II

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Al despertar me alisté con lo que tenía limpio en el armario, besé a mi madre y mi hermanita, y me despedí de ellas.

Camino al trabajo, un tipo en la calle, ya mayor, gritaba "¡El fin del mundo se aproxima!, ¡Corran de sus casas!..." Y una mujer anciana llegó y comenzó a pegarle y a echarlo.

En un principio me dio risa, pero al pasar el tiempo en el trabajo, al reflexionar, al morirme de calor ahí dentro... Comencé a asustarme por el calentamiento global.
Al terminar, recibí mi pago del día y me fui a mi casa, donde me esperaba mi hermana y mi madre, como siempre.

Me senté a ver el noticiero.
- Los glaciares se han derretido en un 80% estos últimos años; han sido enviado científicos al lugar. Se prevé que una nueva enfermedad pueda nacer. - Y terminó.

- ¡Vaya cosas! - Dije, con estruendo.
Y recordé las palabras del viejo ese.
Pero decidí no creer.

Cristopher tocó a mi puerta, venía con Santiago; un joven de aparente atractivo, pero igual de loco que ambos.

Pasaron.

Ambos comieron en mi casa, como si no hubieran comido nunca.

- ¿Han leído los periódicos? - Preguntó Santiago.
- Ya nadie lee eso.. - Dijo Cristopher, con cierto tono de asco en su voz.
- Yo si. Creo que deberíamos prepararnos para algo así... - Admití.
- Si, ¡La Expo feria del maíz está aquí! - Gritó Santiago.

Y yo, desconcertado, agregué:

- No, idiota. El calentamiento global está derritiendo la mayor parte de los polos, y pueden haber enfermedades congeladas de hace millones de años que podrían haber sobrevivido y renacer y, y, y.. y... - Aspiré aire profundamente.
- Jajaja. No me digas que crees eso, José. - Se burló Cristopher.
- Pues yo le creo. - Ayudó Santiago.
- Gracias, men.
- Neeeel. Hasta ver, no creer. - Dijo Cristopher.
- Como quieras. - Dije yo.

Me levanté de la silla y caminé a mi habitación.
Mi madre fregaba los platos y mi hermanita veía sus series en la TV.

Me senté en la silla de mi escritorio, Santiago también y Cristopher en la cama.
Saqué mi encendedor Zippo.

- Miren.

Arranqué uno de los cabellos cafeces más largos que tenía Santiago en su cabeza y encendí el encendedor.

- Digamos que el cabello es un glaciar. - Acerqué el cabello a la flama- ¿Ven qué pasa? - El cabello se retorció y enroscó- El humo que suelta son los virus, ¡Debemos tener cuidado! - Dije.
- Oh, vaya. - Dijo, sorprendido, Santiago.
- Sigo sin creer que algo así vaya a pasar. - Frunció el ceño Cristopher.
- ¡Tú que solamente vives en tu cabeza!- Le grité, algo molesto.

Todos se rieron. (Espero que no de mi).
Platicamos un rato más, hablamos de videojuego y mangas...
Hm. Vaya generación que ha tocado caer.

PANDEMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora