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—No —fue la inmediata respuesta de Anne—. Continuemos chicos, esto es una pérdida de tiempo.

La muchacha le dio la espalda al grandulón de barbilla partida bien afeitada y comenzó a caminar, siguiendo todavía la carretera.

—Ah, descendientes de La Sabiduría, siempre tan testarudos. —Ares chasqueó la lengua—. Admitir que necesitas ayuda de vez en cuando no te hará ningún daño.

—No necesito tu ayuda, inténtalo de nuevo más tarde.

— ¿Qué me dices tú, Palomita? ¿Te llevo a algún lado? Una lanza es todo lo que pido.

— ¿Para que ataques a alguien con ella y causes tu diversión favorita? No gracias. Estoy con Anne, nos vemos luego, señor de la destrucción.

Pipes siguió el ejemplo de Anne, le dio la espalda a Ares, echando hacia atrás su maravilloso cabello castaño que olía a frutos rojos, y siguió a la chica. El grandulón carraspeó, como si se removiera los rechazos de las señoritas anteriores y fue de inmediato a la siguiente y última.

— ¿Qué me dices tú, hermanita? Te ves menos gruñona que la Princesita, posiblemente seas más inteligente. ¿Me dejarás llevarte en mi moto, a cualquier lugar que digas, no hay problema, pero a cambio de una lanza vieja?

Annabeth se vio siendo abrazada por los hombros por uno de los fuertes y musculosos brazos del dios. El sujeto le sonreía ladinamente, como si con esa sonrisa pudiera obtener un sí a su propuesta. Annabeth pensó en la propuesta, tenían que ir bastante lejos, y caminar al paso que iban sería bastante tardado. ¡Si tan sólo el autobús no hubiese sido atacado! Pero el pago por el viaje no le daba buena espina en lo absoluto. Y, en cualquier caso, no era su mundo, no estaba tan segura de cuál sería el camino más adecuado por donde avanzar, al menos no por su propio criterio, las cosas de aquel mundo no siempre concordaban con las del suyo. Posiblemente lo mejor era seguir el ejemplo de las otras chicas.

—No, gracias, su...

—Ya, Ares, date por vencido. No queremos tu ayuda. Causa conflicto en otro lado —contestó muy serio Perce—. Vámonos, chicos, o Anne se molestará por "ser taaan lentos".

Perce y Nicks comenzaron a caminar. Annabeth sonrió, como si fuera una especia de disculpa, y se zafó del agarre del señor de la guerra. La muchacha tomó la mano a Percy y comenzó a jalar de él.

—Tsk. ¿Mm?

— ¿Eh, chicos?

La voz de Leo sonó lo suficientemente preocupada para llamar la atención de todos. Anne y Pipes, que ya iban varios pasos más adelantadas, también lo escucharon y se volvieron.

— ¿Saben qué? ¡Nuevo trato! Está cría de la forja por mi moto.

— ¿QUÉ?

—Sí, es un buen trato. Tomen —el hombre sacó las llaves de la moto y se las lanzó a Annabeth. La muchacha apenas pudo atraparlas, con algo de torpeza.

Ares sonrió con sorna, aunque era claro que sus planes para Leo estaban llenos de malicia. El dios era fuerte y tenía al pobre chico tomado por el simple cuello de su playera. Y Leo, sobre él Areli, se retorcía para intentar escapar, aunque tenía pocas ilusiones de escapar del fierro agarre de la divinidad.

— ¡No te atrevas, Ares! —la voz potente y amenazante de Anne se escuchó. La muchacha sacó sus espadas y comenzó a correr hacia el dios de la guerra.

—No hay tiempo para negociar. Nos vemos muchachos, no destruyan a Daisy, ¿quieren?

Se escuchó el grito de ayuda de Leo y la malévola risa de Ares antes de que ambos desaparecieran en una columna de humo rojo, y que una de las espadas de Anne se clavase contra la tierra.

Cambiándolo todo [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora