Feels like I never learn

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Draco esperaba sentado en un banco de madera. Sus ojos se paseaban entre los turistas y sus interminables fotografías y la maravillosa vista que tenía aquel mirador del pintoresco pueblo de Saint-Émilion. Estaba cerca de su trabajo en el banco mágico D'argent Lutin, en pleno casco histórico de Burdeos. Su aprecio por los muggles había ido en continuo ascenso con el paso de los años. Entre ellos no era nadie, no necesitaba ignorar las miradas de recelo o reproche, ni hacer oídos sordos a los cuchicheos. Draco Malfoy había decidido evitar en lo posible al mundo mágico Inglés, y aunque en el francés su familia era bien recibida entre la aristocracia, otros magos aún lo trataban con desconfianza. Para los muggles, en cambio, era un hombre elegante y apuesto con un toque misterioso.

Un niño pasó correteando por delante de él, con una espada de madera. Su madre le perseguía con la vergüenza escrita en la cara mientras le gritaba que no podía salir de la tienda sin pagar. El niño tropezó justo a sus pies, por lo que le ayudó al instante, pero no lo suficientemente rápido para evitar el llanto. La madre lo cogió en sus brazos preocupada y le agradeció con una sonrisa. El niño, en cambio, le mostró los dientes en una mueca de diablillo antes de seguir con el lloro falso. Draco no pudo evitar una carcajada al ver al pequeño salirse con la suya. Le recordó a Scorpius, aunque él seguramente les habría explicado lo muy necesaria que esa espada era para su día a día.

Notó una presencia a su lado. En un abrir y cerrar de ojos, Harry Potter se había aparecido a apenas unos centímetros. Draco miró su reloj.
—Llegas tarde.
—Un incidente con un ladrón varitas...

Harry se revolvió incómodo en su asiento y Draco notó que algo le punzaba en el corazón. A pesar de los años, parecía que nada hubiese cambiado.

—Tengo que volver en unos cuarenta minutos, así que...

Harry observaba a su alrededor con una mezcla de emociones en su cara. Draco podía adivinar que por un lado se sentía maravillado por el paisaje y por otro turbado por el gentío. Nunca se había sentido a salvo de miradas indiscretas cuando el rubio estaba a su lado. Draco se levantó con un gruñido molesto y le hizo un gesto con la cabeza para que le siguiera.

Los dos hombres caminaban juntos, pero con una distancia algo incómoda. Atraían miradas por el simple hecho de la formalidad de su ropa: Draco llevaba un traje negro y esmeralda, de diseño; mientras que el estilo de Harry gozaba de un toque más tradicional, de marrón y pana. En contraste con la multitud de turistas en deportivas, parecían sacados de una reunión empresarial o una revista de moda.

—No esperaba tu lechuza.
—Ambos sabemos que la esperabas, Draco.

El rubio sonrió divertido. Sí, lo cierto es que conociendo a Harry y su extrema necesidad de darle vueltas a la más ínfima estupidez, era obvio que querría hablar de lo sucedido al final de la cena del 24 de diciembre. Casi le sorprendía que sólo hubiese necesitado un mes en reunir el valor necesario. Pero la frase escondía otra razón para hacerle sonreír: le había llamado Draco, no Malfoy.

—Pensaba que ya no te importaba con quién me acostaba.

La cara de Potter y el hecho de que se tropezara con una de las piedras sobresalientes del pavimento hizo que fuera imposible que Draco no se riera. Le había dado donde menos esperaba, como de costumbre. Era su pequeño superpoder, encontrar el punto débil de las defensas de Harry Potter.

—No es eso, es... eh... curiosidad.
—O sea, que sí que te importa.

Las mejillas de Harry iban aumentando en rojez por momentos. Draco esperaba que con la edad hubiese perdido la vergüenza, pero hablar de sexo, de ellos o de sexo entre ellos seguía siendo tabú. La escarpada cuesta llegó a su fin y en la cima, ante ambos, se alzaba una gran mansión abandonada. Draco continuó andando hacia ella y el hechizo se deshizo ante sus ojos. La mansión estaba hermosamente cuidada, con vidrieras y adornos en oro. En el gran portón, el emblema de la familia Malfoy.

Si no te tengo | DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora