IV

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En la mañana no estaba mi madre, pero si una nueva nota.
"Estaré en el médico, me siento muy mal. Volveré cuando regreses de tu trabajo.
Atte. Tu mami."
Preferí no preocuparme.

Fui a ver a Tatiana. Estaba durmiendo, en la camita de mi madre. Me preocupaba que ella se quedara sola.

Así que decidí quedarme y no ir al trabajo. Le informé a mi tío y me dijo que sabía lo de mi madre.

Las primeras horas estuve jugando, hasta que mi hermanita se despertó y le di de desayunar algo no muy pesado.
Pasaron las horas y no tenía mucho qué hacer. Solamente esperaba a mi madre, quien me preocupaba.
Me había dicho que su periodo menstrual comenzaba a ser muy irregular, lo que se debía a mala alimentación y eso.

Siempre me pareció que no comía lo suficiente. Ella comía menos que yo.

Agarraba a besos a Tatiana, se enojaba conmigo y empezábamos una pequeña lucha entre ambos, me hacia el muerto y ella golpeaba con toda su fuerza, que no me lastimaba.

Llegó un punto muerto, en la tarde, en la que no sabía qué hacer ya. Estábamos aburridos y ya ni me acordaba por qué estaba yo ahí.

Hasta que lo recordé y comencé a preocuparme.

Ya era tarde, se suponía a esta hora debería yo de estar en casa de nuevo. Y mi madre aún no regresaba.

Cristopher, como es un sin qué hacer, llegó a mi casa nuevamente. Pero solo.
Le abrí la puerta y nos sentamos en las sillas de la sala.

- Hey, men. - Consulté a Cristopher.
- ¿Meh?
- ¿Quieres ver un truco de magia?
- Va. - Sonrió al decime ello.

Fui a la recámara que era de mis padres cuando Padre estaba vivo y saqué sus barajas españolas, que fue una de las únicas cosas que tengo actualmente de él... Y un Zippo color negro, del cuál en estos momentos me queda 1/5 de gasolina en su bote.

Regresé y Cristopher estaba jugando con Tatiana.

- Elije una carta. - Extendí la baraja frente a él, mostrando solo su parte posterior. - No me la muestres.
- No pensaba hacerlo.

Me la dió y la puse al final. Las revolví, las recorté, y las puse de nuevo en fila.
Saqué carta tras carta.

- Esta no es. Esta tampoco. Esta menos. - Decía yo, mientras iba sacando carta tras carta y mostrándola.

- Esta es tu carta.

Cristopher me vió, sorprendido.

- Si, es esa...

Abrieron la puerta de golpe, entrando mi madre, con un poco de lágrimas en los ojos.

- ¿Mamá?... - Tatiana iba hacia ella.
- Men, me voy... - Dijo Cristopher, y lo saqué.

Fui a la habitación de mi madre.

- ¿Mamá? - Me senté en la cama junto a ella.
- Estoy bien, José. Ve a tu habitación. - Su voz se quebraba.
- Dime, mamá.

Ella no quería contestar, pero se notaba que se obligó a hacerlo.

- Estoy enferma de quién sabe qué... Es probable que ayer que fui con mi hermana me haya contagiado y... Y... - Comenzó a llorar.

La abracé, con miedo, y comencé a llorar yo también.

- ¿Pol qué llolan? - Tatiana interrogó.
- Por nada, bebé. Vamos a dormir. - Le propuse, secándome las lagrimas.

No pude dormir esa noche.

PANDEMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora