Capítulo 12

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Abrí mis ojos lentamente, escuchaba como alguien me llamaba más todo parecía estar tan lejano.

–Joel... –murmuraron de nuevo.

Tenía los ojos abiertos, más sin embargo no lograba ver algo. Sólo figuras oscuras y todo a su alrededor estaba borroso, se sentía terriblemente mal.

–Cariño, soy yo –repitieron.

–M-mama –susurré sintiendo como la persona se acercaba a mi.

–Si, mi bebe –dijo–. Me tenías muy preocupada, pensé que... Yo...

Guarde silencio, evidentemente sabía a lo que se refería.

–¿Dónde estoy? –pregunté–. ¿Porqué no puedo ver?

–¡Qué! –gritó–. Ay, no, por favor.

La escuché murmurar con nerviosísimo. La puerta se abrió y pude notar como mi madre salía de la habitación, entreabrí los ojos, intentando enfocar mi vista mejor, pero seguía igual.

¿Qué estaba pasando?

–Buenos días, señor Pimentel –una voz grave me nombro.

–¿Hola? –hablé.

–Desde acá nos puede dejar solos, por favor –pidió, y una vez más la puerta se cerró.

–¿Quien es usted?

–Tu doctor, ¿cómo te sientes? –evadió el tema con otra pregunta.

–B-bien...

Sentí como su mano se posaba en mi rostro y le daba un leve empujón hacia arriba.

–Abra los ojos –indicó y obedecí.

Una molesta luz hizo que cerrará los ojos de golpe, literalmente quemaba.

–Eso es buena señal –dijo–. Significa que sólo tienes una leve ceguera, y no hay nada de que preocuparnos.

–¿Cuanto durara?

–Un día a lo máximo –sentí una pieza metálica colocarse en mi pecho–. Pero no hay de que preocuparnos, aún.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo al sentir el metal en mi piel, estaba congelado. La última cosa que había dicho logro dejarme pensando, ¿aún?

–Bien, su pulso está normal –retiró el aparato de metal y pude respirar tranquilamente–. Sólo que está algo cansado, pero es lo normal. Creo que debería descansar un poco.

–No –contesté–. Ya tengo que irme.

Hice el vago intentó por levantarme pero lo único que ocasione fue que mi pecho doliera de una forma extraña.

El doctor se acercó a mi y me ayudo a recostarme de nuevo. Mi pecho subía y bajaba conforme mi respiración.

–Duele –susurré por lo bajo.

–¿Puedes mostrarme? –asentí y lleve mi mano hasta mi pecho, justo en el lugar donde dolía.

–Eso no se ve nada bien –su mano rozó mi piel y dio un par de golpes–. ¿Acá duele?

–Si.

–Tienes una inflamación –contestó.

–¿Una que?

–Una inflamación –repitió–. Es normal en casos como los tuyos. Pero aún así hay que revisarte, si la inflamación va más allá de lo que debería, eso sería una muy mala señal.

–Entonces...

–Entonces tendrás que quedarte un poco más de tiempo –contestó–. Y nada de reproches, es por tu salud, piensa en tu madre antes que todo.

No respondí. No sabía como hacerlo, me sentía inútil, nada de esto tenía sentido.

–Iré a programar la revisión –aclaró la voz–. Por mientras intente descansar, le diré a su madre que igualmente vaya a casa. Se ve realmente cansada y ambos necesitan descansar.

–Si, dígale que vaya a casa –pedí–. No quiero que este acá, eso sólo la preocuparía más.

–¿Quiere que...?

Negué.

–No se lo diga –hablé–. Creo que esa es mi decisión.

–Bien –contestó–. Pues en unas horas más vengo a ver como se encuentra, espero y pueda dormir un par de horas antes del proceso.

Escuche como salió de la habitación, dejándome completamente sólo y con el sonido de las máquinas a todo volumen.

[...]

Jugué con mis manos, mientras escuchaba el sonido de la televisión.

Estos programas no eran de mi total atención y sólo lograban ponerme de malas. Según el doctor, mi madre había aceptado ir a casa. Después de una larga hora intentando que accediera. Por otra parte, él doctor me informo que mi madre se iría tranquila sólo si me dejaba a cargo de alguien y ese alguien era nada más y nada menos que Charlie.

Él estaba sentado en el sillón, con su celular en mano. Al parecer veía un video, lo supe porque se carcajeaba cada segundo.

–¿Qué miras? –pregunté.

–Sólo vídeos –se acomodó bien en el asiento y se acercó a mi–. Tienes que ver este.

Me pasó el celular y el video comenzó a reproducirse. A medida que empezaba Charlie me explicaba, era un chico que decía llamarse youtuber, extraño nombre pero buen video.

–Es muy bueno –dijo riendo, estuve en total acuerdo con él.

Cuando el video finalizó, apagó su celular y lo guardo en su bolsillo.

Preferí ocultarle sobre mi pequeña ceguera. El video fue divertido pero no logre ver más que sombras oscuras, y sólo fingí que lo que veía era realmente asombroso.

–¿Cómo te sientes? –preguntó.

–Pues bien, no me quejó –respondí.

–Estoy seguro de que hay algo que te pondrá los ánimos a toda marcha.

–¿Qué es ese algo?

–La pregunta es, ¿quien es ese algo?

Sostenía una sonrisa en su rostro, su blanca dentadura era lo único que se podía ver.

–Estas demasiado raro, ¿de que hablas?

–La llamaré, estoy seguro de que eso te pondrá bien.

–¿La llamaras?

–Tu sólo espera –dijo–. Ya verás de lo que hablo.

Me cruce de brazos, me molesto un poco el hecho de no saber de lo que hablaba, más aún de invitar a gente que no conocía o sin mi permiso. Pero a Charlie le encantaba el drama, que más se podía hacer al respecto.

–Me lo agradecerás amigo –dijo entre el silencio que se hacia presenté–. Se que esto va para largó.

–No contestare nada más –reí–. Sólo haces que me confunda, y no, gracias.

–Tu sólo relájate –contestó en total tranquilidad.

Pasaron unos minutos cuando unos golpes en la puerta hicieron que mi amigo se levantara de su asiento.

–Mira, ya llego –abrió la puerta y una figura apareció ante mis ojos–. Acá está la sorpresa.

No podía ver nada, pero sabía que se trataba de una chica.

24 horas |Joel Pimentel #PromiseAwards17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora