VIII

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Corríamos como burros sin mecate.

Esa cosa se nos acercaba muy rápido, y me comenzaba a cansar.

Corrimos tres cuadras y paré.
No podía respirar. Mis anginas eran muy grandes, se suponía que iba a tener asma, pero realmente no tuve.
Aunque si algunos pequeños efectos.

Ya me daba igual. Me matara o no. Mi madre estaba igual de loca y la personita que yo tanto quería fue asesinada por ella. Qué más daba el tener el mismo destino.

Cerré mis ojos. Lo último que ví fue eso acercándose lentamente y salivando por la boca. Sus dientes, sus ojos...
Mónica gritó. Cerré mis puños.

De pronto, un vacío y sordo sonido tronó por todo el lugar.

Abrí mis ojos, y si en un principio parecía que no había nadie, sí que lo habían. Todos veían...

Vecinos, algunos amigos, gritando por ayuda en los momentos.
Y el cadáver sangrante de lo que fue un familiar mío en el suelo, con la cabeza reventada.

Un hombre mayor, con una chaqueta y jeans, barba con un poco de canas, al igual que su cabello.
El hombre había disparado con un rifle la cabeza del monstruo.

Sangre recorría mi rostro, pero no era mía.
Mónica estaba pálida, y aún se veía a pesar de que ya estaba algo oscuro.
Me levanté, temblando, y agradecí al hombre.

Pálido, decidí dejar de ver esa cosa que estaba tirada.

- Lleven esto con las autoridades. Llamen a los policías y... - El hombre mayor volteó a ver lo que fue el hogar de mi tío.- ...solo eso.

Mónica y yo nos vimos mutuamente.
Comenzamos a reír histéricamente, con lágrimas en los ojos.
La gente nos veía mal.

Fui a dejar a Mónica en la carretera para pedir un taxi o mínimo hacer autostop.

- Ten mucho cuidado, no creo que puedas ir a tu casa hoy... -Ella me decía.
- Puede que no, pero debo ir... Quiero ver si... Tatiana... - La garganta me hizo sufrir un momento, pero reaccioné rápido.

Ella subió a un taxi y veía como se iba alejando más y más de este pequeño lugar...

¿Qué haré llegando a casa?...
Ahora cualquier lugar es mejor que ahí...

Tenía miedo, un incesante miedo, ¿Qué voy a hacer?...

Caminé directamente hacia casa, atravesando las calles, y cuadras.

Todo era tan callado, mis pensamientos se despejaron, solo veía el rumbo de mi caminata, al lugar a donde me dirigía, mi destino...

Pero la memoria es traicionera, todos los pensamientos regresaron; mis piernas doblegaron y mi cuerpo tembló.

"¿Cómo diablos le salieron dientes así?..."

Preguntas resonaban en mi cabeza como si fuera un guijarro tirado por un agujero.

"Tatiana..."

Me sentía decaído, mal.
"¿Por qué no estuve ahí?..."
"¿Por qué a ella?, ¿Por qué yo no?..."

Una pequeña lágrima recorrió mi mejilla.

La limpié inmediatamente.

"No, esto no es lo que ellas quisieran... Me secaré mis propias lágrimas."

Respiré profundamente y calmé mi mente, mi cuerpo y mi corazón.

Me paré viendo la puerta de la entrada.

"¿Por qué no llegó Cristopher?.."

PANDEMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora