Capítulo 8

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Se abrazó a si misma, para mantener el calor, por lo menos eso suponía.

–Muchas gracias por venir, te lo agradezco mucho –suspiró–. El verte, de alguna forma logro tranquilizarme.

–Fue lindo verte a ti también –sonreí.

Ella se puso de puntitas y depósito un beso en mi mejilla. Se despidió a lo lejos y pronto la perdí de vista.

No estuvo tan mal, por lo menos no para mi. Admito que no pensé que fuera a agradarme, más sin embargo lo hizo.

Comencé a caminar hacia mi casa.
Sintiéndome de lo más contentó, pues según Charlie, era mi primer salida después de casi nueve meses.

[...]

Un molesto sonido interrumpió en mis sueños.

Me levanté de golpe y apagué la alarma, dándome cuenta de que ya eran las seis con treinta.

–¡La escuela! –grité.

Me levanté de lo más rápido, directo hacia el armario. Ahí estaba el uniforme y no tarde mucho en ponérmelo, no había tiempo para una ducha, lo cual maldecía en mis dentros.

Peine mi cabello, por lo menos eso intente.

–¡Mama! Se me hace tarde –grite llamando la atención.

Pronto se escucho como la puerta de su habitación fue abierta, y apareció por el pasillo adormilada.

–¿Joe? –se talló los ojos–. ¿Qué haces vestido así?

–Tengo escuela, ¿recuerdas?

Una triste mirada apareció en su rostro, y sabía que el único causante de su dolor, era yo.

–Ay, mijo –se acercó a pasos lentos.
Sobo mi mejilla y me dio un fuerte abrazo, me quede quieto, sin saber que hacer.

–¿Qué pasa? –pregunté mientras me alejaba un poco.

–Vamos a mi habitación –dijo mientras comenzó a caminar en dirección a su habitación.

–Pero ma, se hace tarde –me quejé–. Sabes que no me gusta cuando el profesor Torres, me deja parado por llegar tardé.

–Joel –alargo mi nombre con cierto enfado. Y sólo así, supe que era algo importante, no tuve más remedio que seguirla.

Al entrar a su habitación, ella estaba sentada al borde de la cama. Del cajón derecho, sacó lo que parecía ser un álbum.

–Ven –susurró.

Camine a pasos rápidos, tenía que irme pronto si no quería perderme la clase.

–¿Recuerdas este día? –preguntó señalando una foto.

En la foto se podía apreciar como un niño de no más de siete años montaba un caballo. El sonreía mientras se abrazaba al cuello del caballo, sin experiencia alguna. Pero él quería subirse al caballo, quería que su madre lo viera, pues ya era un chico grande.

Asentí.

–Claro que lo recuerdo –sonreí–. Sólo quería que estuvieras orgullosa de mi.

–Siempre lo estuve cariño, no lo dudes.

Pasó la página, mostrándome otra foto.

–¿Qué hay de esta? –preguntó.

En la foto se mostraban dos niños sonrientes. Ambos feliz por su recién cumpleaños. En el fondo se podía apreciar el hermoso cartel que sostenía las palabras "felices ocho años, Charlie y Joel". Tenía las letras de colores y el fondo era amarillo, simple, pero lindo.

–¡Si! –reí–. Ahí conocí a muchos de mis amigos.

La sonrisa de mi madre se desvaneció por un momento. Aunque intentó ocultar el recién acto, era demasiado tarde, pues lo había visto.

–¿Y está?

Ahora mostró una fotografía, estaba junto a una fuente, y tenía mis brazos al aire. Sonriendo para la foto. Recuerdo lo mucho que le rogué a mi madre por que me llevara a aquel sitió, y finalmente, término por aceptar.

Asentí.

Y me mostró una última foto.

Dónde un chico sostenía un pequeño perrito. De fondo se podía apreciar el azul del mar, y la brisa que movía su despeinado cabello, no parecía tener más de quince años.

Y por primera vez, negué.

–No –comencé–. ¿No se quien es?

–Tú.

–¿Yo? –la mire confundida–. Madre, te estas equivocando, mira bien la foto.

–¿Cómo no voy a saber si es mi propio hijo? ¡Claro que eres tu! –cerró el álbum de golpe y me miro directamente–. Eres tu Joel.

Negó con la cabeza y se levanto de la cama.

–Esto va mal –sostuvo su cabeza entre sus manos–. Estas olvidando más cosas, estas retrocediendo en el tiempo.

Mi madre soltó en llanto, y una fuerte presión en mi pecho, comenzó a hacerse presente.

–No llores, ma –me acerque a ella dándole un fuerte abrazo.

A pesar de no comprender mucho, sabía que había sido mi culpa, era un inútil.

[...]

Después de la larga explicación que mi madre me había dado, logre entender un par de cosas. Pero no era cómo si lograra recordar, sólo daba por hecho lo que me contaba.

El timbre comenzó a sonar, por lo menos un par de veces.

–¡Mama! –grité.

Salí de mi habitación, para entrar en la suya y no había nadie. Mire confundió hacia la planta baja y seguía sin aparecer.

–Voy –fue lo único que dije.

Me acerque a la puerta y gire la llave, sólo abriéndola un poco.

Mi vista se posó en el chico que sostenía una pila de películas en sus brazos, y sonreí. Charlie.

–¿Enserio? –susurré.

El se hizo a un lado, mostrándome a una chica.

–¡Joel! –chilló mientras corría hacia mi.

Enrolló sus brazos en mi cuello, dándome un gran abrazo. Charlie sostenía una mirada en su rostro y tan sólo asintió.

"Abrázala"

Fue lo que pude percibir, lo que salió de los labios de mi amigo.

Y aún así en total estado de confusión y sin saber mucho quien era aquella chica. Posé mis brazos al rededor de su cintura y la abrace hacia mi, recargando mi mejilla contra su cabeza.




¡Último por hoy!
Nos leemos hasta el jueves😚💙

24 horas |Joel Pimentel #PromiseAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora