𝐁𝐚𝐥𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐩𝐥𝐨𝐦𝐨 [Law x Nami]

Sentimientos

--- Nami ---

-- Siento mucho no haberte hablado de él -- me disculpé sin apartar los ojos de la carretera.

Law enarcó las cejas con aire dubitativo, sus orbes grises mirando a la nada. No habíamos vuelto a hablarnos desde la aparición de Sanji, ni siquiera para terminar de discutir quién invitaría a quién. 

Sentí un vacío en el pecho cuando obtuve un silencio por respuesta. ¿Por qué todo lo que intentaba hacer por él acaba mal? Todo estaba saliendo perfectamente hasta que los dos empezaron a comportarse como unos críos. Apreté el volante entre mis manos.

-- Bueno -- intenté sonar jovial --, ¿vas a decirme cómo conseguiste diez millones en una noche?

Se le ensombreció el rostro, e inmediatamente me arrepentí de haberle preguntado aquello cuando recordé los moratones de su piel y su ropa ensangrentada. No obstante, era una incógnita que me inquietaba bastante. 

-- ¿Cuánto? -- escuchar su voz después de aquel silencio incómodo me puso los pelos de punta.

-- ¿Cuánto qué?

-- ¿Cuánto tiempo lleváis?

Que esa fuera su principal preocupación me alegró de alguna manera. Dejé escapar un risita y él apretó la mandíbula.

-- ¿Qué clase de novio saluda a su chica dándole dos besos en las mejillas? -- me burlé.

Pero Law no estaba para juegos, y su enfado fue a peor cuando fue consciente de que Sanji le había tomado el pelo. Chasqueó la lengua y miró por la ventanilla desde el asiento del copiloto. Estaba verdaderamente molesto.

Pensé en varias formas de poder distraerlo, al menos el tiempo suficiente para que  cuando recordase el tema, dejara de importarle. Sin embargo, mis opciones eran muy limitadas. Sobretodo sabiendo que estaba de muy malas pulgas. Me mordí el labio con fuerza.

¿Por qué le estaba dando tantas vueltas? Al fin y al cabo solo éramos socios. 

-- Dios, ¿por qué te molesta tanto? -- exploté después de un tiempo --. ¿Y qué si fuéramos pareja? Fuiste tú el que dijo que solo querías que nos lleváramos bien.

Mis palabras le hicieron bastante gracia, y lo menos que necesitaba ahora era lidiar con su parte despreocupada e insensible. 

-- No seas tan egocéntrica -- me espetó --. Lo que me jode es que no tengas la consideración de explicarme nada de lo que está pasando. 

-- ¡Pues claro que te cuento las cosas! -- intenté defenderme, aunque sabía que llevaba razón.

-- ¡Oh, ya veo! -- exclamó alzando las manos --. ¿Tienes idea del tiempo que llevo esperando a que me hables de Sombrero de Paja-ya, o incluso de lo que realmente piensas hacer con tanta pasta?