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— ¿Tanatos? —Atenea se fue a sentar al sillón que le permitía ver a los cuatro jóvenes.

Percy asintió. Sus mejillas comenzaron a teñirse de rojo, y con nerviosismo vio por el rabillo del ojo a Nicks.

—Sí, ya sabe, el ángel de la muerte. Lo conocí una vez, aunque fue una situación muy extraña. Cuando Perce estaba amenazando la garganta de Nicks con la punta de la espada, yo... hubo un reflejo y me quedé congelado en mi sitio al ver a Tanatos ahorcando a Nico.

— ¿Al di Angelo de tu mundo?

—Sí.

Percy esperaba que lo que hubiese visto no fuese un indicio de que algo estuviera yendo mal. Aunque si lo pensaba, a él siempre todo le salía mal. Atenea hizo una mueca. Annabeth hizo más fuerte el agarre de sus manos, intentando reconfortarlo. Y Nicks se tensó, aunque nadie más que Perce notó eso.

—Chico, necesito hacer algo, ¿puedes esperarme arriba? Annabeth, ¿sabes hacer un chequeo médico básico? —Ambos chicos asintieron—. Entonces acompáñalo y hazlo.

Unos segundos después la pareja desapareció escalones arriba. Atenea suspiró, sintiéndose algo pérdida. La diosa se había encerrado en su laboratorio en busca de ideas, inquiriendo en razones por el viaje interdimensional y explorando soluciones para éste y la extraña casualidad de sueño que el otro Perseus había tenido en su primer noche. No podía gruñir ante la preocupación que le causaban esos tres asuntos en específico, porque ahora tenía que atender a cuatro chicos que se habían metido en problemas. ¿Por qué específicamente ellos parecían querer siempre llevarle la contra?

— ¿Quién inició?

Perce se cruzó de brazos y desvió la mirada. Nicks, en cambio, quiso hundirse en el sofá.

— ¿Quién de los dos inició? ¿Por qué? ¿Quién lanzó el primer golpe? ¿Alguien los alentó? ¿Por qué no se detuvieron antes? ¿Y qué hizo el otro Perseus?

Esas eran algunas de las preguntas que quería hacerle a los chicos. Otras tantas faltaban. Necesitaba hablar con ellos, por el comportamiento del otro Perseus y la otra Annabeth, también quería el registro de actitud y desempeño de la cabaña tres. Había muchas cosas que los chicos tenían que explicarle.

Ante la dura mirada, llena de cuestionamiento, de Atenea, Nicks casi comenzó a temblar. Pero se mantuvo firme, firme ante la idea de haber hecho un berrinche como un niño pequeño, también de haber perdido de nuevo por haberse enojado, y, lo peor de todo, preocuparse porque lo que se supone que pasaría lo haría antes de lo pensado.

—Yo... yo inicié, patrona. Es que mi padre... me avisó sobre el extravío de Persefone, y me pidió que fuera a por ella. Yo no quiero ir, es mejor que me quede en el campamento, así tal vez tenga una oportunidad...

Atenea notó como la voz le temblaba, y comenzó a entenderlo todo. Cada año, cuando se iba acercando el invierno, Persefone desaparecía del Olimpo. Lamentablemente esa noticia pareció llenarla de mayores dudas porque apenas estaban a mediados de Julio. Y la reticencia del hijo de Hades le daba a entender que más que enojo él tenía miedo. Y entendía porque no quería salir del campamento en una misión, Nicks mismo había decidido no salir desde hacía casi un año y medio, era el chico más permanente que había en esa generación.

—Lancé el primer golpe por error, haciendo que Perce perdiera un encuentro. Yo hice que él se enojara y simplemente...

—Le seguí el juego, me dejó cegado. Lo siento, madame —Perce no lucía para nada orgulloso de lo que había hecho. Nicks se veía mal, pero no le importó detener sus golpes y simplemente comenzó a defenderse de él, consecuentemente llevándolos a pelear en armas.

Cambiándolo todo [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora