Con seis años de edad Tony ya conocía lo que era el resentimiento, la tristeza y la soledad. No había un momento desde que su mente comenzó a desarrollarse donde recordara a sus padres siendo cariñosos con él o simplemente estando a su lado. Ambos tenían miles de pendientes, fiestas a las qué asistir, discursos que dar. Y Tony, bueno, él solo se quedaba observando por la ventana de la sala el momento en que sus elegantes padres se iban a algún lugar importante.
Jarvis era todo lo que Tony tenía. No conocía otros niños de su edad y sus maestros particulares poco podían convivir con él, antes de que Howard los corriera por intentar congeniar con su hijo.
Tony era muy pequeño, pero había aprendido a odiar las festividades de diciembre. Ver un montón de regalos en lugar de sus padres no era suficiente para sentirse querido. Tony no gustaba de la Navidad.
Sin embargo...
—Tony.—Llamó Howard a su hijo que se encontraba en ese antiguo y elegante sillón, observando por la ventana el camino por el que María se había ido horas atrás.
—Que te vaya bien, papá.—Murmuró el menor aún con su vista perdida en las afueras de la mansión.
Howard se removió un tanto incómodo; no estaba ahí para despedirse y salir de casa.
—Tony.—Volvió a decir una vez que estuvo al lado del menor. Tony le miró y Howard le sonrió un poco.—Feliz Navidad, Tony.
El pequeño ladeó un poco su cabeza, confundido. Parpadeó varias veces y esperó en silencio a que su padre le dijera que era broma y que se iría porque tenía algo importante que hacer. Pero nada de eso pasó.
—¿Es Navidad?—Preguntó el menor, dudando aún.
Howard asintió.
—Así es.—Respondió, sacando de su espalda la mano que tenía oculta y enseñando a su hijo una caja larga y plana envuelta en papel rojo y plateado.
Tony miró de su papá al regalo varias veces; no es que desconfiara de su padre, pero tampoco sabía que esperar de él.
—¿Qué es?—Preguntó cauteloso.
—Ábrelo.—Animó Howard.
Tony lo tomó y abrió la envoltura lo más rápido que pudo. Se quedó perplejo al descubrir su regalo. Miró a su papá a los ojos. Sus ojitos se humedecieron, sonrió y luego limpió con las mañas de su pijamita las lágrimas.
—¿Te gusta?—Preguntó Howard, atento a la reacción de su hijo.
—Es genial, papá. Gracias.—Tony dejó su regalo un lado y como pudo, se colgó del cuello de su papá.
Howard se sorprendió ante esa muestra de afecto tan repentina. Abrazó a su hijo y acarició sus cabellos con algo de contrariedad; era muy consciente que no estaba siendo el mejor ejemplo de padre.
—Ahora tienes el equipo completo.—Dijo Howard.
—¡Sí!—Exclamó Tony con euforia, soltandose del abrazo y bajando como un rayo del sillón se fue corriendo a su habitación.
Howard se quedó confuso, pero sólo pasaron unos minutos antes de que su hijo volviera con su traje de Capitán América puesto. Vio al pequeño tomar su regalo y comenzar a jugar de manera extraña. Soltó una corta carcajada, divertido de pronto con las ocurrencias del menor.
Fue Jarvis quien ofreció la idea de tomar una foto de ese momento. Tony lucía tan contento, sus ojos brillaban como nunca.
Ese, ese fue el único día que Tony atesoraría con gran cariño en su memoria. Sería el único momento junto a su padre Howard Stark que recordaría para bien.
FIN.
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Algo tarde para escribir algo navideño, pero no podía quedarme con las ganas. Espero les guste :3
Feliz Navidad y próximo Año nuevo!! 😘😘😘
Becca.
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One Shots/Drabbles //MARVEL
FanfictionIdeas improvisadas, que obviamente llegan sin avisar.