30. Back to black

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2 de marzo de 2016

Miércoles, después del trabajo. Michael me ha venido a buscar y hemos ido al cine a ver una película que yo tenía bastantes ganas de ver.

Cuando termina nos sentamos en una terraza a tomar algo.

- No creo que les dieses muchas preocupaciones a tus padres de joven. Tienes pinta de aburrido que se quedaba estudiando los sábados por la noche en su casa- le digo burlándome de él.

- Qué poco me conoces. No te puedes imaginar la cantidad de disgustos que les he dado a mis padres- dice riendo y yo me derrito solo con el sonido de su risa.

- ¿Qué clase de disgustos?

- Puff... los pienso y me agobio- dice cambiando su gesto.

- Pero mira ahora,- le digo divertida,- ellos te siguen queriendo pase lo que pase. Para eso están los padres, ¿no?- le digo y asiente pensativo.

- Oye, Rocío, tengo que contarte alg...

- ¡Hombre, Rocío! ¡Cuánto tiempo!- me giro y veo a Javier, el marido de mi amiga Miriam.

- Hola, Javier- le doy un abrazo y noto como Michael se tensa a mi lado.- No te veo desde hace meses, ¿cómo te va en el hospital?

- Pues muy bien, la verdad- me dice alegre.- He venido a la ciudad a ver a unos amigos ya que tenía un par de días libres y necesitaba despejarme- dice señalándoles.

- Pues haces bien, chico, pero, ¿no tenías planeada ninguna visita para mí?- le digo entrecerrando los ojos.

- Claro...- me dice rascándose la cabeza y yo le doy en el pecho.

- ¡No me lo puedo creer! ¿Vienes a la ciudad y no puedes siquiera pasarte por mi casa a saludar?- le digo cruzándome de brazos.

- Perdóname, Zanahoria- me dice abrazándome.

- Pero porque eres tú, que si no...- le señalo y él ríe.

- Bueno, Ro, me voy con estos que creo que nos vamos a un bar- dice dándome dos besos.

- Pórtate bien, que nos conocemos- él ríe y se marcha.

Me vuelvo a sentar en mi asiento.

- ¿De qué estábamos hablando?- le digo sonriendo a Michael pero él ni me mira.

- ¿Eh? ¿Hola? ¿Nos conocemos de algo, señorita?- me dice sarcástico.

- Pero bueno, y ahora a ti qué te pasa.

- ¿A mí? Absolutamente nada.

No le pienso seguir el juego. Si está enfadado por cualquier bobada que me lo diga si quiere. No aguanto que sea así de irascible.

Pasa un rato y seguimos sin hablarnos.

- ¿Tú de qué vas?- me pregunta con aires chulescos.

- Oye, tranquilito, eh. A mí me hablas bien- le digo cabreada.

- ¿Tontéas en mis narices y aún así me tengo que callar?- me dice incrédulo y yo alucino.

- ¿De qué hablas?

- De lo que veo. Creía que a partir de ahora te tomarías nuestra relación más en serio pero ya veo que para ti es algo imposible.

- Tú eres imbécil. No sé a qué viene esto ahora.

- "¿Vienes a mi casa y no puedes siquiera pasarte por mi casa a saludar?" - dice imitando mi voz de forma estúpida.- Porque estamos en un lugar público que si no le hubiese partido la cara a ese gilipollas- dice apretando sus puños.

Rocío y sus noviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora