«Nacimiento y muerte del día»

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- Hola, me voy a quedar aquí con Stefan. Mi hermana me llamó desde la pensión.

- Bien, hablamos más tarde Tyler está aquí.

- ¿Se ha explicado?

- Sí, es complicado. Vamos a ver una película y cenar pizza. Se quedará conmigo así que puedes quedarte tranquila en la pensión.

- Hablemos después no estoy sola aquí, ya sabes. Se refería sin duda a oído vampírico.

- Adiós.

- Espera Sara, ve a por él hermana. Y se rió con malicia, algo me decía que era Damon quien estaba escuchando.

Pusimos una película y nos recostamos en la cama. Poco a poco se acercó a mí y cogió mi mano.

- Gracias, contigo puedo olvidarlo todo. Comentó en tono bajo, avergonzado.

- Siempre puedes acudir a mí, lo sabes ¿no?

- Lo sé, igual que sé que no te merezco. Lo dijo totalmente en serio.

- No digas tonterías.

- Es verdad, no soy suficiente, tú necesitas a alguien capaz de poner el mundo a tus pies, capaz de todo por tenerte, eres solo digna de un rey. Afirmó, parecía tan seguro, ninguno de los dos sabía por aquel entonces la verdad que contenían sus palabras.

- Tyler, no es verdad, tú eres genial, sensible y sincero, solo que siempre lo cubres con una pose de imbécil popular.

- Puedo llegar a ser bastante imbécil ¿verdad? Pero me esforzaré Sara, por tenerte, por ser digno de ti. Lo dijo tan convencido que rompí la distancia que nos separaba y lo besé. Tardó unos segundos en reaccionar pero en seguida me siguió el ritmo. Me sujetó por la cintura y me pegó a su pecho, profundizando nuestro beso, marcando el ritmo. Nos separamos por falta de aire.

- Lo siento, llevaba mucho tiempo queriendo besarte Ty.

- Debiste haberlo hecho hace mucho. Respondió sonriendo antes de volver a besarme.

Pasamos la noche entre besos y risas hasta quedarnos dormidos. Solo dos adolescentes normales, sin vampiros. Fue como esperaba que sería, cálido, divertido y sexy.

﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏﹏

Por la mañana llegué a la mansión de los Salvatore, Elena había dormido allí y me pidió que le llevase ropa, que le hiciese compañía, con Stefan encerrado no quería estar sola con Damon.

- Buenos días. Me recibió Elena.

- Traigo café.

- ¿Y para mí? Había tensión, una demasiado palpable desde nuestro baile.

- No había bourbon en el puesto de café. Contesté ácidamente.

- ¿Trajiste mi ropa? Preguntó mi hermana.

- Si ¿Cómo está?

- Se niega a comer, siente demasiada culpa.

- Ve a ducharte y descansar yo cuidare de él un rato. Bajé y me senté en la puerta de la celda. Damon bajó y se sentó enfrente, nuestros pies rozándose, me miraba intensamente, su ceño fruncido, estaba molesto por algo - Dilo, lo que quieras decir, solo suéltalo.

- No tengo nada que decir.

- Claro que sí, tienes esa cara, la de aplastar cabezas y tu ceño fruncido.

«Veritatem Revelatam» Damon Salvatore [EDITADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora