la famosa chica que se encontraba fuera de las murallas. —«¿Erwin Smith? ¿Él es Erwin Smith?», no tuve palabras para describirlo «pero ...su brazo».
No podía evitar de verlo, más que todo el brazo que le faltaba...
—Le estoy preguntando, ¿quién es usted? —«¿Me está preguntando a mi?» le miré confundida.
—...S-soy un-na chica... tengo-
—No me entendió, ¿quién es usted? ¿Qué es usted?
«Mierda, no entiendo nada, ¿si la cago en esta? Okay, tranquila... tengo que estar tranquila. Si muestro nerviosismo, pensaran que miento, ¿y que diré? ¡¿Qué me dormí y desperté así de la nada?! no, me tomarán por loca, ¿y si miento? ¿Pero qué digo? Si digo mi nombre, no... no concordará con los de aquí... si digo mi verdadera edad, me preguntarán sobre mis padres... ¡Mierda, me sigue mirando!».
—No haga que se me pierda la paciencia —me advirtió de forma tosca.
La lengua se me trabó, la manera en que lo dijo fue muy amenazante. Miré para todos lados y la mujer ya se había ido, dejándome con más temor ante lo que me iba a pasar. «Quiero... quiero despertar».
Levanté la mirada y solté un suspiro, las cosas no podían salirse de mis manos, tenía que perder el miedo a lo que iba a decir.
—Soy... una humana, al igual que usted, mi señor. —«¿Pero qué estoy diciendo?».
