XV

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Poco a poco, iba estirando el brazo musculoso hacia mí, chorreando saliva como un perro, cuando de pronto salió Santiago de su habitación.

Con algo que, desde mi lugar y vista se notaba como algo de color azul neón, golpeó al titán.

Con un golpe sordo y fuerte, aquel gran monstruo fué a parar al otro lado gracias al artefacto que tenía en su mano derecha.

Grité un poco y, al recuperarme, lo miré, con sorpresa.

- No mientras viva. - Dijo Santiago, refiriéndose al monstruo.

Me quedé mirando, escéptico, lo que tenía en mano.

Era como un guante con ciertas líneas azules que recorrían desde la muñeca hasta lo nudillos, donde había un poco más de esas lucecitas azules.
Además, no tenía recubrimiento en los dedos (había cortado los dedos del guante con una tijera que me pidió anoche), como toque estético.

Los tenía en ambas manos, de color negro, se veía muy #cool# para lo que es... Creo.

- ¿Qué es eso? - Le pregunté.
- Digamos que es... Mi proyecto personal. Hice otro, tómalo, está en mi habitación... - El monstruo comenzaba a levantarse nuevamente - ¡Pero rápido, quieres!

Entré.

Era un desastre, sin embargo, habían cosas que ni sabía que existían, me dió miedo tocar las cosas...
En la mesa de su escritorio, estaba un par de esos guantes especiales.

Los tomé con cuidado y me los puse con precaución. Me imaginé que tocaba esa cosa azul y me daba una combustión espontánea o algo así...
Lo que me perturbó.

Eran cómodos, lindos y suaves por dentro.
Escuché cómo se levantó el monstruo y salí de la habitación con agilidad para no pisar nada.

Cristopher ya estaba de pie, sirviendo de carnada para atraer a esa porquería y poder cazarlo.

Cuando se lanzó contra él, respondí yo con un golpe...
El golpe se sentía tanto en su cuerpo como en mi brazo, como si mi fuerza se multiplicara por diez... O veinte. Era como una mini explosión al contacto.

Voló el tipo, se levantó iracundo, intentando matarme y le esquivé varias veces, hasta que estuvo por golpearme y puse la mano al frente...
La mini explosión hizo que volara por los aires disparado hacia la puerta, casi en el mismo lugar donde cayó Cristopher.

Santiago se encargó de él.
Posteriormente, me levanté y lancé su cadáver afuera, a sabiendas de que el olor podría llamar a los demás.

La puerta se había hecho abolladuras, pero mi idea fué que con esos guantes la golpeáramos hasta lograr acomodarlo medianamente...
Así estuvimos una hora entera, hasta que más o menos quedó.

Cerramos bien nuevamente.
Entré, y ví a Santiago sentado, junto a Cristopher.

- Deberíamos salir a buscarla... - Comenté.
- ¿Para qué? Probablemente ha de estar infectada, además, sólo hará bulto. - Dijo Cristopher, con frialdad.
- Iremos. - Santiago se levantó y me miró - tomemos nuestras cosas.

Cristopher, molesto, se levantó frente a ambos.

- ¡No saldré de aquí! ¡No quiero ir afuera! ¡Es horrible! ¡Me niego!

Mire a Santiago.

- Si no quieres ir, no vayas. No te obligo a nada. Tú sabes si te conviene quedarte.

Fuí por mi mochila y cosas.

Al parecer, Cristopher también lo pensó, porque estaba tomando su mochila.

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