Capítulo 5

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–Tu madre va a matarme –murmuró mientras pasaba un trapo de agua sobre mi brazo, que tenía un par de rasguños.

–¿Y a mi, no?

–Pues no –levantó mi codo y pasó el trapo por allí–. ¿Quién era el tipo?

–No tengo ni idea –admití–. Lo juró.

–Pues parecía conocerte –dejó el trapo sobre la mesa y se alejó de la cama, sentándose en el suelo–. ¿Estas seguro de que no lo conoces?

Asentí.

–Te digo la verdad, no tengo ni la mínima idea de quien era aquel tipo.

–Pues si que te dejo mal –dijo sin gracia–. Y eso que aún no te recuperas de la paliza anterior.

–Mi cabeza está hecha un torbellino, por favor, no hagas que me pierda más de lo que ya estoy –pedí.

–Lo siento –se encogió de hombros–. Aveces olvidó tu situación, perdón por eso.

–No importa, sólo intenta no olvidarlo de nuevo.

Me levanté de la cama, tomando mi cabeza entre mis brazos. Me estaba doliendo como nunca.

–¿Ya quieres irte? –preguntó a lo que negué.

–Creó que será mejor quedarme a dormir acá –comenté–. ¿Lo crees posible?

–Claro, sabes que no es molestia –miro en mi dirección–. Pero sólo falta hablarlo con tu madre, sabes lo estricta que es.

–Preocupona –corregí.

–Es lo mismo.

–Uhm... No –reí–. Necesitas más clases de español, y usar más el diccionario.

–Si, supongo –soltó una carcajada–. Yo llamare a tu madre, creo que será más accesible conmigo.

Rodé los ojos, pues claramente había una preferencia ahí.

Salió de la habitación dejándome completamente sólo. Volví a echarme en la cama, intentando que el dolor de cabeza parar, lo cual era imposible, pues no tenía poderes mágicos cómo para poder parar el dolor.

Sólo esperaba que mi madre accediera, sabía que le había prometido contarle todo. Pero ahora que Charlie había estado presente, no encontraba la necesidad. Puede que suene estúpido, pero así era.

Metí el brazo por debajo de la almohada, sólo para obtener más comodidad. Pero al hacerlo, mi mano rozó un pedazo de papel que yacía escondido entre las sábanas y la almohada.

¿Pero que era aquel trozo de papel?

Lo jale con cuidado, logrando sacarlo del reducido espació.

Al parecer era un número, con muy buena caligrafía. Lo que llamo mi atención fue la última cifra '889'

Aquella terminación era justamente igual a la del número que llamo en la mañana, el mismo que me mandó un mensaje.

Saqué mi celular y abrí el buzón de mensajes, mostrándome el último número, que coincidía con el del papel.

Y caí en cuenta de lo que menciono Charlie. La parte en la cual había rechazado el número, y dijo ser no imparte para mi.

Volví a colocar el papel bajo la almohada, no sin antes agregar el número a mis contactos.

–Tu madre dijo que si podrías quedarte –entró a la habitación tomándome por sorpresa–. ¿Qué hacías?

–Y-yo... Jugaba en mi celular –abrí rápidamente la aplicación de juegos y mostré la pantalla a Charlie.

–Oh, también eres pésimo en ese juego.

–Si, para ti soy malo en todos los juegos –rodé los ojos con cierto fastidio.

–Es que es verdad –se encogió de hombros–. Sabes que siempre fui el mejor.

–Que creído –reí–. Pero tienes un poco de razón, lo admito.

–Mi madre está por llegar, también le avise a ella –comentó–. Recién llegue colocara el colchón de aire, dentro de la habitación.

–¿Y porqué no lo haces tu?

–¿Yo? –se hizo el desentendido.

–Si, tú.

–Cansancio, flojera, mucho movimiento –empezó a decir las causas del porqué no podía hacerlo el.

–Eres todo un flojo –reí–. Anda, vamos, que yo lo hago.

–Mejor quédate en cama, aún no estas bien.

–Te estas tomando esto demasiado enserio, sólo fue un golpe, no voy a morir.

–Bien, pues vamos –dijo rendido–. Pero tu lo inflas.

–Ya qué.

Me levanté poco a poco y comenzamos a caminar hacia el ático. Bajó las escaleras con cuidado de que no se abrieran de golpe, y comenzó a subir por ellas.

–¿Tienes tu teléfono? –preguntó desde arriba mientras sostenía su mirada en mi.

Asentí mostrándole el móvil.

–Alumbra hacia acá –pidió.

Subí un escalón más, hasta por fin llegar hacia lo que era el ático. Prendí el flash, y comencé a alumbrar el lugar.

–Esto si que da miedo –dije mientras caminaba entre la oscuridad–. ¿Había estado antes aquí? Lo veo familiar.

–Un montón de veces –dijo con gracia–. Antes de que mama lo utilizara para guardas nuestras cosas viejas, solíamos venir acá y jugar a los superhéroes. Aunque siempre terminábamos enojados, pues ambos queríamos ser Spider-Man y sólo podía serlo uno, ¿recuerdas?

Negué, no recordaba nada de ello. Más sin embargo me gustaría poder recordar aunque sea una mínima parte de aquellos momentos de diversión.

–Mira, creo que está allí –señalo una manta color azul que cubría algo.

Ambos nos acercamos, el se arrodilló y sacó la manta de golpe, provocando que un montón de polvo saliera disparado a todas direcciones.

–No me lo vas a creer... –dijo con asombro.

Me agache de igual manera sólo para ver lo que aquella caja de cartón tenía escrito en la parte superior.

"Los chicos de rojo"

Eso era lo que tenía escrito, y tal vez suene demasiado ridículo. Pero así solíamos llamarnos, puesto que nuestro color favorito era el rojo y nuestro superhéroe favorito, llevaba el traje del mismo color, decidimos llamarnos así.

–Charlie... –reí.

–Creo que esto será de muy buena ayuda –me miro directamente–. Joel Pimentel, tu vas a recordar, porque lo harás.

24 horas |Joel Pimentel #PromiseAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora