Natasha Stark se aburría como nunca. Recién terminaba de adaptar una nueva versión de su reactor a su armadura y ya no tenía nada que hacer. Estaba acostada el en piso de su taller observando fijamente el techo.
Sus demás compañeros estaban en misiones o visitando sus familias, así que ella estaba más sola y abandonada que un cactus en un llanero.
***
En otra parte del mundo.
Steve y Nathan estaban en una misión. Debían rescatar a un ministro del gobierno americano que fue secuestrado en otro país.
—Capitán, tiene un mensaje de la señorita Stark.
Steve lanzó su escudo, terminando de deshacerse de sus contrincantes.
—Muestramelo.
Steve se atragantó con su saliva al ver la imagen. Su rostro enrojeció y sintió una punzada en su miembro ante imagen tan sexy de su novia, al parecer sin ropa, enredada sólo en las sabanas de la cama que compartían.
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—¿Le ocurre algo, Capitán?
Dijo Nathan llegando donde Steve, encontrándolo estático viendo un holograma en su muñeca.
—¡Ejem! Nada.—Dijo el rubio con voz ronca.
Romanoff sonrió burlón, pues ya se imaginaba lo que ocurría. Agradecía que Stark le diera la satisfacción de ver a Rogers perder así su autocontrol.
***
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En cuanto el Quinjet tocó la base de aterrizaje en la Torre, Steve salió a toda velocidad rumbo al ascensor. Nathan se rió por la evidente prisa del rubio; esos dos parecían jamás calmar su apetito sexual.
***
Steve abrió con un estruendo la puerta de su habitación, su corazón estaba como loco y sentía su cuerpo arder de deseo. Su miembro dio un tirón dentro de su ropa al ver a Tasha girarse un poco y sonreírle inocentemente. Su respiración se agitó más, al ver como ella se descubría dejando al aire su trasero el cual acarició ella misma lentamente.
