Law, un asesino a sueldo de veintiséis años, ha abandonado su oscuro pasado y actualmente es el médico más reconocido y mejor pagado de la ciudad de Nueva York (Estados Unidos de América); Nami, una joven ladrona de veinte años y de origen Inglés, e...
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--- Nami ---
Tres días después. Florencia, Italia. Las 21:05 .
Avancé a paso tranquilo por la galería que se encontraba en la última planta del edificio que una vez había sido mi segundo hogar, a cinco pisos bajo tierra. Ya había estado antes entre aquellas paredes desconchadas y enmohecidas, resultado de mis continuas excursiones de reconocimiento durante las primeras semanas que comencé a trabajar para Sakazuki.
En aquel entonces me había parecido un sitio inhóspito y desprovisto de luz, un lugar espléndido en el que esconder el dinero que fuera reuniendo para cumplir el sueño que compartíamos Nojiko y yo. No obstante, ahora me horrorizaba encontrarme encerrada entre aquellas paredes. Y es que aquel día el propósito de mi visita a esa planta de la edificación era muy distinto.
Recorrí los pasillos a paso ligero y con los puños cerrados, luchando por ignorar el nudo que hacía tiempo se me había formado en el pecho. El sudor me perlaba la frente y descendía lentamente por mi rostro, aumentando mi desasosiego y las pulsaciones de mi corazón.
Me detuve frente a una puerta de barrotes eléctrica y me encogí en mi abrigo de piel, desconcertada. Me preocupaba bastante el hecho de que se hubieran molestando tanto en pensar medidas preventivas como aquellas. Al fin y al cabo, Luffy jamás haría nada imprudente mientras fuera yo quien estuviera bajo amenaza.
No pude evitar desviar la mirada hacia la pequeña cámara que había en la pared por encima de mi cabeza. No solo me sentía acorralada, sino también observada, y mi inquietud no hizo más que ir en aumento cuando el objetivo del aparato sobresalió unos centímetros más de la lente.
La pequeña luz roja que había sobre la puerta se puso en verde y escuché el leve chasquido que me indicaba que el cerrojo había cedido. Cerré el puño alrededor de uno de los barrotes de hierro, miré una última vez a la cámara y empujé la puerta para cederme paso a la última zona del pasillo antes de que la entrada volviera a cerrarse.
Mientras andaba, mi mente rememoraba mis últimos meses en compañía del asesino que me había quitado el sueño, y aunque había decidido olvidarlo, mi determinación se estaba viendo obstruida por los sentimientos que me comprimían el corazón.
Agité la cabeza para apartar esos pensamientos de mi mente y dejé que mis ojos se perdieran en la oscuridad del final de la galería, la cual, además de estar mal iluminada, tampoco infundía demasiada seguridad.
Los sonidos de unas cadenas lograron que un escalofrío me recorriera la espalda, y a pesar de que me había prometido mantener la calma, comencé a correr para extinguir de una vez la distancia que me separaba de la celda que buscaba.
-- Nami...
Yo solo pude contener la respiración cuando mis ojos se toparon con el brillo esperanzador de los suyos. Me acerqué a paso rápido al límite de la prisión que nos separaba y me dejé caer de rodillas, rendida. Había tardado dos años, pero la espera había valido la pena con tal de verlo de una pieza.