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— ¿Eso es... ahg, bueno o malo? —Annabeth ya no quería tener la lengua secándosele fuera de su boca.

A Atenea, con sus lentes que aumentaban el tamaño de sus tormentas oculares, se le fue la sonrisa. Y les dio la vuelta a ambos muchachos para que la vieran cara a cara.

—Pues la situación es peor de lo que pensé en un inicio.

— ¿Te inclinabas más por la broma de Persefone? —Annabeth frunció el ceño. No entendía qué podría haber hecho esa diosa, reina del inframundo, para que ellos apareciesen allí. En primer lugar ella les era indiferente a los héroes en general, siempre que podía estaba con su esposo o con su madre y ya. No se metía mucho con los mortales, ni era un espíritu bromista.

—Pues, claro —el tono de Atenea hizo que los jóvenes sintieran que estaban hablando con una profesora apasionada de las reacciones químicas, puesto que había una obviedad escondida para ellos en sus palabras—. Si Persefone puede hacer pasar un mal rato a algún protegido de su esposo, toma la oportunidad.

¿Eh?

Percy metió por fin su lengua de nuevo en su cavidad bucal, igual le supo horrible. Mientras que Annabeth quería saber más, ese comentario de parte de... ¿su madre? (¿podía seguir considerándola así cuando había una oportunidad de que no lo fuera concretamente?), era una gran pista para averiguar qué sucedía.

— ¿Algún protegido de su esposo?

Atenea fue a ver a Percy. El chico parecía perderse de toda la conversación porque miraba a todas partes en busca de agua, la poción le había secado la garganta poco a poco. Atenea se levantó los anteojos, poniéndoselos a la misma altura que su diadema.

—En serio que no tienen la menor idea de lo que hablo, ¿no?

Annabeth negó con la cabeza. Y Percy volteó a ver a Atenea, ya que su novia le asestó un codazo en las costillas.

— ¿Tendrá agua o algo con lo que quitar el mal sabor de la boca?

—Pues...

La mujer movió la cabeza, también buscando algo en su pequeño laboratorio para darle a los niños, le divertía mucho que a todos les supiera mal la poción, a excepción de aquellos a los que nadie les había hechizado, pero también se le olvidaba que el mal sabor se les quedaba bastante tiempo y les resecaba la garganta. Posiblemente no tendría nada ahí arriba para aliviar eso.

—Tendremos que volver abajo, ¿de acuerdo?

Ambos jóvenes asintieron.

—Vale. Entonces, dejen sus muestras ahí, y bajen por donde subieron, ahorita los alcanzo.

Annabeth, con su ceño ligeramente fruncido, obedeció sin protestar en absoluto. Percy la siguió no muy interesado en lo que pudiese Atenea hacer con las muestras.

Ya abajo los muchachos se sentaron en uno de los sillones de dos piezas, juntos. No lo pensaron mucho, ni Annabeth que en cualquier momento pudo haber comentado que tal vez era una trampa siquiera sentarse. La muchacha comenzaba a sentir su garganta más que reseca, si fuera posible, había bebido algo más asqueroso que aquella poción pero la sensación no se hacía menos horrible. La amargura en su boca tampoco se hacía menor a cada segundo que pasaba, más bien parecía una constante en una ecuación que no podía despejar aún. Percy comenzó a quejarse sobre que le comenzaba a doler la cabeza. Esperaron a la diosa.

Cambiándolo todo [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora