Capítulo 4

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Lo miraba atentamente, esperando a que soltara alguna palabra.

–¿Y bien? –dije de una vez por todas, no esperaría una eternidad por una simple respuesta.

–Tu dijiste que no la llamarías, me dejaste tomar su número –se excusó.

–¿De que hablas? Sabes muy bien que tienes que explicarme, no logro entenderlo por mi cuenta.

–No es nadie importante, ¿Okay? Es sólo una chica que conociste hace poco, nada pasó, simplemente se cruzaron por casualidad, y hasta ahí llego la cosa–comenzó a contarme, no entendí mucho pero termine por aceptarlo.

–Bien, pues dile que no me llame.

–¿Estas seguro de eso? –asentí.

–Si dices que no es alguien importante para mi, pues no tiene caso el que me preocupe por eso, ¿cierto?

–Tienes razón –suspiró–. ¿No quieres salir un rato? Estar acá me deprime un poco.

Cambió el tema con rapidez, como si se sintiera incómodo al hablarlo. También podía notar lo nervioso que estaba, algo más me estaba ocultando.

–Cómo tu quieras, es igual para mi.

–Bien –se levantó–. Pues nos vamos directo a la callé.

Solté una risa antes de ponerme de pie, él corrió hasta el sillón, tomando su chaqueta para colocársela antes de salir. No hacia mucho frío, pero le solía gustar llevar chaquetas, o por lo menos eso recordaba.

–¿Y a donde iremos? Exactamente.

–Dónde el viento nos llevé –dijo haciéndose el chistoso. Rodé los ojos al escucharlo, creo que no se le daba bien el ser una persona "cómica".

Metí las manos a los bolsillos del pantalón, mi cabello se movía inquietó gracias al viento. Charlie sólo contaba el como fue su día, sin pasarse detallé alguno.

Puede que suene egoísta, pero lo envidiaba. Envidiaba su vida tan perfecta, sin problema alguno, sin preocuparse por el que dirían, o por lo que pasaría el día siguiente. Si algún día lograría ser una persona importante, o simplemente viviría de los recuerdos perdidos.

–¿Joel?

–¿Ah? –sentí como me jalo del brazo, y mi espalda choco contra su hombro.

–Casi te vas directo con el poste de luz –señaló–. ¿Seguro que estas bien? Si no te encuentras bien podemos regresar a casa, no hay problema.

–Estoy bien –resoplé–. Sólo me quede pensando, sólo eso.

–Bien, haré como que te creo.

–Te digo la verdad –el sólo me ignoro y siguió caminando. Odiaba que pensara que era una persona frágil, porque podía ser todo, menos ser una persona débil.

El silenció se volvió presente, y a lo lejos pude ver como el parque hacia su aparición.

–Quiero ir al parque –hable después de un rato.

Se veía un tanto inseguro, pero término por aceptar. No había muchas cosas que se pudieran hacer en un parque, más que jugar fútbol o alguno de los deportes que lleven un balón. Sin hablar de los juegos, como los columpios, resbaladeros, o el castillo.

Aunque los últimos, no eran de mi total interés.

–Por lo menos hay gente acá –señalo el grupo de personas que estaba en medio de la cancha, jugando un partido de fútbol.

Normalmente había muchísima gente, pero sin embargo, había otras que ni un alma se pasaba por acá.

–Un partido de fútbol, ¿qué dices?

–Me parece bien, pero no derrames las lágrimas si resulto ser el ganador –bromeé a lo que el soltó una risita.

–Pimentel –río–. Eres pésimo en el fútbol.

–¡Oye! –me quejé–. Qué te deje ganar siempre no significa que sea malo en el juego.

–Aja, como tu digas –comenzó a correr en dirección a la cancha, y no hice nada más que seguirlo, logrando acercarme cada vez más.

–¿Necesitan más personas? –fue lo primero que dijo al llegar.

Los chicos pararon de jugar al instante, y nos miraron con interés.

–¿Quieren unirse?

Ambos asentimos y pronto el chico lanzó el balón en dirección mía, lo tome rápidamente, justo antes de que impactará contra mi pecho.

Charlie soltó una risita y se colocó en una de las esquinas, mientras que por mi parte me coloque en medió.

–A la cuenta de tres –avisé–. Uno... Dos... Tres.

Lancé el balón hacia arriba, y los dos chicos que estaban en medio corrieron hacia donde el balón había aterrizado.

–Lo tengo –gritó el moreno.

Me moví de lugar y comencé a correr en dirección al chico que estaba con el balón, pues no era de mi equipo, por lo cual tenía que quitárselo.

Estaba a nada de llegar, pero un golpe en mi hombro me hizo caer.

–Lo sien... –se quedó mudo al verme–. ¡Tú!

Me miró de una forma extraña, cómo si ya nos hubiéramos visto antes.

–¡¿Qué te pasa?! –gruñí enfadado.

–¿Qué? Acaso lo has olvidado –dijo con amargura.

Logre levantarme del suelo pero el de un empujón, volvió a tumbarme.

Vi como Charlie se acercaba corriendo. Lancé un golpe en su dirección, pero el tomo mi brazo con fuerza, impidiendo que el golpe llegara.

–Tal vez con esto logres recordar un poco.

Su puño impactó en mi rostro con una fuerza, que me hizo imposible detenerlo.

24 horas |Joel Pimentel #PromiseAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora