Sins of the father

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Scorpius y James caminaban por aquel pasillo, uno junto al otro, sin mediar palabra, bajo la atenta mirada de sus antepasados. El rubio buscaba un tema adecuado mientras el mayor de los Potter devolvía miradas chulescas a los cuadros. El pasillo era lo suficientemente ancho como para que sus hombros no se rozasen al andar, pero ninguno pensó en ello mientras encontraban cierta complicidad en el contacto. Scor habría deseado que aquel pasillo durase eternamente, pero pronto las escaleras le devolvieron al mundo real.

De vuelta en el salón-comedor la sorpresa asaltó a ambos jóvenes al encontrar a Ginny de pie frente a la ventana que daba al jardín mientras Albus y Lily se miraban incómodos. Por los ruidos provenientes de la cocina, Scor asumió que su madre se encontraba allí.

—¿Y papá?—preguntó James a sus hermanos.

Ambos se dedicaron una mirada cómplice, conociendo a su hermano y el desagrado patente que sentía por el heredero de aquella casa.

—Como veo que mi padre también brilla por su ausencia, asumo que habrán salido a limar asperezas—por muy teatrales que sonaran sus palabras, la duda y la preocupación brillaron en los ojos de Scor.

—Al menos no están lanzándose maldiciones—añadió Albus señalando las varitas con un movimiento de su mano.

Astoria entró de nuevo en el salón con la misma sombra de preocupación en la mirada que su hijo. Al igual que éste, el resto de su rostro ofrecía una cálida sonrisa y un aspecto relajado. Estaba recogiendo los platos que aún contenían los entrantes con un hechizo que los llevaba volando de vuelta a la cocina.

—¿Por qué no les enseñas a los Potter las vistas desde el salón recreativo?

—Prefiero esperar aquí—contestó Ginny, sin apartar la vista de la ventana.

Astoria respondió con una sonrisa aún más tensa, por lo que Albus se apresuró a levantarse y a obligar a sus hermanos a seguir a Scorpius de nuevo hasta lo alto de las escaleras.

Entraron en la primera puerta a la derecha, dejando ver una sala tan amplia como el propio comedor. Era una mezcla entre una antigua sala de baile o quizás una en la que aristócratas jugaran a la cartas y tomaran el té, junto con una decoración moderna y algo descolocada: podía notarse qué parte usaba cada miembro de la familia. Una zona tenía un toque casi de despacho, con grandes archivadores y un sofá de cuero perfecto para leer durante horas; otra contaba con una pequeña mesa adornada con telas ricamente cosidas y varias sillas a su alrededor, una pila de lo que parecían álbumes de fotos, libros sobre herbología y floristería y una extraña colección de coches muggles en miniatura; el último rincón de la sala, más cercano al balcón, poseía el toque muggle de la habitación de Scorpius: una mesa de billar, dardos, varios puffs de terciopelo, un par de altavoces bastante caros y ¿un karaoke?

—Te lo tenías bien callado hermanito, y yo que pensaba que venías tanto en verano porque tenías un crush con la madre de Scorpius...—James parecía encantado con lo que su vista encontraba, pero algo feo y verde -llamado envidia- teñía su mirada.

—Ni si quiera la conoces, James, deja ya el tema—contestó Albus molesto.

—Bueno, alguien tiene que darle amor y dudo mucho que su marido vaya a hacerlo.

Scor sintió, por primera vez, un pinchazo de ira ante las insultantes palabras de James. No es que no le hubiera sacado nunca de quicio, estaba acostumbrado a su arrogancia y a lo larga que tenía la lengua, pero nunca le había llegado. Siempre era capaz de ver el por qué hacía las cosas y todo terminaba resbalándole. En aquel momento, sin embargo, empezaba a entender a aquellos que deseaban partirle esa bonita cara que tenía.

Si no te tengo | DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora