24. La lista de la compra

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21 de febrero de 2016

- ¡Lista!- exclamo cuando consigo cerrar la maleta después de mediap hora.

Recibo un mensaje de mi padre avisándome de que está abajo. Cojo las últimas cosas que necesito y las meto en el bolso de mano que llevaré en el avión. Cuando llamé a mis padres para avisarles de que me iba a Italia, mi padre se ofreció a acercarme al aeropuerto en coche. Mis padres viven en el barrio de Vallecas, en la casa en la que crecimos mi hermana y yo. Hace unos años les sugerimos si se querrían mudar a una zona más céntrica pero ellos se negaron en rotundo alegando que esa casa les traía muy buenos recuerdo. No tuve nada que objetar. Poco después de terminar mis estudios, entre los dos nos regalaron las primeras letras de mi actual piso en Chamberí. Cuando mi hermana se casó, se mudó a Barcelona y me dejó para mi sola la que ahora es mi casa.

Salgo del portal y mi padre me abraza como siempre.

- Pequeña Zanahoria, te he echado de menos- dice mi padre en mi oído.

- Yo también a ti, papá.

- Deja que te ayude con eso- entre los dos, guardamos mi equipaje en el maletero y entramos al coche.

Durante el camino, mi padre me pone al día sobre las últimas locuras de mí madre. Yo no paro de reír hasta que llegamos a Barajas.

Bajamos del coche con el equipaje y mi padre me acompaña hasta el control de pasajeros, el último sitio al que podemos acceder juntos.

Aún tenemos quince minutos antes de tener que embarcar.

- Entonces no sabes cuándo vuelves, ¿no?

- No, papá.

- Bueno, vuelvas cuando vuelvas avísame y te vengo a buscar. Así viene tu madre y parecerá el anuncio del de los espárragos, muy emotivo.

- Turrón, papá, no espárragos- niego con la cabeza.

- ¿Cuándo me vas a dar nietos, Pequeña Zanahoria?- abro los ojos de golpe.

- ¿A qué viene eso ahora?

- No, por nada, sólo es que siempre quise tener los suficientes nietos como para poder hacer un equipo de fútbol. ¡Serían la mejor plantilla de la historia del Rayo Vallecano!- dice orgulloso mi padre.

Me quedo a cuadros. No sé qué decir. Nunca me había mencionado este tema. La que lo solía hacer era mi madre.

- Hija, quiero preguntarte algo. Tú... ¿Eres lesbiana?- pregunta de golpe.

- ¡Papá!- grito colorada de vergüenza.

- Tranquila, por mí mejor. Si por mí fuera, virgen te quedarías.

- ¡Calla!- no puedo soportar tener este tipo de conversaciones con mi padre.- Además, siempre que te he presentado a un novio le has hecho "La Inquisición" - digo gesticulando unas comillas con mis dedos.

- Bueno, hija, no exageres- dice quitando hierro al asunto.

- ¿Que no exagere?- digo indignada.- Entonces explícame qué sucedió con Juanma- le digo alzando una ceja.

- Eso fue un error.

- ¿Un error? ¡Le dijiste que la cicatriz de tu estómago te la hizo un insurgente en la Guerra de Irak! El pobre estuvo toda la cena en tensión cada vez que te acercabas a él con un cuchillo en la mano... ¡Y lo hiciste mínimo ocho veces!- le digo alzando los brazos.

- No es mi culpa que confundiese "operación de apendicitis" con "Guerra de Irak" - dice a la defensiva.

- Eres incorregible- niego con la cabeza dándome por vencida.

- Quizás me ponga así con los chicos que traes porque ninguno de ellos ha estado a tu altura- dice mirándome a los ojos.

- Papá, déjalo...- el aviso de apertura del control de seguridad de mi vuelo suena interrumpiéndome.

- Ya hablaremos cuando vuelvas- dice abrazándome.- Ten cuidado con los italianos que tienen las manos muy largas.

- Papaaaaaaá- digo riendo.

Me despido de él y paso el control antes de encaminarme a la puerta de embarque.

Ya dentro del avión, me acomodo y cierro los ojos. Son a penas un par de horas de vuelo, así que una pequeña siesta no me vendrá mal.

°°°

Ya en el Aeropuerto de Roma-Fiumicino, recojo mis maletas y sigo a otros pasajeros que iban en mí avión para no perderme. Soy muy mala para orientarme en los aeropuertos.

Atravesamos unas puertas automáticas y nada más salir veo a un montón de gente esperando a familiares, amigos... Yo paso sin mirar mucho pero cuando de reojo veo a un hombre trajeado con un cartel en el que se lee mi nombre- ¡qué glamour!-. Me acerco a él.

- ¡Hola! Muy buenas noches- le digo con la mejor de las sonrisas.

- ¿Es usted la Señorita Callaghan?- pregunta serio.

- ¡La mismita! Puede llamarme Rocío.

- Encantado, Señorita,- dice ignorándome-, permítame sus maletas.

- ¡No, tranquilo! Puedo yo sola.

- Insisto. Para algo me pagan, Señorita- demasiada formalidad para mi gusto tratándose de una situación fuera del trabajo.

- Que no, pesadito- el abre los ojos sorprendido. No creo que esté muy acostumbrado a que le hablen así.- Vamos, tengo ganas de llegar al hotel- le apremio.

- Como guste, señorita- ruedo los ojos y camino hacia la salida.

- Señorita...

- ¿Qué pasa ahora?

- La salida está por allí- dice señalando en dirección contraria a la que yo me dirigía.

- Lo sabía, te estaba probando- le digo sonriendo y el ni se inmuta.

¡Qué señor tan soso!

°°°

- Ya hemos llegado, Señorita Callaghan.

- ¡Y dale con el "Señorita"! Me llamo RO-CÍ-O- le digo y él ni se inmuta- ¡ni puto caso, oye!-.

Bajamos del coche y Sebastian, (al menos he conseguido sonsacarle su nombre), me ayuda con mis maletas; esta vez sí que se lo permito. Entramos al hotel. En recepción, una chica morena me entrega las llaves de mi habitación y subimos por el ascensor. Al llegar a mi planta, abro la puerta y alucino con lo que veo.

- ¡Wow!- atravieso corriendo la habitación y me tiro en la inmensa cama.- ¡Soy rica!- grito y oígo como alguien se aclara la voz desde la puerta de entrada.

- Señorita, si no me necesita para nada más me voy- saca un papel del bolsillo interior de su abrigo.- Llámeme si tiene algún problema o si necesita cualquier cosa- lo deja en una mesa cerca de la puerta y se marcha dejándome con la palabra en la boca.

- Hasta luego, Sebastian. Ha sido un placer haberte conocido. Te llamaré si necesito a alguien para que me aburra un rato- digo mirando a la puerta cerrada.

Vuelvo a apoyar la cabeza sobre la almohada y observo la gran lámpara que cuelga del techo.

- Joder, ¡qué bien se lo montan los ricos!

Rocío y sus noviosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora