4. Eso veremos.

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Por la mañana la luz entraba e iluminaba todo el cuarto, cuando desperté y me di cuenta de todo di un pequeño salto.

Tranquila, estoy aquí – dijo él, estaba en la cama con el torso desnudo, sentado con su computador y no apartó los ojos. – será mejor que te vistas para poder desayunar.
Estaba desnuda, sin pensarlo me levanté a buscar mi ropa y entré al baño.

Me vestí lentamente recordando la noche increíble que había tenido con él, a pesar de que apenas me haya mirado esta mañana, yo repasaba cada lugar por donde su boca había acariciado mi piel, me sentía distinta, como si la chica del espejo no fuese yo.
Apenas salí del baño pude sentir como se abría la puerta de la habitación, estaba él parado en el umbral mientras una mucama entraba y dejaba una bandeja en la mesa junto al sofá.

Ahora podemos desayunar – dijo al fin, mirándome a los ojos después de que la mucama se había ido, pero sonó su celular.

El día estaba nublado, ya me había acomodado en el sofá y estaba tomando una taza de té cuando colgó el teléfono.

Disculpa, no es fácil dejar el trabajo en estas fechas – comento al sentarse a mi lado y coger un vaso de jugo.

No pasa nada – estaba incomoda.

Comíamos en silencio hasta que puso su mano en mi muslo apretándolo suavemente.

Me encantaste – dice de pronto besando mi hombro para seguir por mi cuello – linda.

Sonó mi celular.

Pegamos un salto, miré hacia todos lados viendo donde podría estar, y en la alfombra lo vi brillar.

¿Estás bien? – Gael estaba agitado al teléfono – esta mañana mamá no te encontró.

Si ¡hola! estoy bien, la noche estaba fría así que decidí volver a casa – respondí decidida.

Lo convencí de que todo iba bien, se ofreció a pasar por mí, pero le dije que no era necesario y que llegaría sin problema al bar, colgué e Izan seguía sentado. Fui hacia él y me incliné para besarle.

Tengo que irme ya – le dije sonriendo.

¿Podré verte de nuevo? – se levantó y caminó hacia mí, le sonreí y fui por lápiz y papel para escribir mi número.

Eso veremos – dije haciéndome la interesante, le entregué el papel en sus manos, besé su mejilla y me fui.

Estuve ocupada trabajando toda la tarde en el bar, era vísperas de navidad y la gente había vuelto de la ciudad para pasar noche buena en la costa. A las 5 pm cuando las personas comenzaron a irse, empezamos a cerrar el bar; esa tarde estuvimos todos ayudando, , ya que Kiki debía ir al aeropuerto, visitaría a su madre en la capital, así que todo fue muy rápido para poder irnos a casa. No estuve esperando su llamado, pero al final de la jornada, cuando ya estaba sola, añoraba sentir su piel nuevamente.

Esa tarde Gael ofreció llevarme a mi casa, hablaba de una serie nueva que estaba viendo en Netflix mientras yo elegía una canción en su celular.

Hoy los chicos irán al bar después de las 12, por si quieres unirte – Su madre no volvería hasta año nuevo – puedo pasar por ti cuando quieras.

Ok – accedí sin pensarlo mucho.

Estacionó frente a mi casa, me despedí y entré rápidamente por la puerta.

La navidad no era la gran cosa en mi casa, era casi ensayado; cada uno por su lado, cenábamos, a las 12 quien estaba más cerca del árbol anunciaba de quien era cada regalo y fin.

Gael pasó por mí a las 1 am.

¿Que vas a tomar Bee? – Gael estaba en la barra mientras su hermano compartía con amigos en círculo junto a una fogata.

Cerveza por ahora – respondí.

Y así fue, a la hora después ya estaba bien borracha, había fumado un poco de marihuana y reía en la arena con los demás, se nos unió más gente. En un momento me levanté y fui a la orilla del mar sin que lo notaran. Saqué mi celular del pantalón, y pude ver que tenía un mensaje.

No tuve tiempo para despedirme linda, nos vemos en un próximo viaje. Izan.

¡En qué estaba pensando! – perdí el equilibrio y caí. El mensaje me había descolocado a tal punto de querer llorar. Ahí estaba, tirada en la arena, a punto de llorar y con ganas de poder hacer algo al respecto.

¿Qué haces aquí? –

Gael, por favor vete, déjame sola – dije

No me iré hasta que me digas que te pasa – dijo agarrándome por los hombros después de sentarse a mi lado – Me importas Bee – continuó mientras me quitaba la arena del pelo.

No quiero hablar – respondí mirando a mis pies.

Bee, puedes confiar en mi – dijo mirándome a los ojos y poniendo una mano en mi mejilla – sabes que me importas, desde éramos pequeños y tú eras mi abejita. - sonreía conmocionado.
Y allí estaba ese momento nuevamente, donde me sentía tan nada y él era tan todo. Lo besé sin pensarlo, pero esta vez sentí algo distinto.


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Ciegamente AhogadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora