33. Golfa

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18 de marzo de 2016

Estamos desayunando en la cocina de Michael después de pasar una de las mejores noches de mi vida con él. Todo está siendo perfecto. Ambos bromeamos y nos sentimos muy cómodos, pero sé que tengo que hablar con él sobre lo que me contó su madre.

- Michael,- le digo volviéndome a sentar después de dejar mi taza en el fregadero,- tenemos que hablar.

- No, por favor,- dice quejándose como un niño de seis años,- nada bueno viene después de esa frase.

- Pero lo tenemos que hacer, y lo sabes.

- Está bien. ¿Qué ronda por esa preciosa cabecita tuya?

Me armo de valor y le digo lo que llevaba un tiempo pensando.

- Sé que me ocultas algo,- su cara se descompone en el acto,- y debe ser algo muy malo para que tengas tanto miedo de contármelo.

- Rocío...

- Por favor, Michael, si queremos que esto funcione tenemos que ser totalmente sinceros el uno con el otro.

El aprieta los puños en un debate interno que tiene decidiendo si debe contarme su secreto o no.

Tras medio minuto por fin habla.

- De acuerdo,- dice apretando sus ojos con fuerza.- Aunque me dolerá, estarás en todo tu derecho a marcharte cuando te cuente mi historia.

- Michael, no me voy a ir a ninguna parte- le digo sujetando su mano por encima de la mesa.

- Lo dudo,- dice con una sonrisa triste.- Hace unos veinte años llevaba una vida de completo descontrol. Drogas, fiestas, chicas y quebraderos de cabeza para mis padres. No iba por el buen camino y ellos lo sabían. Mi hermano Enzo tuvo que salvarme de algún que otro lío. Cuando tenía quince años me enamoré por completo de una chica. Para mí era increíble. El mundo se detenía y sólo existíamos ella y yo y, por suerte o por desgracia, ese amor fue correspondido- una punzada de celos me invade pero lo intento disimular.- Vivíamos rápido, amábamos fuerte, todo era alucinante, pero un año después me dijo que se había quedado embarazada- abro los ojos sorprendida; él tiene su mirada perdida en algún punto concreto de la mesa.- Cuando ambos nos enteramos ya era demasiado tarde para que ella pudiese abortar así que tendríamos que hacernos cargo de ese bebé. Esa misma noche me desfasé como no creo que vuelva a hacerlo en mi vida. Unos amigos llamaron a mi hermano y me tuvo que llevar al hospital de lo colocado que estaba. A los dos días, cuando desperté, mis padres me echaron la bronca de mi vida y yo comencé a llorar- aprieto su mano para darle fuerzas para continuar.- No había llorado nunca desde que tenía uso de razón y supe que la situación me superaba por completo. Me levanté al baño, me miré en el espejo y nunca había sentido el asco que sentía hacia mí mismo. Ese fue el día en el que maduré. Nunca se me dio bien pedir ayuda, pero mis padres se dieron cuenta de que la necesitaba. Me metieron en una clínica de desintoxicación con solo dieciséis años y no tardé mucho en salir. Creo que fue porque tenía la motivación de querer ser un ejemplo para mi futuro hijo.

- Eso es algo muy maduro para un chico de esa edad- le digo y él asiente.

- Busqué a esa chica y cuando la encontré la presioné para que cambiase de vida pero ella no lo veía de la misma forma que yo. Necesitaba el alcohol para vivir, o al menos eso era lo que ella me decía siempre que discutíamos y ella acababa llorando. No te puedes hacer una idea de lo duro que es ver sufrir de esa manera a una persona a la que tanto has querido. A pesar de que ella no cambió su forma de vida, ese bebé nació fuerte y sano- dice sonriendo orgulloso.- Al principio ella lo rechazó, cayó en una grave depresión y se marchó dejándome sólo a cargo del niño. Mis padres me ayudaron criarlo. Yo solo pensaba en que quería que estuviese orgulloso de mí y que no cometiese mis mismos errores.

- Ósea... tienes un hijo- él asiente mirándome.- ¿Cómo lo has podido ocultar?- no se lo digo en tono de reproche, simplemente quiero saberlo.

- Cada día paso menos tiempo con él. Siempre estoy de aquí para allá y además él ya tiene 18 años- dice encogiéndose de hombros.

- Y, ¿qué paso con su madre?

- Hace ocho años volvió- un escalofrío recorre toda mi espalda.- Ella vino con la escusa de que tenía derecho de conocer a su hijo y yo creí ingenuo de mí que querría ser una madre para él. Resultó que sólo quería dinero. Ahora está internada aquí, en Zúrich. Yo pago todo, siento que de alguna forma se lo debo.

Termina de hablar y ninguno de los dos dice nada más.

- ¿No vas a decir nada?- me pregunta temeroso y yo no sé qué contestar.- Entiendo que esto sea algo duro para ti. No tienes por qué cargar con mi equipaje. Si te quieres marchar, lo entenderé y no tendré ningún derecho a juzgarte.

- Cállate- le digo y se sorprende.- No me iré a ningún lado, Michael. No has hecho nada malo, todo lo contrario. Vale, quizás no me esperaba que fuese papá pero... no me importa. Si yo hubiese estado en tu situación estoy segura de que no hubiese reaccionado tan bien como tú lo hiciste.

- Entonces... ¿todo sigue igual entre nosotros?

- Por supuesto que sí- el suspira de alivio.- Bueno, ¿cuándo conoceré a tu hijo?- el me da una sonrisa que me llena el corazón por completo.

- Cuando tu quieras. Está aquí y mañana tengo comida familiar en casa de mis padres.

- Y, ¿cómo es él?- pregunto contagiada por su alegría.

- Físicamente no nos parecemos en nada; salió a su madre. Es algo introvertido pero seguro que le gustas.

Rocío y sus noviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora