XIV

14 0 0
                                    

Amaneció.

Desperté con un horrible sabor de boca y Cristopher aún dormía.

Me levanté con disparos sonando en mis oídos, era horrible, ya que afuera se escuchaban gritos de los "no-muertos" y algún sobreviviente que rondaría por ahí.
"Si muere iré a por su arma." Pensé.

Tomé mis tennis (algo percudidos) y me los puse, caminé fuera de la habitación a hacer la nueva rutina que me puse: revisar todo el hogar en busca de alguna discrepancia o alteración en nuestro entorno para localizar una posible amenaza.

Caminé fuera del hogar, pasando frente al portón de metal oscuro y la barda de cemento que nos cubría de lo que sería afuera, viendo el patio cada lugar, cada centímetro, cada lindo recuerdo desvanecido casi por completo.

Es irónico pensar cómo las cosas cambiaron de aquí a hasta hace unas semanas, es horrible, me torna extraño, como si nada de esto pasara...
Tristemente, esta es mi verdadera realidad.

Pasé por un pequeño arbolito que tenemos por la parte trasera de nuestro hogar y le quedé mirando, hipnotizado.

Hasta que, de pronto, un sonido muy fuerte metálico se hizo presente; pegué un brinco y me dí cuenta de que había sido una estupidez salir así sin más, ni arma ni un palo para defenderme.
Miraba a todos lados, resaltado; sobre todo, al portón.

- ¡Perdón!

Santiago gritó desde adentro, lo que me calmó, aunque estaba temblando.

Regresé rápidamente adentro y tomé una navaja de mis cosas, al menos con eso iba a salir.

Cuando iba regresando, escuché un fuerte ruido metálico, nuevamente.

- Santiago, ¡Ya pues! - Le grité.

Santiago asomó su cabeza por la puerta de su habitación.

- Ehmm... Ese no he sido yo.

Se heló mi cuerpo, fuí a levantar a Cristopher, mientras Santiago se encerró.

- ¡Joder, Cristopher, levántate!

Se levantó, desubicado.

- ¿¡QUÉ!?

Prontamente escuchamos cómo la puerta de mi portón sucumbió ante una fuerza demasiado grande, al menos para abrirla.

Me levanté furtivamente, y Cristopher también.
Empuñé mi navaja con fuerza, Cristopher sacó un bate de béisbol de madera dura.

Salimos ambos lentamente, pero todo estaba nuevamente en paz, ni ruidos, nada.
Salí con cuidado y con pasos suaves y lentos...
La puerta, efectivamente había sucumbido.

No había nadie.

"Tal vez huyó" - Pensé.

Regresé en mis pasos, entré nuevamente a casa.

Estaba por entrar a la habitación, cuando me tomaron del hombro...
El corazón lo sentí en el cuello, mi palidez superó todo tipo de blancura y empuñé la navaja con aún más fuerza...

Para que al mirar atrás fuera Cristopher.

- ¡Jaja, te asustaste, marica!

Por detrás de él emergía un monstruo grande de tamaño y musculatura superior a la nuestra, por mucho.

Dí un grito y Cristopher, al darse cuenta, lanzó un golpe con el bate, golpeando al grandulón en el rostro y enfureciéndole.

El monstruo golpeó con su mano izquierda a Cristopher, mandándole a volar hasta los pies de la puerta.

Me vió y caminó hacia mí.
Mi navaja no serviría de mucho, era corta...

Estiró su brazo con intenciones de estrangularme con sus grandes manos...

PANDEMIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora