16. Su hijo

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Ese día Izan volvió con comida para los dos. Almorzamos y pasamos la tarde juntos.
Pude ver fotos de su hijo, me habló de como pasaron las cosas con Elena y por qué ya no viven juntos. Al parecer ella quería formar una familia real, involucrando sentimientos por él y al sentir la negativa de Izan decidió irse a vivir con su madre. Cuando él creía que sería todo más fácil y solo se haría cargo del niño y no de su madre, su hijo se enfermó, tenía diversas dolencias en todo su cuerpo, que no sabían de donde provenían. Ha sido hospitalizado constantemente y aún no saben que es lo que tiene realmente. Todo lo anterior hizo que se uniera más a Elena, él bebe sufría mucho y ambos se apoyaban, la pasaban muy mal. Comenzó ayudándola con todo lo que ella le dijera. Pero no tenían una relación.

Los vi besándose – le recordé aludiendo al episodio del supermercado.

Lo sé, creo que estábamos tan mal anímicamente que era la forma de darnos apoyo. – me dijo con los ojos vidriosos – No sabes cómo me sentía sin poder hacer nada por mi bebé, para calmar su dolor.
Estábamos en el sofá, lo abracé muy fuerte, se estiró en el sofá y colocó su cabeza en mis piernas. Le hice cariño por unos minutos.

No sé por qué no me hablaste de esto antes – le dije.

Dejaste de responder mis mensajes –

Los leía y ninguno hablaba de esto – respondí – y cuando te escribí sobre mi Egreso me respondías con cosas para provocarme.

Estaba tan emocionado de que me hubieses escrito, que no pensé en nada, dije solo tonterías -

Que te vayas casado con Elena no es una tontería, ni menos algo sin importancia – le respondí y me levanté del sofá dejándolo sin mis piernas como apoyo. Me siguió a la habitación.
Me fui de tu lado porque no quería compartirte, no podía, no me sentía capaz – le confesé y me tiré sobre la cama tapándome el rostro. Se recostó a mi lado, agarró mis manos y me besó.

Sabes que nunca dejé de ser tuyo –

Así fue como volví a caer en sus brazos, nunca dejé de quererlo ni un poco. Me volví su amante, oficialmente su amante, él frecuentaba mi departamento y yo el suyo. Sabía que estaba casado con Elena y no podía optar a ser otra cosa más que su amante.

Era finales de abril, cuando su hijo empeoró, no me acerqué a Izan durante un par de días para no empeorar las cosas con Elena en la clínica. Según los doctores el niño podría tener Metilación - un raro trastorno heredado a los hijos tras la combinación genética de sus padres –, así que debían tomarse pruebas de ADN para confirmarlo.
A media noche me escribió para que fuera a su departamento, había cambiado con la mamá de Elena en la Clínica para poder ir dormir un poco y ducharse.
Accedí, hice un pequeño bolso y tomé un taxi hacia allá.
Nos encontramos en el pasillo, me besó y entramos a su departamento.

No saben si hijo seguirá aguantando – Izan estaba tirando en su sofá y las lágrimas brotaban de sus ojos.
Me puse de rodillas junto al sofá y sequé sus lágrimas a medida que caían.
Debes confiar en que él es fuerte, es pequeño, pero es fuerte como su padre –

No sé qué hacer para ayudar en todo esto – siguió.

Estas a su lado – le dije – y es lo que más importa en estos momentos.

Si lo vieras, te darías cuenta de lo débil que está – se sentó frotándose la cara y me indicó para sentarme a su lado, me abrazó fuerte – mañana al medio día sabremos si la causa de todo es mi incompatibilidad con su madre.
Lo llevé de la mano al baño, se había convertido en un niño después de tanto llorar. A pesar de tener los ojos vidriosos en todo momento pude contenerlo, lave su cara y le quité la ropa para que se fuera a la cama. Demoró unos 5 minutos en quedarse dormido, me levanté para ponerme pijama y me acosté a su lado.

A las 7.30 de la mañana sonó su alarma y me levanté con él. Se duchó mientras yo le preparaba desayuno. Llegó a la cocina.

Eres increíble – me agarró por la cintura cuando estaba sirviéndole y besó mi mejilla – ¿y tú, no vas a tomar desayuno conmigo?

Pensaba en ir a bañarme – lo besé.

Acompáñame linda, no sé cuándo más podremos estar juntos. –

Tomamos desayuno juntos, al fin estaba tranquilo o por lo menos un poco repuesto de lo que pasó anoche.
Quédate tranquilo que todo va a salir bien – le di un abrazo de despedida, nos besamos – cualquier cosa me llamas por favor.

Gracias por todo amor – su abrazo duró una eternidad o así lo sentí, pensando en que era la primera vez que me decía así.
Se fue a la clínica.

Lavé los platos, ordené y me fui a duchar. Su departamento estaba hecho un desastre así que me dediqué a ordenarlo durante toda la mañana. Sonó el timbre y fui a abrir.

¡Becca! – estaba muy exaltado – ¡Hasta que al fin abrieron!

¿Alex, estás bien? – le pregunté cerrando la puerta tras él – disculpa, estaba pasando la aspiradora.

Está Izan aquí ¿verdad? –

No, él se fue temprano para la clínica y dudo que vuelva temprano –

Cuando se supieron los resultados salió huyendo – me respondió y se sentó en el sofá

¿Cómo? – no entendía nada - ¿Por qué huyó?

Oh, oh, pensé que a estas alturas lo sabrías –

¡Dime ahora que pasó! –

Me enteré por Elena – comenzó diciendo – Izan no es el padre del niño. Los resultados salieron antes y al enterarse salió como loco de la clínica, Elena me llamó para que lo viniese a ver.
Tuve que sentarme de la impresión, estaba impactada, no podía imaginarme su dolor, en cómo se sentía anoche por el pequeño y su salud.
¿Puedes intentar llamarlo? –

Lo haré ahora mismo – me incliné para tomar mi teléfono de la mesa del living y marqué sin recibir una respuesta.

Ciegamente AhogadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora