Zeru Miski: La Dracopolis

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  En mi cama. ¡En mi cama!. ¡Estaba en mi cama!. Quise creer en alguna deidad solo para poder agradecerle. Esa noche había sido la noche mas extraña y aterradora de toda mi vida. Ahora estaba con mi abuelo, en casa y aunque se hubiera enterado de todo y ahora me castigara de por vida. Seria un justo precio por volver a estar ahí... en casa.
Me levante y sali de la habitación, para recibir la reprimenda de mi abuelo. Pero el me esperaba sonriente junto a la mesa, donde un gran desayuno estaba servido y extraños comensales estaban sentados a la mesa.
Un hombre pálido, tomaba las mejores porciones de pastel y las acumulaba en su plato afanosamente, mirando a todos con desprecio. Un joven muy parecido a el, estaba inmóvil frente a su plato, esperando educadamente a que todos se sentaran a la mesa. Un hombre grande estaba desplomado sobre la mesa, durmiendo. A un costado, sentí a alguien masticar desde el suelo. Era un perro negro, comiendo de un plato que mi abuelo había dispuesto para el. Luego una enorme cola entro por la ventana y tomo un pollo entero y se lo llevó al jardín, sin que mi abuelo ni siquiera se sorprendiera.
No entendía nada, pero antes de que pudiera preguntar lo que sucedía. Entraron el señor Cerbanutte, con Gildo, Fiona y la profesora Buandina.
"Alucinaciones... ¡Grandioso!, estoy muerta." –pense.

– Es un sueño señorita –dijo el educado joven, que resultaba ser aquel chico Sharar.

– ¡Así que despierta estúpida! –agregó el pálido y antipatico que resulto ser aquel llamado Juth.

De pronto y por unos raros segundos, ambos me parecieron muy atractivos. Entonces el enorme lagarto asomo su cabeza por la ventana y acerco su hocico a mi cara.

– ¡Esta de acá esta despertando! –dijo el lagarto, soplando fuertemente mi cara.

Un fuerte viento me golpeaba la cara, un viento muy helado que ya estaba dañando mi piel y causándome dolor.

– ¡Ups! –exclamo el lagarto Bojya– ¡Creo que no le cubrí bien la cara, llegara un poco estropeada Sharar!
Me di cuenta que estaba envuelta en unas especies de mantas y que aun estaba en posesión del monstruo. Mire hacia arriba y solo había cielo y nubes sospechosamente cercanas. Note la luz del sol, la luz del amanecer. Todo era hermoso, las nubes, las luces. Hasta que se me ocurrió mirar hacia abajo y me di cuenta donde estábamos.

– ¡Auxilio! –grite, al darme cuenta de la increíble altura a la que estaba volando en la garra del monstruo– ¡Alguien que me ayude!.

– No te dejare caer niña .. –respondió Bojya– ... que histérica .. –agrego entre gruñidos.

– ¡Ustedes no son policías! –grite recriminando a mis captores.

Solo se rieron de mi acusación. Pero escuche una voz que no había escuchado antes, una voz rasposa y acabada, muy grave.

– Subela –dijo la voz– La chica no es ningún peligro, no es nadie.

¿Que no era nadie?. Debo decir que eso me ofendió un poco, pero al menos el lagarto me subió a su lomo, donde podria sentirme mas segura y sobre el cual viajaba el joven Sharar, el perro y el ebrio que ahora estaba despierto y ninguneandome. Mire hacia abajo nuevamente y note que en su otra garra, Bojya transportaba otro bulto envuelto como yo, debía ser el hombre pálido; Juth.

– ¿Novia del mago? –preguntó el ebrio que tenia el rostro de una evidente y fuerte resaca.

– .. No... Yo ... El me salvo la vida –respondi.

El ebrio me miro extrañado. Parecía ser que mi salvador no tenia muy buena reputación entre esta gente. Y a decir verdad, tampoco creia que este tal Juth fuese un tipo muy bondadoso,  pues como me trato despues de salvarme, parecia que tenia algun interes en mi cuando me rescato y al darse cuenta de que no tenia –sea lo que sea que buscase– me descarto e ignoro. No obstante, me salvo, y yo estaba en deuda con el.

Del Angel al DragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora