15.-

311 20 0
                                    

— ¿Qué haces? —Annabeth saltó al escuchar la voz de Anne a su espalda. La playera bien doblada que tenía en sus manos en esos momentos de acabó arrugando por el susto que le ocasionó la otra chica.

—Empaco. —La respuesta de la rubia menor sonó cortante.

Annabeth pensó que ignorar a Anne, en lo posible, era su mejor opción. Anne le provocaba escalofríos, era demasiado... Clarisse.

—Ay, pero si apenas he vuelto, ¿y tú ya te quieres ir? ¡La fiesta acaba de empezar!

Annabeth se podía imaginar a la otra chica con una blusa de tirantes de color marrón, con unos pantalones verdes, asemejando a unos militares; con el cabello parcialmente rubio recogido en una coleta alta; y una sonrisa socarrona adornándole el rostro. Posiblemente estuviese recargada en el umbral de la puerta, puerta que había abierto para entrar a la habitación y molestarla. Pero Annabeth no volteó a verificar si su imaginación estaba en lo correcto. Es más, no estaba de ánimos de verla después de que le hubiese dicho que era una tonta sí por salir con Percy. Annabeth no quería ver el rostro perforado y adornado con metal de esa chica. << ¿Cuál fiesta? >> le hubiese gustado preguntarle. Estar en aquel campamento no era una fiesta. Aunque cabían más como unas vacaciones, que acababan de terminar por la "orden expresa de los dioses" para ir a buscar a una prisionera en quién sabía dónde. Ya no podrían descansar, casi por completo, de los monstruos y la amenaza de muerte.

Annabeth guardó la ahora arrugada blusa verde de WARNING! smart stuff, que Atenea le había dado en su primera mañana en el campamento.

Atenea había sido demasiado amable con ella. Demasiado simpática. Pero seguía sin ser perfecta.

Cuando Annabeth había regresad a la cabaña arde la diosa irrumpió en el laboratorio de ésta, y le pidió un momento para hablar de algo importante. Atenea no la regañó por interrumpirla, simplemente se lo pensó un momento y luego aceptó ir con la muchacha. Bajaron juntas a la primera planta, se sentaron en sillones conjuntos. Annabeth tomó aire, y comenzó a explicar lo que Percy le había contado cuando fue con el oráculo. Que Percy y ella tendrían que irse de misión para regresar a su dimensión. Mientras decía cada palabra Annavetg, en su interior, rogaba porque Atenea la detuviera. Que le dijera que la misión se la podía encargar a otra persona, y que cuando esa persona supiera cómo abrir un portal a su dimensión o algo, ya pudieran irse en paz. Annabeth deseaba que Atenea impidiera que Percy y ella se fueran de aquel pequeño paraíso unos días más. No obstante los deseos de Annabeth no se cumplieron en lo absoluto. La reacción de la diosa fue la más lógica, la esperada, Atenea le dio su consentimiento para que se fueran.

—Vayan. Es su misión, tienen que hacerla. ¿Se van a ir de inmediato? Espero que no. Normalmente aquí mis campistas se toman el resto del día para organizarse, atender últimos detalles y despedirse de los otros, y a la mañana siguiente se van.

Annabeth guardó silencio. Normalmente en su campamento, tomaban sus cosas y Argos ya los esperaba para llevarlos lo más lejos que pudiera. Y eso era todo. Annabeth agradeció un poco el retraso. La misión le daría tiempo a solas con Percy, pero, la verdad eso no era lo que deseaba, lo único que deseaba era evitar ponerse en riesgos innecesarios. Pero debían de volver, ¿no? La única manera parecía ser obedecer las indicaciones del oráculo. ¿Por qué Atenea no había podido darles una solución más rápido? Habían estado apenas cinco días en aquel campamento, por el corto tiempo, tal vez. La diosa podía ser la sabiduría, y sería más sabio dejar que los niños buscasen su destino. Así siempre actuaban los dioses.

—Ten. Llénala con todo lo que necesites. —Atenea interrumpió los pensamientos de Annabeth, le extendía una mochila anaranjada—. Hay un baúl bajo la cama, hay algunas armas y objetos mágicos que les podrían ayudar en su viaje.

Cambiándolo todo [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora