||Closer to you|| [AU Omegaverse] Victuuri - SIN EDICIÓN. Terminada

Final ||Capítulo veintiséis||

No, no, no, eso no podía ser cierto. ¡Eso no podía ser cierto! ¿Cómo...?

Viktor parpadeó, intentando alejar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. Miró hacia Yuuri, quien lucía dormido, con heridas, sangre y moretones por doquier. Su pecho no subía ni bajaba, su reloj de vida se había detenido.

¿Por qué?

Seiya sonrió. Sonrisa torcida, ojos vacíos.

—Tu esposo ya no está aquí —susurró.

Aprovechando que el Alfa estaba congelado, Seiya fue hasta él, acorralándolo y robando toda posibilidad de que Viktor se moviera. Él sabía perfectamente lo que ocurría con las parejas enlazadas una vez que uno de los dos moría. El sentimiento de pérdida no se iría jamás, la sensación de que una parte de ti ha sido arrancada abruptamente y saber que no podrás pasar otro segundo con esa persona... Seiya lo sabía perfectamente.

Viktor alzó la mirada. Sus ojos estaban ausentes, abiertos a más no poder, su pulila se había contraído muchísimo, su piel estaba pálida, de un pálido enfermizo. Aunque su cuerpo no temblaba, tampoco hacía movimiento alguno.

Seiya soltó una carcajada.

—¡Pero qué hermoso! Jamás pensé ver al Gran Príncipe, Viktor Nikiforov, de esta forma! Debería ser obvio para mí, alguien a quien le quitaron todo, identificar lo mismo en otras personas. Pero a ti no te han quitado a tu familia, ¿verdad? Aún tienes a tu hijo, al resto de la Bratva contigo... ¡Yo me quedé solo! —rió, tomando el mentón de Viktor y obligándolo a verlo—. Solo, esperando todo este tiempo para verte así, rendido, perdido, herido profundamente... En realidad, destruído.

Viktor parpadeó.

—Perder a tu pareja es suficiente para provocar la muerte por la depresión, pero... Perder a tu destinado debe ser todavía peor. Ya no podrás ser el mismo, ¿verdad? ¡Míralo! —jaló su rostro, de manera que su vista era dirigida a Yuuri—. ¡Está muerto, ja, ja! ¡Yuuri finalmente está muerto!

De repente, un montón de lágrimas amargas surcaron las mejillas del japonés. Sus ojos perdieron cualquier brillo psicópata, y soltó a Viktor, quien cayó de rodillas sin dejar de mirar a su esposo.

—Está... muerto. Yuuri Katsuki... murió.

Seiya caminó hasta la camilla del otro Omega, tomando fuertemente sus brazos rasguñados. Lo agitó suavemente.

—Estás muerto, Yuuri-kun —susurró en japonés—. ¿Por qué?

Sacudió el cuerpo del pelinegro, apretando los dientes y dejado que su llanto se intensificara.

—¡¿Por qué?! ¡Se suponía que me sentiría diferente! ¡Eres un maldito! —Lo sacudió y sacudió mientras gritaba, sus palabras llenas de rabia—. ¡No me dejas ni disfrutar tu muerte! ¡Maldito Katsuki! ¡Muerto! ¡Estás muerto! ¡Pero lo tenías todo...! ¡Lo tenías todo, Kuso-Katsuki! Maldita sea... No te quitaron nada... Tú...