15. Una oportunidad

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No creo poder hacer esto. Íbamos en el taxi a comer cuando me arrepentí de haber huido de Izan y creo que Adriano notó algo en mí.

Si no quieres ir a cenar fuera, podemos desviarnos a mi casa y pedimos delivery. –

Quiero bajarme – dije en voz baja.

Nos deja aquí, por favor – Adriano hizo parar el taxi y descendí rápidamente por el lado de los autos. – con cuidado Rebecca – me advierte.

Me sentía ahogada. Adriano me agarró de un brazo y me quitó de en medio de la calle.

Nunca tuve una cita tan dramática –

Nadie te obliga a seguir a mi lado – dije soltándome.

Me gusta – dijo Adriano.

Eres extraño –

Lamento no poder decir lo opuesto de ti, Rebecca– caminábamos por la acera.

Bueno, tu querías comer, vamos a comer algo rápido y así te libras de mi – terminé diciendo.
Comimos en un foodtruck mexicano que estaba a unas cuadras de donde nos encontrábamos. Fue un momento incómodo y silencioso, Adriano sonreía divertido al verme. Quiso saber quién era el que me llamaba cuando estábamos en la esquina.

Me di cuenta de que eso te afectó – dijo serio – si no quieres decirme lo comprendo.

No quiero cruzar palabras con ese tipo– dije después de darle un probada a mi taco – era mi... un ex seudo novio.

También vengo de una seudo relación – por fin podía verlo normal, después de bajar del taxi, había dejado de alardear y sentí que era él. – Digo seudo porque al parecer solo yo la tenía.
No quise preguntar más ya que las chicas me habían comentado que su ruptura había sido reciente.

Fue entretenido salir contigo – Adriano me había dejado en la puerta de mi edificio, habíamos conversado bastante ya que llegamos caminando a mi departamento. – Guarda mi número y vemos si nos juntamos otra vez.

Lo guardaré – dije sonriendo – pero con la condición de que no vuelvas a intentar besarme. Él sonrió y nos despedimos

Tomé el ascensor para subir al departamento, buscaba las llaves en mi bolso - Bea se había ido con su familia – cuando se abrió la puerta en mi piso y al salir vi alguien junto a mi puerta. Eran Izan

Pensé que no llegarías –

¿Qué quieres?, vete de aquí – dije sin mirarlo a los ojos.

¿no me harás pasar? –

Quiero que te vayas ahora - mirarlo fijamente a los ojos hizo que mi corazón se hiciera un nudo que no me dejaba respirar normalmente – O te aburriste ya de tu magnifica esposa.

Si te respondo con la verdad ¿me dejarás entrar? – preguntó.

No abriré la puerta hasta verte partir por ese elevador –

Yo no me iré hasta que tú abras la puerta – se sentó en el piso a esperar

Me rindo – dije después de un rato, abrí la puerta y entré rápidamente.

Extrañaba mucho tus niñerías – Izan alcanzó a poner su pie para que la puerta no se cerrase.

Ok, pasa – dije seriamente y me crucé de abrazo en medio del living para esperar que tenía para decir. Se sentó en el sofá sin decirme nada aún.

Tu mujer...¿sabe dónde estás? -

Becca, sabes que Elena no es mi mujer – dijo con un tono que me irritó más de lo que pensé.

¡Idiota, te casaste con ella! –

¡Fue por el bebé! no significa que la ame. –

¡Como eres capaz de decir eso! – sí, había perdido ya toda compostura. – no pienses en tocarme ni un pelo – le dije cuando vi que se estaba levantando para tranquilizarme.

Becca, escúchame, yo amo a mi hijo – estaba serio esta vez – no amo a su madre.

¿Tú hablando a amor? no sé si reír o llorar – estaba sacando lo peor de mí.

Déjame volver, linda – se acercó a mí, su voz era de súplica y tierna. Di un salto cuando me sostuvo la cara entre sus palmas.

No me llames así – la voz flaqueaba y mi respiración se aceleraba por tener contacto con él. Como si todo mi cuerpo lo extrañara, así que dejé de mirarlo a los ojos.

Me acercó a él suavemente, e hizo que su nariz rosara con la mía y su respiración llegara a mi ojera.
No me hagas esto – sollocé – por favor – hundí mi cabeza en su pecho para no me viera – no sabes todo lo que pasé.
Me besó la frente y abrazó tiernamente hasta llevarme a mi cama. Me recostó, quitó mis zapatillas y se acostó a mi lado para seguir abrazándome. Me dormí y lo último que recuerdo fue que me acariciaba la cabeza y miraba fijamente.


Desperté porque un celular sonaba. Izan estaba durmiendo a mi lado.

Izan – dije al ver que era su celular a los pies de mi cama – tu celular – lo moví.
Mmm – trataba de abrir sus ojos, respiró hondo y al verme sonrió. - ¿Qué pasa?
Está sonando tu celular –
¿Aló? – agarró su celular estirándose por toda la cama – Si, si, puedo, cuando llegue, adiós.
Están preocupados por ti – comenté
No – dijo moviéndose hacia mi – No vivimos juntos.

Puse mi mano en su pecho para que no continuara acercándose a mi rostro.

Izan no lo hagas – dije – no lo arruines.

Me levanté de la cama y me cambié de ropa en el baño. Estaba lavándome el rostro cuando entró en el baño.

¿Cuándo dejarás que me acerque? – estaba detrás de mi tocando mi hombro.

Ya te acercaste lo suficiente, dormiste conmigo ¿recuerdas? – le dije.

¿Aquel rubio de anoche era tu novio? – me giró para mirarlo.

Me quedé en silencio, lo aparté y salí del baño a comer una fruta de desayuno.
A los minutos Izan salió de mi pieza con el cabello húmedo.
Becca – me llamó mientras yo lavaba la loza sucia del día anterior. – Me iré.

Vete – respondí sin mirarlo.

Llegó detrás mío y me agarró por la cintura. Quedé helada. Me quitó el cabello del hombro dejando libre mi cuello y comenzó a besarlo suavemente. Su cabello recién lavado me hacía cosquillas y las gotas bajaban hasta mi pecho. Cerré los ojos y por un momento sentí que nada se había arruinado entre nosotros. Dejé que siguiera.
Estaba entregada a tener algo con él. Me tenía contra el mueble de la cocina, nos besamos como nunca. Izan ya no llevaba camisa.
Suena su teléfono sobre el mesón. Se corta y vuelve a sonar. Y sonar.

No podía seguir, nos apartamos para que fuera a responder.

Debo comprar algunas cosas para mi hijo – dijo al colgar.

Pues ve – estaba medio apenada pero aliviada de no haber hecho algo de lo cual me hubiese arrepentido cuando Izan se hubiese marchado.

Te prometo que volveré después de ir a dejar las cosas a su casa – me dijobesándome bruscamente en la boca y saliendo apresurado por la puerta. Mehizo sonreír    

Ciegamente AhogadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora