Leonardo

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Me levanté muy temprano. Casi no pude dormir de la emoción. Sólo pensaba en lo que pasará después de darle el regalo a Daniela. 

   Le diré que lo abra en su casa. De todas formas nos veremos un día más en la fiesta que nos harán, así que podré preguntarle sobre lo que piensa de las cartas.

   Sigo teniendo miedo. Jamás me he declarado a alguien, es la primera vez que lo hago y no sé si lo estoy haciendo de la manera correcta. 

   Había pensando en decirle a Sebastián que me ayudara, pero al final no le quise preguntar a porque es algo que debo resolver yo. Una vez me dijo que todos tenían sus maneras de declararse. Algunos lo dicen directamente, otros les dan flores, chocolates o peluches, otros escriben poemas hablando de lo linda que es la otra persona, algunos tienen el típico amigo que le dice a la otra persona. 

   Pues yo esperé tres años y medio para decirte que me gustas.  Escribí cartas para ti diciendo como me sentía, lo bien que la pasaba contigo. Como es que me empezaste a gustar, los que considero los mejores momento contigo...

   Muchos lo considerarán una forma cursi y muy antigua de declararse a alguien, pero yo creo que es lindo. Al menos a mi me ayudó a expresar mejor lo que siento porque no te lo decía de manera directa. Todo lo que pensaba lo pude poner sin ningún problema. Creo que después de todo soy bueno escribiendo.

   Tomé el regalo y fui a la escuela. Otra vez fui el primero en llegar, pero Daniela no tardó demasiado.

— Hola — me saludó.

— Hola... ¿Cómo estás?

— Bien... Muy curiosa por ver mi regalo — sonreí.

— De verdad fuiste la primera en llegar. Es un verdadero milagro.

— No pude dormir de los nervios por el día de hoy y porque moría por saber lo que me ibas a regalar — Le di su regalo.

— Feliz cumpleaños — sonreí — Atrasado, pero eso es lo de menos.

— Muchas gracias — me abrazó. Me sentí tan bien en ese momento. 

— La única condición es que lo abras en tu casa.

— ¿Por qué?

— Cuando lo veas vas a entender porque quiero que lo abras en tu casa.

— ¡Daniela! — Los demás comenzaron a llegar. 

   La ceremonia de despedida empezó. Decían los mejores tres alumnos de cada salón, los mejores alumnos de la generación, el típico discurso de despedida, etc.

   Cuando todo terminó, todos nos juntamos. Algunas estaban llorando. Otros recordaban los momentos que vivimos, otros se tomaban fotos. Poco a poco las personas se iban. Ya casi no quedaba nadie. Yo también decidí irme.

   Tú ya no estabas y ya no tenía nada que hacer ahí. Cuando llegue a mi casa y me fui a mi cuarto me puse triste. Comencé a pensar en lo que podrías estar haciendo ahora. Que pensaras de mis cartas. Que pasará cuando las termines de leer... Que pasará después de la fiesta.

   ¿Nos seguiremos viendo? ¿Te seguiré amando? ¿Me rechazaras?

   Me había prometido a mí mismo que paso lo que pase no iba a llorar. Pero fue inevitable. Me ponía demasiado triste que no te pueda ver de nuevo... Yo lo único que quería era estar contigo. Ni siquiera me has dicho lo que piensas sobre y ya estaba llorando...

   En verdad no entiendo como algunos pueden decir que es el amor es lo mejor que existe. Para mí ahora es la tortura más grande que pueda existir.

Cartas Sin Fecha De EntregaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora