10. Lo sabía

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Terminamos de almorzar y todos nos levantamos de la mesa para ir a conocer la piscina, él calor estaba infernal. Yo iba con Sofi a mi lado y podía ver como otras chicas de la oficina le decían a Izan que se quitara la camisa y él solo sonría.

Nos colocamos en la orilla de la piscina para tocar el agua con nuestros pies, mientras pasábamos el almuerzo. Había pasado un rato cuando todos comenzaron a bañarse.

¿Te animas? – le dije a Sofi que estaba recostada tomando sol.

Vamos – nos quitamos la ropa para quedar en traje de baño y nos metimos a la piscina.

Izan ya estaba ahí, con sus amigos y las chicas de antes.

¿A estas locas no les dará vergüenza? – dice Sofi de pronto, la miro sin entender nada – míralas – me dijo inclinando la cabeza en la dirección en la que se encontraban. Había una colgando del cuello de Izan, riendo y tratando de que él la tomara en sus brazos.

Como si supieran que lo van a ascender – dijo Sofi – y lo están atrapando.

La sangre ardía bajo mi piel, estaba tan molesta, tan indignada, quería gritarle a esas creídas que su tiempo ya fue y que tenía a alguien ya. Pero no podía, no delante de toda la oficina.

Sofi, no me siento bien, creo que entraré a la casa un rato. – le dije caminando hacia la escalera.

¿Segura? ¿Quieres que te acompañe? –

Tranquila, debe ser el sol, volveré en un rato – debía irme de allí, no me creía capaz de hacer como si nada, mientras venia como se peleaban a mi hombre.

Tomé mis cosas lentamente de la orilla, para asegurarme de que Izan pudiese verme y se diera cuenta de lo que estaba pasando. No lo vi moverse ni un centímetro cuando me alejaba.
Entré a la casa, estaba tan fresca que me quedé en el sillón de la sala tratando de calmarme después de haberme vestido.
Me incliné sobre mis rodillas y al levantar los ojos él estaba frente a mí, en traje de baño y sin polera.

¿Por qué no te tapas? ¿O quieres seguir llamando la atención de otras? – le dije seriamente y me crucé de brazos.
Él se sentó en el piso frente a mí y puso sus manos en mis rodillas.

No te pongas así linda – dijo mirándome con esos ojos que podían llevarme a hacer lo que fuese.

No me siento bien así – dije tapándome la cara.

Sabes que eres la única – me quitó las manos de la cara y con las suyas sostuvo mi rostro. – y no es la primera vez que nos ha tocado lidiar con desesperadas. – sonrió y me besó en los labios.

Lo sabía – era Sofi que parada en la puerta mirándonos atónita.

Lo siento – dije en voz baja a Izan llevándome la mano a la cabeza.

No te preocupes – me respondió y se levantó – habla con ella – dijo antes de irse.

Ay Sofi – dije y la llamé a sentarse conmigo – no debes contárselo a nadie por favor.

¿Por qué, es un secreto? –

Bueno, a nadie aún – dije – Trabajamos juntos, digo, me consiguió trabajo, no deben saber la razón por la que lo hizo, aún.

¿Y piensan seguir ocultándose? – dijo ella.

Casi nunca nos topamos en la oficina, así que no hay necesidad –

Por eso te pusiste tan mal con lo de la piscina – me abrazó para tranquilizarme. – no le diré nada a nadie.

Muchas gracias – le dije – te juro que, si quieres, cuando lleguemos a casa te puedo contar todo.

¡¿a casa?! - Se exaltó – ¡viven juntos!

Asentí con la cabeza – hace unas semanas – continué.

Esa tarde terminó tranquila, estábamos en la piscina cuando comenzó a correr viento y todos comenzaron a arreglar sus cosas para irse.

¿Vamos chicas? – dijo Izan cuando estábamos en la sala abrigándonos.

Subí al auto junto con Izan y luego subió Sofi.

Ferrer, ¿te importaría dejarme en mi casa? – dijo Sofi después de un gran silencio que rondaba en el auto.

No hay problema – Dijo Izan – Me dices donde parar.

Dejamos a Sofi en su casa y seguimos al departamento, él no pronunció una palabra en el camino. Subimos al ascensor donde me tomó de la mano y la besó.

Salí de la ducha, me envolví en una toalla y me dediqué a secar mi pelo para acostarme a dormir, en medio de eso se abrió la puerta del baño y entró Izan ya con su pantalón de pijama y sin camisa. Se puso detrás de mí, tomó el cepillo y continuó cepillándome el cabello. Me sentía tan expuesta en ese momento, estaba desnuda bajo mi toalla y él teniendo un gesto que nunca había tenido conmigo. Cuando acabó besó mi cuello y pasó sus manos suavemente por mis hombros y tiró de mi toalla.

Esa noche dormí en la cama de Izan, como la mayoría de los días que habíamos pasado juntos. Sentía que estaba teniendo otra vida, pero no me sentía ajena a ella, me encantaba.

Despierta - me hablaba despacio al oído – linda hay que levantarse.

Es domingo... - balbuceé somnolienta y le acaricié el rostro.

Por lo mismo, saldremos hoy y es una sorpresa – me besó, se levantó y fue rápidamente a vestirse. Hice lo mismo, preguntando a donde iríamos para saber que ponerme, pero no dijo nada. Me puse zapatillas, jeans y un sweater de lana.

Bajamos a tomar el auto e Izan condujo en dirección sur.

Llegamos a un lugar boscoso, doblamos por un camino de tierra y llegamos a una casa enorme. Nos cercamos y estacionamos.

¿Es aquí? – le pregunté

Déjate sorprender – contestó y se bajó del auto.

La casa tenía una terraza enorme, que rodeaba la casa, subimos unos escalones para llegar a ella, Izan me tomó de la mano y rodeamos la casa. Era impresionante, la casa se encontraba sobre un acantilado y tenía un sendero para llegar al mar y se podía ver en toda su inmensidad.

¿Quién vive aquí? – pregunté fascinada.

Es la casa de unos amigos – dijo Izan – que ahora viven en Londres, vengo a verla de vez en cuando, piensan en venderla.

Que lastima, el lugar es hermoso – podías escuchar las aves a lo lejos y la brisa marina te embobaba al tocar tú rostro.
Nos sentamos en los primeros escalones del sendero a mirar el mar y apoyé mi cabeza en su hombro.

Cada día me sorprendes más – él besó mi cabeza y me rodeó con sus brazos.

Ciegamente AhogadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora