Una agradable velada

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Los Malfoy esperaban en el porche del acogedor viñedo que había pertenecido a su familia durante varias generaciones. Aun así tenía un toque bastante moderno que había invadido con cada remodelación la pomposidad original. La casa se encontraba en el centro de un amplio territorio lleno de vides y otros árboles frutales en menor frecuencia. No era ni una cuarta parte de la Mansión Malfoy, pero no lo necesitaba. Dos plantas de ladrillo y tejas anaranjadas y marrones, plantas trepadoras añadiendo un hermoso contraste verde. Era ya de noche, pero luces navideñas formadas por pequeñas velas voladoras y esferas plateadas que se asemejaban a las lluvias de estrellas, danzaban por el jardín, iluminándolo.

Draco había escogido una chaqueta frac de terciopelo verde esmeralda, pantalones y corbata negros, chaleco y camisa blancas. Elegante, con el cabello repeinado hacia atrás ; una figura alta y esbelta que los nobles de Francia del S. XIX habrían envidiado. Astoria, a su lado, con un vestido de satén gris oscuro que entremezclaba la suave tela con un precioso encaje en cuello, hombros y brazos. Un moño tirante enmarcaba sus afilados y hermosos rasgos.

—Todo va a salir bien—tranquilizó Astoria, con un suave apretón en su mano.

Scorpius se entretenía intentando atrapar una de las bolas plateadas, que destellaba entre los ocho anillos plateados que surcaban sus dedos. Llevaba un traje de doble botón gris apagado, con una camisa de suave seda blanca abierta debajo. Podía verse una cadena, también plateada, debajo. Los pantalones le llegaban hasta el tobillo y dejando al aire piel antes de llegar a los llamativos mocasines a juego con la chaqueta de su padre. Llevaba el pelo levemente ondulado, lo que le daba un toque desaliñado. Parecían sacados de una revista de moda muggle.

Apenas un suspiro después, la familia Potter se tambaleaba ante ellos. James había acabado con una rodilla en el suelo, levantándose desafiante; Lily se había apoyado sobre Albus para mantener el equilibrio. Hubo un segundo de tenso silencio y miradas incómodas.

Scorpius las cortó al instante caminando hacia los Potter con desenvoltura y una sonrisa en la cara.

—Señor Potter—saludó con un apretón formal y seguro.
—Ginevra—una pequeña reverencia con una sonrisa divertida. La pelirroja había conseguido que dejara de llamarla Señora Potter, pero aun había un gran camino hasta Ginny.
—Lily—le cogió la mano para darle un beso caballeroso, ante el que la pequeña ahogo un chillido.
—James—su tono cambió apenas un ápice, dedicándole una sonrisa burlona y casi seductora, pero la voz era cortante. El mayor de los Potter desvió la mirada con mueca de hastío.

Se detuvo frente a su buen amigo Albus y sin mediar palabra, ambos aumentaron su sonrisa y se dieron un abrazo. Albus le ofreció también el paquete que llevaba bajo el brazo.

—Ponlo bajo el árbol.

Scor asintió solemne e hizo un gesto para que le siguieran. Malfoy-padre y Malfoy-madre esperaban junto a los escasos tres escalones que separaban el porche del suelo. Apretones de manos, dos besos, lo típico. Cabría destacar que James saludó amablemente a la atractiva Astoria, pero no aceptó la mano de Draco; o el quizás demasiado fuerte y cuanto menos largo apretón de los dos cabeza de familia.

Entraron a la casa de campo descubriendo una decoración que mezclaba la buena madera y elegancia de la tradición Malfoy con un diseño moderno que hasta abarcaba toques muggles como una TV enorme con una videoconsola enchufada o una cadena de música. El comedor era también salón y daba a la enorme cocina de la que provenía un olor delicioso.

—Mi madre ha hecho ganso con relleno de castañas, le sale mejor que a la abuela. Y al fin podrás probar la salsa de arándanos de mi padre, vas a saborear el cielo—comentó Scor a Albus, aunque a suficiente volumen como para que todos pudieran escucharlos.

Al sonrió complacido, justo cuando llegaron ante une hermosa mesa, de madera oscura y bien pulida, llena de platos de porcelana fina y cubiertos y jarras de plata vieja, aunque bien cuidada. Toda la decoración de la casa y la Navideña eran de un gusto exquisito.

—¿No tenéis elfos domésticos?—preguntó Lily curiosa, que había aprovechado un descuido de su hermano para robarle al sitio y terminar agarrada al brazo de Scorpius.

—En esta casa dos, un matrimonio muy amable. Doky tiene una gran mano para la cocina; Fala es una adicta al orden. Pero están de vacaciones. Les gusta viajar a sitios más cálidos en esta época del año—contestó Draco, moviendo caballerosamente la silla de su mujer para ayudarle a sentarse.

—¿Son... libres?—preguntó Harry, claramente impresionado.
—Por supuesto.

Las parejas sentaron una frente a la otra. Draco junto a sus padres, con Lily a su derecha. James y Albus junto a los suyos, dejando la mesa sin presidir por ninguno de sus extremos.

Draco, Harry y Ginny mantuvieron entonces una agradable conversación sobre los derechos de los elfos domésticos mientras entrantes aparecía en la mesa tras suaves toques de la varita de Astoria. Foie gras, como manda la tradición, quesos, canapés de salmón y caviar, ostras y coquilles St. Jacques. Y por supuesto, dos botellas de vino, una con tinto y otra con blanco, de su propia cosecha. Albus y Scor se sonrieron a través de la mesa, parecía que la Navidad estaba a punto de obrar un nuevo milagro.

Harry probaba la comida con cierto temor, pero al mismo tiempo sorpresa cuando algo estaba más rico de lo esperado; Ginny degustaba con la rapidez de la menor de una familia grande. Los Malfoy parecían comer con la misma clase que la nobleza inglesa. Draco se peleaba con una de las otras mientras Albus le explicaba los platos a James, que ponía caras de asco ante sus palabras. Lily probaba cada plato que Scor le mencionaba, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Dime, Albus, ¿has podido echarle un ojo a los papeles que te dejé de la Universidad Mágica de Helsinki? Aunque tengo que admitir que es difícil competir con la de Waitakere.

En la mesa se hizo el silencio, como si les hubieran embrujado. Scorpius se hundió en su silla.

—Lo cierto es que tiene un programa increíble de leyes y finanzas—contestó Al, con toda la naturalidad del mundo.

Harry tragó el contenido que se había quedado en su boca, pero que no le había impedido abrirla como un estúpido.

—¿Y las visitas al Ministerio en busca de un hueco donde formarte?
—Creí que te interesaba el de ayudante de del Jefe de Oficina de la Ley Mágica Internacional—añadió Ginny.
—Únicamente estoy barajando opciones que expandan mis horizontes—contestó Albus, con el tono pragmático que usaba en las clases.

—¿A qué te dedicas, James, si puedo preguntar?—atajó Astoria con un gesto amable, dándole un trago a su copa de vino blanco.

Los platos comenzaban a vaciarse y la comida a sentarse, a la espera del plato principal. Las ostras se apilaban en los platos de los Malfoy y las migas de los entremeses en los de los Potter, pero únicamente James podría quejarse de pasar hambre.

—Estoy en la academia de Magos Golpeadores y por las tardes entreno con los Chudley Cannons. Este año espero dejar las suplencias y jugar más minutos.
—Tu tío estará encantado—respondió Draco.

James borró la simpatía que le había dedicado a Astoria en cuanto Draco abrió la boca. Seguramente le habría dedicado con una más-que-antipática respuesta si no fuera porque Harry interrumpió:

—¿Güaitafefe?
—Waitakere—corrigió Albus, esperando aquella reacción.

El silencio inundó de nuevo el salón de los Malfoy.

—¿Dónde demon...?
—Está en Nueva Zelanda, papá.

Ginny se atragantó con el vino tinto.

Si no te tengo | DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora